Valladolid
Las profesiones imprescindibles después de la DANA
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Las profesiones imprescindibles después de la DANASon muchas las lecciones que se pueden extraer de la reciente DANA que ha devastado numerosos pueblos de la Comunidad Valenciana. Uno de los aprendizajes más importantes es que ante una crisis de esta magnitud, la coordinación entre profesionales, administraciones y voluntarios es vital. Desde ... Valladolid, la respuesta no se ha hecho esperar. Son muchos los voluntarios que a nivel particular se han desplazado para ofrecer su ayuda. También numerosos profesionales han llevado hasta allí sus herramientas, maquinaria y material para contribuir con la reconstrucción de estos municipios. Las asociaciones y colegios profesionales también están trabajando de forma coordinada con sus homólogos valencianos para contribuir a la recuperación de los servicios básicos y la habitabilidad de las zonas afectadas. En su mente está siempre pensar en toda la labor que queda por delante.
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Fontaneros, electricistas, arquitectos técnicos y poceros, entre otros, oficios, algunos de ellos, a veces invisibles en tiempos de normalidad, han demostrado ser fundamentales en este contexto. El Norte de Castilla ha hablado con algunos de ellos y todos coinciden en la necesidad de una organización precisa, en el empleo de materiales y maquinaria adecuados y una visión a largo plazo para afrontar la reconstrucción. En estos tiempos de crisis, sus trabajos son más imprescindibles que nunca y por eso exigen también el reconocimiento y apoyo que sus oficios requieren, además de una formación, que en el caso de los fontaneros, por ejemplo, es imprescindible para garantizar el futuro de esta profesión clave.
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Todos alaban y aplauden la aportación de los voluntarios desplazados hasta Valencia y no dudan en desplazarse ellos mismos hasta allí, pero advierten que siempre debe hacerse de forma coordinada, porque recalcan que «la potencia sin control, no sirve de nada».
El Norte ha consultado también con organizaciones valencianas, como el Colegio Oficial de la Arquitectura Técnica de Valencia (COAT Valencia). Su presidente, Vicente Terol, opina que: «el trabajo que queda por delante es inmenso. Es imprescindible realizar inspecciones en todas las zonas afectadas, y en algunos casos será necesario un seguimiento técnico posterior para garantizar la seguridad de los edificios. La Generalitat Valenciana, a través del Instituto Valenciano de la Edificación (IVE), es la encargada de organizar y coordinar este esfuerzo técnico desde la Unidad de Evaluación de Daños. Este trabajo requiere una planificación rigurosa, ya que implica movilizar y coordinar múltiples recursos». Terol también agradece la respuesta «ejemplar» de los colegiados «porque son ellos quienes están en primera línea, dedicando su tiempo y conocimientos para ayudar a la sociedad en un momento tan delicado».
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Ángel Hernando, Jesús Merino y Santiago Soto Miembros de la junta directiva de la Asociación de empresarios instaladores de fontanería de Valladolid
«Desde el primer día, cuando ví a la gente echar el barro a las alcantarillas, se me ponían los pelos de punta», reconoce Ángel Hernando, presidente Asociación de empresarios instaladores de fontanería, gas, saneamiento, calefacción, climatización, mantenimiento y afines de Valladolid (AVAIN INCAFO). Lo mismo opinan Jesús Merino y Santiago Soto, miembros de la junta directiva y fontaneros de profesión. «Sabíamos que eso iba a generar un atasco tremendo en las conducciones», prosiguen.
Los tres son partidarios de esperar antes de desplazarse para a echar una mano a las tuberías valencianas. «No podemos ir allí cada uno por nuestra cuenta y hacer lo que mejor nos parezca. Todo debe de estar coordinado. Hay que hacer una valoración previa y por eso estamos en contacto con ASEIF, la asociación de Empresarios Instaladores de Fontanería de Valencia. Ellos harán la primera evaluación y organizarán los trabajos», dicen estos tres profesionales con décadas de experiencia y difícil relevo generacional. «Es curioso. Somos los que damos de beber a la población y a pesar de ello, somos cada vez más invisibles. Nuestra profesión no corre peligro porque nunca se va a poder canalizar el agua vía Wi-Fi hasta las casas, por tanto, siempre vamos a ser necesarios. Entonces, ¿por qué desde las administraciones no se intenta que los jóvenes se decanten por esta profesión?», se pregunta Soto. «En situaciones como la de Valencia es cuando más se valora lo que hacemos, por eso se hace cada vez más necesaria una formación reglada en fontanería. Cuando se promociona la FP se hace representando a profesionales de bata blanca y eso es con lo que sueñan los chavales. ¿Por qué en lugar de eso, no se promociona a los profesionales de mono azul?», continúa Merino.
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La directiva de esta asociación está convencida de que la recuperación de la zona catastrófica será una labor de años. «Tal y como está allí la situación, un fontanero trabajando sin parar, puede terminar 7 u 8 viviendas a la semana, pero son miles y miles las afectadas. Llevará mucho tiempo, aunque haya una cantidad ingente de voluntarios. El tema es que tampoco podemos irnos todos para allá, porque en Valladolid no damos abasto para atender la demanda», añade el presidente.
Esta asociación vallisoletana, al día siguiente de las riadas, envió a su homóloga en Comunidad Valenciana dos bombas de agua. «También les propusimos fletar autobuses con fontaneros voluntarios los fines de semana. Hay que esperar a que valoren las opciones. Es importantísima la organización, para que los fontaneros voluntarios dispongan de material y trabajen de forma coordinada. Lo cierto es que nuestros compañeros de Valencia tienen que estar desbordados. Ellos son fontaneros como nosotros y organizar todo, tiene que ser complicadísimo», opina Ángel.
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José Luis Mozo Vocal de la Asociación de Empresarios Instaladores Eléctricos, Telecomunicaciones y Telecomunicaciones de Valladolid, (APREMIE)
«Coordinación, coordinación y coordinación». Esa es la prioridad ahora mismo para recuperar la zona afectada, según José Luis Mozo, vocal de la directiva de la Asociación de Empresarios Instaladores Eléctricos, Telecomunicaciones y Telecomunicaciones de Valladolid (APREMIE), CEO de Uniona Soluciones Globales y Consejero de Administración en Fenie Energía. En su opinión, desde el inicio de la catástrofe, el caos inicial puso en evidencia la necesidad de una gestión eficiente. «El pueblo salva al pueblo suena bien, pero la realidad es que muchas veces se generan más problemas que soluciones», señala. Según su relato, tras tomar conciencia de la magnitud del desastre, la asociación de Valladolid se puso en contacto con su homóloga en Valencia, ASELEC, para coordinar esfuerzos y evitar la duplicación de recursos. «Decidimos esperar instrucciones en lugar de actuar de manera desorganizada», afirma Mozo. «Las comunicaciones con nuestros compañeros valencianos han sido muy lentas, todo vía Whatsapp. Estamos atentos a lo que demanden porque lo que queremos es ayudar, no ser un obstáculo en zonas ya saturadas», opina.
Uno de los mayores retos tras la DANA fue el restablecimiento del suministro eléctrico, que afectó a más de 155.000 viviendas y locales. Alrededor de unas 14 empresas vallisoletanas acudieron de forma inmediata a la zona llevando su propio material, incluyendo generadores y herramientas específicas, para devolver la luz a zonas prioritarias. Sin embargo, recalca que la intervención dependía de la coordinación con Iberdrola, responsable de las redes de distribución. «Iberdrola lo hizo muy bien y muy rápido para dar suministro. En cuando lo hubo, los instaladores pudieron trabajar», explica.
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Más allá de la respuesta inicial, Mozo subraya la necesidad de pensar en el largo plazo. APREMIE decidió donar 3.000 euros, una cifra significativa para sus recursos. También la fundación de Fenie Energía, ha destinado 25.000 euros a ayudar a sus empresas asociadas afectadas, a retomar su actividad y 1.000 euros para sus clientes afectados, además de suspender los cortes de suministro por impago. «Lo que no queremos es quitar trabajo a las empresas locales. Es prioritario que puedan recuperarse y volver a generar empleo», enfatiza Mozo, quien también insiste en que las decisiones «deben ser técnicas y no políticas, y destaca que la ayuda «debe ser inteligente y sostenida en el tiempo». Sin embargo, también alerta sobre posibles consecuencias negativas, como inspecciones que penalicen a quienes actuaron de buena fe, pero sin ajustarse estrictamente a las normativas. «La realidad es que las empresas han hecho un esfuerzo enorme, asumiendo costes y riesgos», concluye.
Jerónimo Alonso Vocal del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Valladolid
La DANA ha dejado tras de sí, más de 4.000 edificios afectados (según Copernicus, sistema de observación por satélite de la UE), 5.200 comercios dañados, (según la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Valencia) y 48.000 reclamaciones registradas en el Consorcio de Seguros relativas a daños en viviendas. Con este panorama, la Unidad de Evaluación de Daños, coordinada por la Generalitat Valenciana y gestionada por el Instituto Valenciano de la Edificación (IVE), ha puesto en marcha un plan integral de inspecciones gratuitas. Arquitectos técnicos colegiados están revisando estructuras y sistemas de edificios para garantizar su seguridad y habitabilidad y facilitar el acceso a las ayudas públicas. «Desde el Colegio Oficial de la Arquitectura Técnica de Valencia (COAT Valencia) hemos aportado a los arquitectos técnicos que, tras ser convocados, solicitaron formar parte de la Unidad de Evaluación de Daños en Edificios. Son profesionales con experiencia, muchos de ellos con formación en intervenciones ante catástrofes e inundaciones, algo especialmente relevante en este contexto. A partir de su incorporación, es el IVE quien les convoca y gestiona la actividad técnica de la Unidad en colaboración con los ayuntamientos, que son los encargados de recibir las solicitudes de inspección por parte de los ciudadanos», explica a El Norte, Vicente Terol, presidente de COAT Valencia.
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La misión de estos profesionales es evaluar estructuras, sistemas e instalaciones y determinar si los inmuebles son seguros y habitables, y detallar en informes técnicos las reparaciones necesarias para acceder a ayudas públicas. La respuesta de los colegiados de toda España ha sido ejemplar. También la de los vallisoletanos, que se han sumado a esa red de apoyo para garantizar la seguridad y la recuperación de las zonas afectadas. «De forma coordinada hay que hacer un primer diagnóstico de las viviendas afectadas y ver si reúnen las condiciones de seguridad, de habitabilidad y de salubridad de forma que los afectados puedan entrar a sus viviendas», indica Jerónimo Alonso, vocal del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Valladolid. «La coordinación es importantísima. Desde Valladolid, estamos coordinados con los organismos valencianos y expectantes para prestar nuestra cooperación en lo que sea necesario. Cuando nos lo indiquen prestaremos nuestros servicios a través de voluntariado o de otros sistemas de cooperación para poner esto un poquito en orden», prosigue Alonso.
Tras ese primer diagnóstico, habrá que hacer unas segundas evaluaciones para ver las afecciones y las patologías presentes y futuras. «La ingeniería ha dado respuesta siempre y gracias a ella somos capaces de reconducir el agua, pero es una labor de muchos años», dice Alonso orgulloso de su profesión. «Es importante remarcar que Musaat, la Mutua de la Arquitectura Técnica, dispone de una bolsa de peritos denominados 'de acción rápida', a disposición de los siniestros que necesiten la intervención del perito», recalca.
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Noel Aguado Pocero vallisoletano con 16 años de experiencia. Multiservicios Aguado
Veinte días después de la tragedia, el lodo sigue siendo una amenaza latente en muchos pueblos de Valencia. En este escenario tan crítico, el oficio de pocero, muchas veces denostado, ha emergido como una profesión imprescindible para la recuperación de la zona cero. Equipados con camiones cuba, bombas de presión y herramientas especializadas, los poceros están siendo capaces de liberar los sistemas de alcantarillado de toneladas de barro antes de que se solidifique y provoque un colapso total.
Noel Aguado es un pocero vallisoletano de 32 años y con 16 de experiencia. Él lo tiene claro: «La prioridad es limpiar imbornales, colectores y toda la red de alcantarillado para que, si llega otra tormenta, el agua pueda fluir como debe y no se inunden las calles otra vez,» explica. «Mucha gente, con buena voluntad, ha tirado el barro a las alcantarillas, sin darse cuenta de que eso empeora la situación. Lo idóneo sería llevar camiones cuba a los pueblos afectados y deshacer el barro del alcantarillado con agua a presión, y a la vez, irlo absorbiendo. Lo siguiente sería revisar las arquetas de las comunidades de vecinos que, seguro que están llenas de barro y porquería, lo mismo que las tuberías colgadas. Ya entonces podrían entrar los fontaneros a reponer lo que haga falta», prosigue Noel, quien echa en falta la existencia de una asociación que ampare a todo el gremio.
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Noel montó su propia empresa en el 2015. Lo suyo es totalmente vocacional. Este joven afirma estar preparado para acudir a la zona cero en cuanto sea necesario. «Ante la falta de información, no me atreví a dar el paso en los primeros días, pero ya he hablado con aseguradoras con las que trabajo habitualmente para ofrecer mi ayuda en viviendas y comunidades cuando llegue el momento. Mi especialidad es el trabajo en comunidades de vecinos. Es ahí dónde más puedo aportar», indica este pocero vallisoletano, que opina que esta tragedia ha puesto en evidencia la importancia de su trabajo, muchas veces subestimado: «No todo el mundo puede ser ingeniero o informático. Mi profesión, por decirlo, puede parecer un poco asquerosa, pero es completamente necesaria. Alguien tiene que hacer este trabajo y esta catástrofe lo ha dejado claro. Lo mejor de este oficio es la sensación de ayudar a la gente cuando su casa se está inundando. Eso es algo impagable» relata siendo muy consciente de que su profesión no resulta demasiado atractiva para los jóvenes. «Esta catástrofe puede hacer cambiar la percepción de la gente. Es un trabajo duro, pero imprescindible. En mi equipo tengo gente joven con muchas ganas, y eso me da esperanza para el relevo generacional», concluye.
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