«¡Mirad! Ese camino le recorría yo de pequeño en bicicleta y a esa arboleda íbamos de merienda en San Juan», dice con brillo en los ojos Ismael Ferrero. Para él, su pueblo, Peñaflor de Hornija, lo es todo. Allí guarda sus mejores recuerdos de ... infancia y juventud. Recuerdos que hoy quiere transmitir a sus hijos Suhaymah de 12 años e Ismael de 8, naturales de Mozambique.
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Hace 17 años que Ismael Ferrero tomó la decisión más importante de su vida, dejar familia, amigos, casa, trabajo y una vida cómoda para ayudar a los demás a través de la ONG Semillas de Esperanza que años antes había creado su hermana Tenchu en Mozambique. Aquel país, le cautivó tanto, que allí formó su propia familia con una mozambiqueña, Samira, que este año no ha podido viajar a España. Allí regentan su propio hotel y restaurante en Maputo, la capital.
Cada verano regresa a Peñaflor, donde le reciben con los brazos abiertos. «Han sido 26 horas de viaje, que se dicen pronto. Nos ha tocado hacer transbordo en Doha (Qatar), donde tuvimos que esperar unas 10 horas. Pero al final todo merece la pena. Me encanta venir a ver a mi madre y a mis hermanos y me hace ilusión que mis hijos disfruten de la misma libertad que yo tuve de pequeño en mi pueblo, que jueguen con la bici, que vayan a la piscina y que tengan muchos amigos», dice este peñaflorino, que estará de vacaciones hasta el 24 de agosto. «Este año, además tenía otro aliciente para venir, ya que el 5 de agosto, celebramos la reunión de los quintos nacidos en 1973 y no quería faltar», concluye.
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