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Juan Carlos Pasalodos, rodeado de archivos de documentación. Carlos Espeso
Ovnis, ruinas y momias: el vallisoletano que estudia los grandes misterios de Valladolid

Ovnis, ruinas y momias: el vallisoletano que estudia los grandes misterios de Valladolid

Juan Carlos Pasalodos organiza visitas guiadas por los rincones más enigmáticos de la ciudad y acaba de publicar un libro donde recopila sus investigaciones

Víctor Vela

Valladolid

Martes, 10 de septiembre 2024, 06:50

¿Qué es el misterio? Juan Carlos Pasalodos (Valladolid, 1975) tiene una palabra, una sola palabra, para responder a esta pregunta. «El misterio es desconocimiento». Tan sencillo -tan complicado a la vez- como eso. Desconocimiento. «A nuestro alrededor pasan infinidad de cosas que encierran una parte no visible, no conocida, oculta. Y eso es lo que les otorga un halo de misterio» , asegura Pasalodos. En cuanto hay datos, registros, evidencias certificadas y científicas, el misterio se deshilacha, se difumina, en ocasiones desaparece. Pero si hay un resquicio para la duda, para la leyenda, para la investigación… el misterio se hace fuerte. Pasalodos es un enamorado de esas grietas de la realidad donde el enigma anida. Lo demuestra con su último libro, 'Valladolid misteriosa', un volumen de casi 400 páginas, editado por Almuzara, que repasa alguno de los episodios más fantásticos, increíbles e inexplicables de la historia de la ciudad. Sus momias, sus ovnis, sus casas encantadas, sus cementerios olvidados…

«El tema del misterio me ha gustado desde siempre, desde los años 90»; cuenta Pasalodos, quien coleccionaba revistas que en aquella década ocupaban un lugar destacado en las vitrinas de los quioscos. 'Enigmas', 'Año cero'. Ahí se hablaba de objetos volantes no identificados, de espíritus y apariciones, de leyendas míticas como el monstruo del Lago Ness, el triángulo de las Bermudas. «A mí, lo que más me ha interesado han sido las ruinas, los misterios históricos». En su libro cuenta que, de niño, iba a menudo a Tordehumos, donde tiene sus raíces la familia por vía materna. «Cada vez que veía las ruinas del castillo en lo alto del cerro, me imaginaba que allí sucedían historias misteriosas», recuerda. Le llamaba la atención que en esas revistas, en esos libros, casi nunca se hablaba de su tierra, de Castilla y León. «Y en todas partes, hasta en los lugares más recónditos, ha habido o hay sucesos misteriosos». También, claro, en Valladolid.

En 2019, le contactaron desde la empresa Rutas Misteriosas para montar varias visitas de este tipo en la ciudad. Juan Carlos ya se había hecho un nombre en el mundillo gracias a una investigación convertida en libro, 'Las tumbas secretas de Rennes-Le Château'. Allí hurgó en el pasado de este pueblecito francés «donde confluyen historias de templarios, tumbas, el priorato de Sión». Todo esto no suena extraño a los lectores de Dan Brown, que supo también de este pueblo antes de escribir 'El código Da Vinci'. El caso es que invitaron a Pasalodos a montar visitas guiadas por los rincones más misteriosos de Valladolid. Hoy mantiene cuatro en activo (incluido un recorrido por el Campo Grande y la Casa de Zorrilla). Gran parte de la documentación y de los casos empleados para montar esas rutas han sido los cimientos para este libro lleno de curiosidades. «Porque no solo está incluido lo que comentamos en las visitas, sino que hay mucho más». Y para eso, ha articulado la obra en tres partes. Una Valladolid misteriosa, con historias de cementerios, momias, santos. Una Valladolid paranormal, con ovnis y fenómenos extraños. Y una Valladolid de espacios mágicos, «lugares de poder», como el osario de Wamba, el despoblado de Villacreces o Aniago.

Osario de Wamba. Rodrigo Ucero

Por este libro se pasean personajes «sobrenaturales» o con historias que coquetean con lo enigmático, lo mágico, lo milagroso. Como el Padre Bernardo Francisco de Hoyos, que en 1733 vio como ante él se aparecía el Corazón de Jesús. O como Marina de Escobar y sus sueños premonitorios. O como el escultor Gregorio Fernández, cuyo cuerpo enterrado se mantuvo incorrupto durante al menos 85 años. El artista falleció en 1636. En 1721 su tumba fue abierta para sepultar a los nuevos propietarios (no disponía de concesión perpetua) y al hacerlo, los enterradores descubrieron que el cuerpo de Fernández estaba casi entero, a pesar del mucho tiempo transcurrido.

Momia de Rodrigo Calderón, en Porta Coeli. El Norte

Las momias famosas tienen un lugar destacado en este trabajo. «A mí me gusta especialmente la historia de Rodrigo Calderón», reconoce Pasalodos. Calderón (uno de los favoritos del rey Felipe III) está enterrado en el convento de Porta Coeli, en Teresa Gil, del que era benefactor. Había amasado una importante fortuna gracias a la especulación inmobiliaria (fue hombre de confianza del Duque de Lerma), pero el rey, harto de los tejemanejes, puso en marcha una investigación que destapó «un entramado de corrupción e irregularidades». Se abrió un proceso contra Calderón y fue condenado por hasta 214 delitos (incluidos los fraude, cohecho y brujería). Fue degollado el 21 de octubre de 1621 en la Plaza Mayor. Las monjas vallisoletanas reclamaron su cadáver. «Existe la leyenda de que una de las monjas acabó enamorándose ciegamente de don Rodrigo y se pasaba las noches en vela, llorando junto al féretro. A la muerte de esta mujer y a lo largo de los años, varias religiosas dieron testimonio de que, por las noches, se escuchaban los llantos del fantasma de su compañera».

Los temas paranormales cuentan con un capítulo propio en este volumen. Primero, con casas donde suceden extraños fenómenos (luces que se encienden) o residencias de ancianos en las que sus usuarios tienen visiones de sus padres o de figuras con el hábito de monja. «Hay varios trabajadores de esta residencia que dicen ver pasar sombras, puertas que se abren y se cierran, escuchar fuertes golpes o gritos estremecedores que proceden de la nada». Y segundo, con objetos volantes no identificados. Estos capítulos se han construido a partir de los testimonios de decenas de personas que aseguran haber sido testigos de avistamientos en tierras vallisoletanas. «El valle del Esgueva ha tenido siempre una actividad ufológica sin precedentes. Es una autopista ovni», dice Pasalodos, que recopila varios de estos fenómenos. En Valladolid, muchos están vinculados a un dominico, Antonio Felices, quien en 1959 llegó al colegio de las Arcas Reales. Interesado por el tema, comenzó a viajar por los pueblos y a entrevistar a testigos que aseguraban haber visto platillos volantes.

Esa tarea de recopilación la ha continuado Pasalodos, que da cuenta de avistamientos en Renedo en el verano de 2006 o en febrero de 2015. «En agosto de 1980, un vecino de Villanueva de los Infantes regresaba con su madre a Valladolid cuando, a la altura de Castronuevo, vio un objeto brillante de color anaranjado que se situó a unos cincuenta metros a su izquierda. Circuló paralelo a ellos durante varios kilómetros. Otra luz anaranjada vieron un padre y su hijo de madrugada, en septiembre de 1994, en Villarmentero de Esgueva». Hay también historias de Olmos, de Piña, de Esguevillas, de Villafuerte, de Castrillo-Tejeriego. El avistamiento más impactante en Valladolid capital tal vez fue el registrado el 16 de septiembre de 1965.

Noticia publicada en la portada de El Norte de Castilla el 17 de septiembre de 1965. El Norte

El Norte de Castilla contó al día siguiente cómo miles de personas decían haber visto en el cielo un objeto luminoso que permaneció allí durante al menos cuatro horas. El piloto Heliodoro Carrión, que se encontraba de vuelo por la zona, pidió permiso a la torre de control de Villanubla para acercarse. «Dijo que vio un aparato de color blanco o plateado, de forma triangular, con dimensiones similares a tres aviones de pasajeros juntos, sobre la vertical de Villanueva de los Infantes».

El Ministerio de Defensa tiene incluso consignado un expediente ovni ocurrido en Villalón de Campos en 1968. «Me siguen llegando mensajes de personas que aseguran haber sido testigos de un avistamiento. Siguen ocurriendo, aunque quizá no se les de la debida importancia simplemente porque, por culpa de las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, cada vez resulta más complicado discernir entre lo auténtico y lo falso, saber si una imagen ha sido trucada», indica Pasalodos.

Su libro recuerda leyendas clásicas (como la del sillón del diablo), casos reales aparecidos en prensa (como las profanaciones de cementerios o los restos óseos hallados en Macías Picavea en 2016), ejemplos de exorcismos y asesinatos con extrañas coincidencias en el tiempo y lugar (como dos descuartizamientos ocurridos en 2016, «en torno a las mismas fechas y con el mismo 'modus operandi', con mujeres que fueron matadas y sus restos arrojados al río»). Y además, los numerosos cementerios y espacios vinculados con la muerte que hay en el entorno del Campo Grande, la maldición del Teatro Zorrilla («el día que el teatro ocupe todas sus butacas, este será pasto de las llamas») o el pasadizo secreto de la catedral («una misteriosa galería, a doce metros de profundidad»).

Rodríguez Bolaños, exalcalde de Valladolid, mira los restos del Conde de Gondomar, antes de su traslado a la iglesia de San Benito (1991). El Norte

¿Puede crecer el libro con más casos y leyendas? «Puede, claro que sí. Sobre todo, con nuevos datos para las historias que ya conocemos. Me gustaría, por ejemplo, saber más sobre el Conde de Gondomar, un personaje muy desconocido en la historia de Valladolid». Diego Sarmiento de Acuña, primer conde de Gondomar, fue corregidor de Valladolid entre 1602 y 1605 y embajador de España entre 1613 y 1622. Su palacete es la hoy conocida como Casa del Sol, vinculada al Museo de Escultura. «Lo más destacado de esta casa fueron siempre las habitaciones destinadas a albergar su impresionante biblioteca, una de las más impactantes del siglo XVII», cuenta Pasalodos, quien recuerda que ahí pudo haber hasta 15.000 libros. Parte de su contenido se encuentra hoy repartido entre la Academia de la Historia, la Biblioteca Nacional y la del Palacio Real. «Su historia es fascinante y se tendría que investigar más», explica Pasalodos, quien hace unos años consiguió hacerse con unas fotos de la momia del conde.

«Y hay muchos más casos que pueden formar parte de esta Valladolid misteriosa. Hasta que no se investiguen más, hasta que no se sepan más datos, se puede alimentar este libro», explica Pasalodos, para recordar, como decíamos al principio, que lo misterioso es fruto, sobre todo, del desconocimiento.

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