![La pequeña Ucrania de Valladolid que aboga por la paz desde San Román de Hornija](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202203/16/media/cortadas/san-roman-ucrania-kFN-U1601338031066y2E-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Maksym y Mariia ya chapurrean el español. El 'hola' y el 'adiós' lo manejan a la perfección. Llegaron a San Román de Hornija hace tres días, junto a su abuela Oksana, y en un corto plazo de tiempo les tocará ir a la escuela y al instituto, respectivamente, para iniciar las clases en español. El pasado domingo los tres refugiados ucranianos se juntaron con su madre, Uljana Fedorishen, quien trabaja como encargada desde hace un año de las 200 hectáreas del agricultor Paco Villar.
«Por fin tengo a mi madre y a mis hijos conmigo. Quería que salieran de la guerra, aunque vienen de una zona tranquila de Ucrania, donde no se escuchaban bombas», describe una ilusionada Uljana.
Más parca en palabras, por eso del idioma, se encuentra la abuela de la familia. Médica de profesión, no dudó en meterse en una furgoneta que tenía destino Portugal y dejar todo en Ivano-Frankivsk. «Desde allí están saliendo muchos vehículos que recorren media Europa. Ellos tienen contactos y han podido salir del país, aunque en esta ocasión han viajado por Hungría para evitar el colapso que está viviendo estos días Polonia. Se están adaptando bien, poco a poco», apunta Villar sobre los refugiados y futuros empadronados en San Román de Hornija.
Abuela y nietos huían de la guerra con el único propósito de estar a salvo en territorio español junto a su hija y madre. En San Román de Hornija, el propio Paco Villar les ha dado cobijo. Sin pensárselo dos veces. «Les he dejado la casa que era de mis padres para que tengan su intimidad y su espacio», relata el agricultor, que invita al resto de sus trabajadores ucranianos a que se traigan al resto de familiares.
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Hasta catorce personas de nacionalidad ucraniana trabajan en la localidad vallisoletana a las órdenes de Paco Villar. El viñedo y los manzanos obligan a que mantenga una plantilla amplia durante todo el año, aunque en la temporada de vendimia esas cifras crecen hasta los 50 empleados.
Entre todos, han creado la pequeña Ucrania de Valladolid. «Hace años que compré el hotel-restaurante El Paso para alojar a los empleados. Está todo en regla y les doy trabajo, alojamiento y manutención. Dicen que no quieren venir, que no quieren dejar sus hogares allí. Ahora está en su mano», relata el agricultor.
«Tenemos sitios para todos los que quieran venir. Alimento y cama no va a faltar, aunque no puedan trabajar», recalca Villar antes de emprender las escaleras de acceso a las habitaciones de los 14 ucranianos.
Escalones y escalones para dar a un angosto pasillo, en el que destacan varios pares de botas en las puertas de las estancias. Allí, las banderas de Ucrania ondean en los balcones. Tienen a su país presente por todos los rincones y afirman encontrarse cómodos en las habitaciones, divididas para dos personas.
La historia de Paco Villar con los habitantes de Ucrania se remonta a 2015. Asiduo del país, el agricultor vallisoletano emprendió un viaje con una amiga de Huelva. Ella iba de vacaciones, Paco, en un viaje con tintes laborales. Desde la Subdelegación del Gobierno de Zamora (San Román de Hornija está a escasos kilómetros de la localidad zamorana de Toro) le prepararon toda la documentación para ofrecer puestos de trabajo en sus viñedos.
«Conmigo vinieron ya seis personas y luego han sido los empleados los que han recomendado la localidad. Se unieron más amigos de ellos hasta los catorce que somos ahora. Cuando se completa el hostal, que está únicamente destinado para ellos, tengo algún alojamiento en Toro. Esos se emplean más durante la temporada de la vendimia», explica el agricultor antes de comenzar otra jornada de trabajo en el campo.
Precisamente en esos viajes de Paco a Ucrania la guerra ya se barruntaba. «Por aquel entonces se palpaba un ambiente hostil ya. Estaba el conflicto de Crimea y a mí ya no me sorprende lo que está sucediendo actualmente», incide Villar, ante la atenta mirada de sus trabajadores.
Todos ellos viven con angustia el conflicto bélico y tan solo uno de ellos recibe noticias más negativas de su país. «Uno de las compañeras sí que es de una zona donde la guerra está siendo más dura. Ella está preocupada», completa la propia Uljana, que ejerce de portavoz del resto de compañeros al dominar el castellano.
Eso sí, todos ellos esperan que la guerra acabe lo antes posible. Quieren y abogan por la paz. No quieren sufrir por su país desde la distancia, ni ver las imágenes que consumen en televisión, móvil o periódicos. La pequeña Ucrania de Valladolid, en San Román de Hornija, llora con el conflicto bélico a más de 3.000 kilómetros.
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