![Martín García y María Muñoz, propietarios de la churrería Camel, junto a su hijo Juan.](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202112/11/media/cortadas/churros-kYZE-U160214666784gHF-984x608@El%20Norte.jpg)
![Martín García y María Muñoz, propietarios de la churrería Camel, junto a su hijo Juan.](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202112/11/media/cortadas/churros-kYZE-U160214666784gHF-984x608@El%20Norte.jpg)
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No habrá más chocolate con churros en la Carretera de Rueda. No, de momento. La churrería Camel se despedirá el miércoles de sus clientes después de 40 años y desaparecerá del catálogo de los negocios hosteleros emblemáticos de Valladolid. Un enorme letrero en su ventanal anticipa desde hace días un cierre que ha pillado por sorpresa en La Rubia. «Cerramos el 15 de diciembre por jubilación. Gracias por acompañarnos durante estos 40 años y por vuestro apoyo», reza el cartel. No endulzarán más Martín García y María Muñoz, sus propietarios, el paladar de los vallisoletanos. Han volcado su vida en el local, se han dedicado a ello «en cuerpo y alma» y ahora –coinciden– les ha llegado la hora de descansar y de disfrutar de su familia. «Hemos tomado la decisión porque llevamos 48 años de vida laboral y ya toca jubilarse. Ese es el motivo, porque funcionar, funcionamos bien y estamos contentos con la clientela, pero es más por el tiempo que llevamos trabajando que por otra cosa», dice Martín García.
Llegaron a la Carretera de Rueda en 1981 –antes en el número 17, unos metros más cerca del antiguo matadero– y desde entonces la respuesta de la clientela ha sido «buenísima». «Hemos dado de desayunar y merendar a muchísima gente», señala García. «No había trabajador de Fasa que no viniera aquí», añade Muñoz. La clausura de Camel también supondrá el fin de una larga saga familiar consagrada al oficio. Y es que Martín García pertenece a la tercera generación de un clan dedicado a la venta ambulante, de feria en feria. Pero este matrimonio decidió asentarse en un lugar concreto para poder desarrollar un proyecto de vida.
Decenas de clientes, muchos ya amigos, han pasado por su negocio para degustar un chocolate caliente con churros o porras. «Lo que nos hacía distintos es que hemos primado la calidad. Veníamos de una tercera generación de churros y nosotros decidimos incorporar las porras, que las hemos conseguido bastante buenas para poder trabajar suficiente con ellas», admite el hostelero.
Tendrán que «acostumbrarse» –a sus 65 y 62 años, respectivamente–, por ejemplo, a no activar la alarma a las cinco de la mañana, a comerse las uvas «tranquilamente» con la familia o a pasar tiempo con su hijo Juan, de 33 años. «Como llevamos tantos años, me he enterado ahora de que los domingos están en rojo, teníamos todos los días iguales, sin descansar», reconoce García, al tiempo que añade que, sin duda, lo «más duro» ha sido compatibilizar su vida laboral con la familiar, cuadrar esas jornadas maratonianas de trabajo (abrían de cinco de la mañana a once de la noche ininterrumpidamente).
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Solo quedan unos días para poder saborear un chocolate en Camel. Tiene «miedo» el matrimonio a que llegue el miércoles, aunque están convencidos de que será una «fiesta». «Todo el mundo nos dice que vendrán. No sé si tendré que meter algún camarero más o qué, pero si las aperturas se celebran, los cierres también, aunque respetando todo el tema de la covid, por supuesto», explica García.
Encaran el cierre con «tristeza», por no cruzarse más con clientes «que ya son amigos e incluso familia». «Se va a perder un poco el contacto con ellos y nos da pena», lamentan. Una vía para mantenerlo –opinan– sería que alguien se quedara con el negocio. Pero «de momento» no han encontrado a nadie. «La idea estaba basada en que se quedaran los camareros, pero hasta ahora no tenemos a nadie; ojalá alguien se quedara con ello, es un local bastante amplio y la clientela es fija», sentencia Martín García.
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