Corrían los años 50 y por las calles del centro de Valladolid rara vez se veía algún vehículo a motor. Los coches eran un artículo de lujo que solo se podían permitir las clases más pudientes y las motos, poco a poco, se comenzaron a ... convertir en la mejor alternativa de movilidad por las ciudades para los trabajadores, aunque para los trabajadores con género masculino, eso sí. El mundo del motor era cosa de hombres, pero ella estaba dispuesta a derribar barreras y no solo las echó abajo en la carretera. Su nombre es Teodora Espinosa y fue pionera en el uso de la moto por Valladolid y ahora, a sus 87 años, va a recibir una mención en Pingüinos por abrir camino en la capital vallisoletana a la mujer motera.
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«Era la única mujer que iba en moto por Valladolid y que se ponía pantalones en aquellos tiempos. La gente al verme se quedaba extrañada», asevera Teodora, que se convirtió en motera por necesidades del guion, porque necesitaba moverse rápido por la ciudad para ir al trabajo. «Mi padre me compró mi primera moto, una Gucci, cuando cumplí 18 años. Tenía que ir a la obra a trabajar con él, cuando en el ramo de la construcción estaba prohibido que trabajasen mujeres», relata esta octogenaria vallisoletana para dejar bien claro que tuvo que pelear mucho para que su condición de mujer no le frenase sus ganas de vivir como ella quería. «Tenía el pelo largo, me ponía una gorra y me tapaba, pero me denunciaron por ser mujer, aunque cuando llegaron los inspectores me dijeron: 'chaval, habla con estos señores' y me tuve que hacer pasar por un chico para no tener problemas», recuerda.
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Los tiempos han cambiado mucho para los conductores que se adentran por las calles de Valladolid, y cambiarán aún más cuando sea efectiva la zona de bajas emisiones. «Antes no había ni coches por la calle cuando iba yo con la moto. Se conducía muy bien, no había atascos ni guardias y se podía aparcar con facilidad en cualquier sitio. Ahora las cosas son muy diferentes», afirma Teodora, que ha conducido por Valladolid tres motos diferentes, todas ellas muy recordadas por los amantes de los clásicos. «Después de la Gucci tuve una Velosolex y luego una MV que me dejó mi cuñado», apunta.
¿Y qué le parece a Teodora el reconocimiento que va a recibir por parte de la concentración motera de su ciudad? Pues muy bien, como no podía ser de otra manera. «Me hace mucha ilusión que se hayan acordado de mí en Pingüinos porque me han gustado siempre mucho las motos», afirma.
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Teodora ha sido, durante toda su vida, una rompedora de los clichés establecidos. Por romper, ha roto hasta con uno de los dichos más repetidos por los usuarios de moto, ese que dice que hay dos tipos de moteros: los que se han caído y los que se van a caer. Esta mujer que lleva la gasolina en las venas ni se ha caído ni se va a caer de una moto. «No me he caído nunca y ya no me voy a caer porque, por mi edad, no voy en moto», sentencia esta vallisoletana, que asegura que nunca ha acabado en el asfalto porque tuvo un gran maestro de conducción sobre dos ruedas. «Mi padre me llevó a San Isidro para enseñarme a conducir y allí aprendí, cuando todavía no habían hecho ni el cuartel», apunta.
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