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«Es de estas situaciones que sabes que nadie se puede librar de ello, pero por tu edad, miras estadísticas y piensas que tienes altas probabilidades de que no te toque, y si te toca, que va a ser un proceso gripal. Nadie se llega a ver con esta edad en un proceso más complejo, llegando al hospital o más grave». Así resume Diana Gutiérrez, vallisoletana de 43 años, su percepción acerca del coronavirus, aunque nunca subestimando a la enfermedad porque «está acompañado de muchísimas muertes y por desgracia en mi entorno cada vez sé de más personas». Lo veía como una «experiencia» lejana, pero esta mujer, periodista de profesión y residente en Arroyo de la Encomienda, se contagió de la covid-19 y llegó a estar cinco días ingresada en el Hospital Río Hortega de Valladolid, en planta.
Sábado, 24 de octubre. Primeros síntomas. «Muchísima congestión nasal y dolor de garganta», que Gutiérrez atribuyó a un proceso gripal «como los que vivo algún invierno». Pensó que se estaba «cogiendo algo», aunque encontró similitudes con el «malestar» que sufría inviernos pasados. Al día siguiente, domingo, ya comenzó a preocuparse. El malestar que en un primer momento sufrió se convirtió en «cuerpo dolorido y un poco de febrícula». Fue entonces, recuerda, cuando decidió llamar a Urgencias y le realizaron el pertinente test. «Tuve un momento de inquietud, por suerte vivo sola y pude aislarme en casa», comenta.
Asimismo, reconoce que el tiempo que transcurrió hasta que le confirman que es positivo en covid –el miércoles 28– experimentó un «proceso malo». «Cuando me dicen el positivo sentía como que estaba mejorando, incluso me sentía mejor, pero al día siguiente empecé a tener tos y a no hacer respiraciones completas, a adaptar mi inspiración a no querer toser y marearme, y el viernes ya estaba muy mareada, no podía respirar bien y una amiga sanitaria me aconsejó que llamara a Urgencias porque lo que podía ser muy atajable, podía llegar a complicarse», señala.
Entonces, los profesionales sanitarios creyeron conveniente hospitalizarla. Estuvo cinco días ingresada en planta en el Río Hortega, momentos en los que «nunca tuve miedo, pero estaba angustiada, empieza a plantearte que la cosa puede ser más seria». «No he tenido miedo nunca ni por un momento pensé que me iba a pasar algo muy grave, no pensé que no fuera a salir de ahí, pero te planteas que aquí no hay nadie inmune y puede pasarlo cualquiera», incide, mientras subraya que «pensé que, pasara lo que pasara, ahí es donde mejor podía estar, en las mejores manos, pero es verdad que sabes que algo más grave te pasa que va más allá que con lo que contabas que te podía suceder».
Ahora, ya con el alta médica, quiere lanzar un mensaje de ánimo e insta a «no tener miedo y ser mentalmente fuertes». «No hay que tener miedo, la vida es así, hoy se llama covid y mañana puede ser cáncer o depresión», apunta, mientras considera que la crisis sanitaria es «en cierto modo una gran oportunidad porque nos estamos diciendo cosas muy bonitas». «Aunque te toque, la mayoría de la gente sale adelante. Hay que tener la mente fuerte y si hay que pedir ayuda, tener el valor de hacerlo», añade.
Ha pasado más de un mes desde que pasó la covid-19, pero aún tiene secuelas, fundamentalmente el cansancio. «El cansancio es brutal, gusto y olfato nada y la tos está ahí de vez en cuando. Lo peor es esa sensación de levantarte por la mañana, llegar el mediodía y no poder más, como si llevara todo el día trabajando a lo bestia, sin parar, sin descansar y con falta de sueño».
Esa sensación, reflexiona, es «muy desagradable porque es muy limitante». «Es con lo que peor estoy lidiando, tengo prisa por sentirme fuerte y volver a hacer todo lo que hacía antes», sostiene Gutiérrez.
Asimismo, apunta hacia un momento que le marcó: «Salir a pasar un kilómetro, no más, ir hablando y tener que pararme en un banco porque estaba como si me fatigara». «Sentí un poco de miedo por salir otra vez y exponerme, me fatigaba mucho ir tapada con la mascarilla».
Desconoce cómo pudo contagiarse, pero cree que tuvo que ser «en algún acto porque se contagió gente con la que había tenido roce». «En un principio lo había achacado a una formación presencial, pero no nos encajaba porque era muy poco tiempo, con ventanas abiertas y mascarillas todo el rato. Luego hubo un acto en el que acudieron varios compañeros y pienso que pudo haber sido ahí, pero estuvimos todo el tiempo con mascarilla y no llegas a entender y saber las maneras que lo has podido coger; quizás en algún momento que te relajas, no eres consciente de que estás tocando algo o a alguien y pasa», sentencia esta mujer.
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