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El apocalipsis hostelero no ha llegado a Palencia, por más que las apócrifas redes sociales vean ya atar al caballo en la verja de los establecimientos y el destello de la guadaña cegar a sus propietarios. Cierto es que han cerrado buques insignia como Lucio o Casa Cantabria, pero hay otros locales con solera que no han pagado aún por la esquela, aunque haya parroquianos que han ido ya hasta a dar el pésame. Es el caso del Bar Casero, donde a Julio Casero Calderón, su dueño, le queda menos de un año ya para pedir la jubilación. Otra cosa es que lo haga. Así que, de momento, seguirán abiertas sus puertas al lado del Monumento a la Mujer en la Calle Mayor, donde lleva desde la friolera de 1923, cuando lo abrió José Casero, el abuelo del actual propietario.
Otro ejemplo es Casa Pepe's, en la avenida Manuel Rivera. José Luis de Bustos, su dueño, ni cierra ni se jubila. Y otro tanto ocurre en La Mejillonera. «Ya se oía que no íbamos a abrir desde el año pasado, cuando salimos del confinamiento. Y ahora otra vez ha salido el bulo. La Mejillonera goza de buena salud; los empleados, también, y mientras Dios quiera, seguiremos mucho tiempo», señala Francisco Agúndez, que lleva allí desde que su padre abriera el negocio en el año 1973.
Con su inconfundible barra de metal, sus paneles luminosos al fondo con sus platos estrella y su bullicio, continúa La Mejillonera trabajando día tras día. La pandemia ha modificado todo, hasta las costumbres de este negocio familiar que lleva 48 años atendiendo a los palentinos y espera seguir haciéndolo muchos más. La torre de platos blancos comparte protagonismo con la de envases de plástico transparente para poder disfrutar de sus raciones también en casa. Ya se podía pedir para llevar antes de la covid, pero esta opción se ha multiplicado desde hace más de un año.
«Ahora se pide para llevar más del doble que antes, un 200% más. El miedo es libre y hay mucha gente que tiene miedo aún a consumir, aunque el local esté bien ventilado y sigamos todos los protocolos», señala el dueño de La Mejillonera.
'¡Una de bravas y dos de escocesa!', se grita desde la barra a la cocina, mientras Francisco Agúndez afirma que «de momento tenemos clientes y los palentinos siempre nos han respondido, estamos muy agradecidos». «La verdad es que no podemos decir otra cosa», añade.
Trece trabajadores se encargan de servir y preparar las bravas y los mejillones. Y más de 90.000 kilos de patatas se cocinan cada año en el local. «De momento, seguiremos gritando ¡Una de escocesa!», concluye Agúndez.
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