Ni playa, ni chiringuito. En Valladolid, lo que se lleva este verano son los parques y frontones. Desde hace semanas, el medio rural vallisoletano bulle de vida, de niños correteando por sus calles y plazas, de tertulias a la puerta de casa. Los típicos « ... y tú, ¿de quién eres?» se repiten más que nunca por estas fechas en la provincia. Porque miles de veraneantes descartan darse unos chapuzones en el mar y se decantan durante los meses de julio y agosto –un año más– por disfrutar de unos días libres con familia y amigos en el pueblo.
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Son 137.619 los forasteros que reciben las localidades vallisoletanas en el periodo estival, según estima el Gobierno en la Encuesta de Infraestructuras y Equipamientos Locales, un informe que –anualmente– compara las cifras oficiales del padrón con la estimación que hacen los ayuntamientos sobre el pico máximo de personas que reciben sus municipios por estas fechas.
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Un popurrí de sillas se asoma cada día a cualquier calle de cualquier pueblo de la provincia. La España vaciada lo es menos cuando acaba el curso escolar y los termómetros rebasan los veinticinco grados. Una de las localidades que «a partir de mediados de julio» duplica su población es Cervillego de la Cruz. Allí pasan de sus 83 vecinos empadronados a un pico de 183, aunque su alcalde, Luis Mariano Gutiérrez, cree que «incluso pueden ser más». «El mes más fuerte es agosto, aunque ya se ve algo de gente; desde el 15 de julio los forasteros empiezan a venir y aquí se quedan hasta septiembre. Es un incremento de población bastante amplio», explica el regidor.
Dice que el día a día «no cambia nada». Tan solo «se ve un poco de vida». Fundamentalmente, cuenta Gutiérrez, el pueblo se llena de niños que van con los abuelos. «Pasan el tiempo como se ha hecho toda la vida: con la bici, jugando en la calle... Aunque también hay pista de baloncesto, juegan al fútbol... Los niños se entretienen ellos solos», incide el alcalde, quien además anticipa que entre el 19 y 25 de agosto celebran una semana cultural con actividades para todos los públicos.
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Son, por lo general, gente que tiene algún vínculo con Cervillego de la Cruz, aunque a raíz de la pandemia «se notó mucho la llegada de gente de fuera». «Se han reformado doce o trece casas y han venido familias que no tenían ningún vínculo con el pueblo; esperamos que sean muchas más», añade Gutiérrez.
En Castrodeza (151 empadronados, su población asciende a 294 estos meses), la máxima de su alcalde es «si de niño lo pasas bien en el pueblo, de mayor querrás volver». Por ese motivo, cada periodo estival el Ayuntamiento se esfuerza por ofrecer un programa de actividades variado y que «no falte de nada». Cuando no se van a las piscinas de Valencia de Don Juan (León), planifican un viaje en autobús a la playa, organizan un campamento medioambiental o despliegan una lanzadera acuática de cincuenta metros para que los más pequeños disfruten.
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Tanta gente en tantos pueblos se traduce en un refuerzo del servicio de basuras. En Montes Torozos, donde González Gerbolés preside la mancomunidad de la que forman parte 17 municipios, la recogida de orgánico «se dobla». «La población crece, generamos más residuos de orgánico y al ser verano, se fermenta y huele un poco; normalmente en los pueblecitos no tenemos ni tienda, pero nos atiende el panadero, pescadero, frutero... que vienen y nos lo traen, y ahí refuerzan y vienen a diario», señala.
Aprovecha asimismo González Gerbolés para reivindicar una mejora en servicios básicos como la conexión a internet. «Tenemos una cobertura mediana, y ahora que los chavales están todo el rato enganchados al teléfono...», lamenta el primer edil de Castrodeza, quien no obstante matiza que aunque están «a vueltas con la fibra óptica, ya la están cambiando». «Nos faltan muchas cosas, pero somos conformistas», apostilla.
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Donde también hay «mucha más vida de lo normal» es en San Pedro de Latarce. Con la llegada del buen tiempo, su población se duplica y pasa de los 441 vecinos que habitualmente residen allí a los 843 que proyecta la Encuesta de Infraestructuras y Equipamientos Locales del Gobierno. «Esta llegada masiva cada verano viene desde hace muchos años; por la noche igual juegan cincuenta niños, es increíble», admite su alcalde, Gonzalo Domínguez, que reconoce que están «encantados». Por muchos forasteros que vayan cuando el calor aprieta, no tienen problemas ni de abastecimiento de agua (cambiaron la bomba en marzo) ni de servicios (tienen tres bares, un restaurante, carnicería, piscina, estanco y hasta guardería).
«Es un pueblo que tiene todos los servicios y tiene mucha vida de por sí, pero en verano es algo fuera de lo normal, es algo bonito, por resumirlo en una palabra», comenta. Para hacer frente a ese crecimiento excepcional, el Consistorio ha organizado alguna actividad para cada fin de semana hasta después de las fiestas (son en torno al 11 de septiembre, después cada uno regresa a su ciudad o localidad) y además la mancomunidad ha intensificado la recogida de basura. «En vez de pasar dos días a la semana, en verano se recoge tres», zanja.
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La Mancomunidad Tierras de Medina, que preside Moisés Santana, diputado provincial y alcalde de Castrejón de Trabancos, «dobla» los turnos de recogida de basura estos meses porque «se genera el doble de basura que durante el resto del año». En cuanto al abastecimiento en estos pueblos, por el momento no se han registrado dificultades, aunque Santana no descarta que alguno tenga algún problema al haber «sondeos que no dan abasto para toda la población que reciben estos días». A nivel municipal, dice, el Consistorio de Castrejón tiene que hacer frente a una serie de gastos extra ante la llegada masiva de veraneantes. «Viene muchísima gente a pasar el verano y eso se traduce en un incremento de todo: de basuras, se consume mucho más agua, la luz de bombear el agua se cuadruplica... y son gastos que el Ayuntamiento tiene que costear», indica.
No hay pueblo de Valladolid, por grande o pequeño que sea, que no incremente su población durante el verano. En uno de los municipios más grandes de la provincia, Arroyo de la Encomienda, son muchos los que se alejan unos días del alfoz de la capital, pero también los que llegan. De hecho, su población pasa de 20.716 habitantes a 29.699. Algo similar ocurre en Medina del Campo, que pasa de 20.077 vecinos a 27.422 (aunque en sus entidades menores se duplica), Laguna de Duero (de 22.415 a 38.380) o La Cistérniga (su población pasa de 9.058 a 13.538), por citar algún ejemplo.
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