Quienes conocían a Jesús Gómez García coinciden en que no se ahorraba nada para sí mismo. Derrochaba solidaridad, coraje y corazón, como su Atlético (no de Madrid, sino de Peñafiel). Enarboló la bandera del positivismo hasta el último de sus días. Si había algo que ... le caracterizaba era su afán por exprimir la vida al máximo. Ni los achaques propios de la edad ni la pandemia de la covid le frenaron. Hacía, a sus 96 años, vida «prácticamente normal» hasta la pasada Semana Santa, cuando su estado de salud comenzó a empeorar. Falleció este domingo a los 96 años.
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«Ha muerto como vivió: feliz. Era conocido por ser un hombre muy positivo, muy solidario y activo. No estaba quieto, nada ni nadie le frenaba», explica uno de sus sobrinos, Ramón Gómez. Ese espíritu solidario, esa labor desinteresada por contribuir al impulso de su pueblo, Peñafiel, le llevó a involucrarse «de lleno» con el Atlético Peñafiel. Tanto, que se erigió máximo exponente de la «era dorada» del fútbol en la localidad vallisoletana.
Una labor altruista que compatibilizaba con su trabajo. Era autónomo, regentaba junto a su hermano Calzados Gómez, referente en la zona en la compra de todo tipo de zapatos. «Toda la comarca le conocía también por la tienda, venían de todos los pueblos de alrededor a comprar, y también al tener el negocio ayudaba al equipo en todo lo que podía», añade.
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«Fue directivo del Atlético Peñafiel, al que dedicó muchas horas de su vida. Estaba en todo, pendiente de cada mínimo detalle del club: cosiendo balones, poniéndoles para poder jugar, arreglando botas, pintando el campo, cosiendo redes e incluso yendo a recoger a los jugadores para que llegasen a tiempo al partido o entrenamiento», añade Gómez.
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No entendía la vida desde otra perspectiva que no fuera la del compromiso en su sentido más estricto. Hizo de su pasión por el deporte un modo de vida. Por ello, cuando el fútbol en césped comenzó a decaer por la fuerte irrupción del fútbol sala en la comarca de Cuéllar decidió llevar ese 'auge' a Peñafiel: fundó Calzados Gómez, un equipo que rozó la élite del fútbol sala y llegó, en sus «quince o veinte» años de vida, a competir en la división de plata del deporte.
Estrujó la vida -dicho esto en el mejor sentido de la palabra- todo lo que pudo. Se sentía un chaval. «Tenía un espíritu joven increíble; se apuntaba a todo. Hasta hace nada iba con su mujer, Milagros, a viajes por Europa con excursiones organizadas. La gente alucinaba porque igual tenían ochenta y pico años y viajaban con algunos que tenían sesenta años», recuerda Gómez. Padre de cuatro hijos, sus nietos y biznieto (más otro en camino) eran su debilidad. Descanse en paz.
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