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«Estamos llamados a transformar el dolor en virtud», asegura Luis Argüello en su más reciente carta pastoral, publicada este sábado. El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal pide en ella que «el asombro dolorido», el «desgarro» y la «pérdida» provocadas por ... las riadas en Valencia y Albacete contribuyan a que la solidaridad de «palas y escobas» invite a «tomar otros instrumentos». Por ejemplo, «el de la vida asociada, el de la caridad política, el de no dejar pasar de largo cuantas ocasiones tengamos de cultivar la amistad social y la fraternidad entre nosotros».
El máximo representante de la Iglesia Católica en España lanza además un duro mensaje contra la respuesta que a esta catástrofe se ha dado desde la política. «¿A quien mirar? Ni el Estado ni el Mercado pueden salvarnos, aunque en el último tramo del tiempo moderno se hayan presentado como salvadores que pueden cumplir lo que prometen.Reducidos a consumidores y Estado nos proponen una salvación, ¡el progreso!, que no basta». Y añade que «el Estado y el Mercado necesitan el don para regenerarse y abandonar toda pretensión mesiánica». Frente a esto, Argüello observa con agrado que «la tragedia ha vuelto a despertar un alma común y fraterna, un deseo de compartir y ayudar, un don que no es comercio y un compromiso que no es voto».
«La fraternidad ejercida en estas semanas es un indicador de la bondad que anida en el alma humana, como la respuesta adecuada a nuestra vulnerabilidad irremediable». Y, por eso, anima a proclamar que «el corazón humano está bien hecho, es hijo del amor y llamado al amor, pero está herido». ¿En qué sentido herido? «En estos días hemos visto la rapiña y el populismo de la antipolítica. Por eso, la pregunta sigue en pie:¿Quién nos librará de la culpa originaria de la que brotan la codicia y la dominación?»
El arzobispo de Valladolid entiende que «este acontecimiento catastrófico nos llama a la humildad y a la esperanza y paciencia activas» y apunta que «con la culpa podemos jugar 'ad finitum'». «Se habla de la tecnología de prevención y aviso, de la coordinación de respuestas en el Estado autonómico, de la relación entre los políticos y del uso calculador y politiquero de todo lo que ocurre, del 'pueblo que salva al pueblo'...Podemos ir hacia atrás, el urbanismo de las útimas décadas, el calentamiento del Mediterráneo a causa de nuestro sistema de producción y consumo, a la conveniencia de construir presas y embalses, a la defensa de las cosas aun a riesgo de la vida propia y ajena...». Una cadena de responsabilidad que, apunta Argüello, provoca un «desgarro difícil de recoser».
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Ricardo Sánchez Rico
«Con las lágrimas aún en el corazón, ¿a dónde mirar?,¿dónde encontrar una tabla de salvación?, ¿quién tiene la culpa?, ¿quién hace justicia a los muertos?». La carta pastoral de Argüello concluye con una petición para «seguir orando por los fallecidos y siendo solidarios con los damnificados». Además, en su última frase, invita, de nuevo a «transformar el dolor y la emoción en virtud».
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