Explosión de gas en Valladolid
Los realojados en hoteles: «¿Cómo explico a mi hijo que no puede volver a casa?»
Explosión de gas en Valladolid
Los realojados en hoteles: «¿Cómo explico a mi hijo que no puede volver a casa?»«¿Y ahora, qué?». Es la pregunta que más se repiten los afectados de la explosión de la calle Goya, 32. Una y otra vez eso ronda por la cabeza de todos ellos, obligados a separar sus caminos de comunidad de vecinos en busca de ... estar lo mejor posible. Está el caso de Marta Blanco, que desde la primera noche se encuentra en casa de unos amigos tras la deflagración tras conseguir rescatar a su gato 'Octubre'. Está el caso de Isabel Martín, de 89 años, y su hijo Juan Carlos, ambos ingresados aún en el hospital a la espera de recibir el alta y empezar de nuevo en casa de sus otros hijos (José y Raúl). A ellos les preocupa en este momento el estado de sus familiares. No hay preguntas sobre el mañana.
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En cada vivienda afectada, hay una historia personal diferente. Antes les separaba un tabique que ahora no existe y que les ha obligado a desperdigarse por la ciudad. Menos la circunstancia del hotel Zentral Parque. Allí doce vecinos afectados se preguntan «¿Y ahora, qué?» en comunidad. Comparten de nuevo la vida desde la desgracia y en habitaciones de tres estrellas. Se ven a las horas de las comidas, en el hall del hotel y en los pasillos de moqueta, pero también en el perímetro de lo que hasta el martes fue su casa.
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«Estamos mal», recalca en más de una ocasión Javi, propietario del 2ºE. No quiere protagonismo ni focos mediáticos. Su mujer, Nuria, y el pequeño de ambos, Javi, de cinco años, lo mismo. Se han trasladado hasta el hotel, dejando atrás su reforma de varios años en la que su hijo disfrutaba, entre otras cosas, de varios acuarios; rescatados este viernes por los Bomberos de Valladolid. Su testimonio es desgarrador, porque sus preguntas de incertidumbre se destinan únicamente al bienestar del niño. «Cómo explico a mi hijo que no puede volver a su casa, cómo explico que no puede jugar con sus juguetes», detalla Nuria en el sofá de la entrada del Zentral Parque.
«Lo estamos aún asimilando. Estoy tan pendiente de mi hijo (no estaba en casa en el momento de la explosión) que no me he dado cuenta del todo de la situación», recalca Nuria, que también pone en valor la unión de los vecinos en el establecimiento hotelero.
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Un testimonio que tuvo lugar a la hora de comer, pues después de rematar los postres se apresuraron para volver a la calle Goya y recuperar el acuario. Los tres presenciaron el rescate de los peces, mientras Javi hijo veía los restos de la desgracia. «Se lo dijimos ayer», explica Nuria.
Porque esta familia de tres compartió comida en mesas separadas con más vecinos. Entraron casi a la vez y se fueron prácticamente a la misma hora. Los fumadores compartieron cigarrillos en la entrada; otros, el café tras la comida. Aun así, su tercer día después de la deflagración continúa con muchas incógnitas.
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Gaspar Caballero, vecino hasta el martes del 4ºA, aparentemente lo lleva mejor. «Estoy vivo, que es lo importante», ensalza mientras apuntilla que «estaba mejor en mi casa, aunque aquí también me encuentro cómodo». Su gratitud a todos los servicios y al hotel es infinita. Lo recalca una y otra vez sin saber qué será de su futuro. «Afortunadamente, no me preocupa de una manera material o existencial. Los propietarios evidentemente esperamos que se aclare todo y también la indemnización que nos corresponde. Afortunadamente tengo gente que se preocupa por mí», añade mientras cuenta su vivencia.
Todos ellos lo repiten como un mantra sin que uno les pregunte, porque sin querer solo les sale hablar de dónde estaban, qué hicieron después... «Estaba pintando y vi en el patio de luces llamaradas y escuché gritos de vecinos. Parece que estábamos en una novela de esas que todos hemos leído. No existían ni el ascensor ni la escalera. Gracias a los bomberos que me vieron para saltar más tarde al cesto», concluye.
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En una situación diferente se encuentran Pilar Arribas e Ildefonso Morales, matrimonio sexagenario que se encontraban de alquiler en el fatídico inmueble y que ahora se han quedado sin lugar de residencia. «Estamos bastante mal. Psicológicamente estoy machacada. Muchísimo. Es una cosa que no esperas. Tenía todas mis pertenencias en esa casa y no tengo a nadie en Valladolid. ¿Dónde me voy, debajo del puente?», se pregunta la pareja, que vive con la pensión del marido.
Salieron sin nada de la vivienda y días después recuperaron lo «imprescindible». Móviles, cargadores y poco más. «Nos hemos tenido que comprar todo. Desde la ropa interior hasta la pasta de dientes. Ahora nos rodea la incertidumbre, porque no sabemos hasta qué día nos podremos quedar en el hotel», concluyen Pilar e Ildefonso.
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