No ha tomado posesión del cargo y ya tiene adversarios encarnizados. Borja Sémper (PP) le incluyó dentro del sintagma «equipo de perfil político» esgrimido por el PSOE y que los populares traducen como «agresivo». Porque para el PP así fue la primera actuación de Óscar Puente ... Santiago (Valladolid, 1968) en el Congreso de los Diputados. «Macarra», le dijo Isabel Díaz Ayuso. «Ejemplo de macarrismo», abundó Sémper.
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Como alcalde de Valladolid ya había conseguido una cierta proyección nacional por esa relación peculiar que mantenía con Pedro Sánchez desde que se convirtió en su adalid contra el aparato del Partido Socialista. Un protagonismo que le convirtió también en la diana de los activistas de extrema derecha en redes sociales conforme ganaba fuerza dentro del partido. Publicaron sus vacaciones en un resort, la excursión en el yate de un amigo empresario -con denuncia incluida, archivada y con el querellante, Pro Lege, obligado a pagar las costas-, le grabaron conduciendo un todoterreno de lujo prestado.
Siempre proclamó que su gran objetivo político era ser el alcalde de su ciudad, Valladolid. De hecho negó dos veces a Sánchez cuando este le ofreció, anteriormente, ser ministro. Sí aceptó ser portavoz de la Ejecutiva Federal del PSOE, en una etapa que resultó breve. Hubo quien lo leyó como una destitución por incomparecencia. Dejó de acudir los lunes y comenzaron a actuar otros, como Patxi López. Él mismo explicaba recientemente a El Norte que no se sintió cómodo en ese papel en ningún momento. Y que decidió dejarlo. Aunque matizaba que en teoría seguía en el cargo, porque Pedro Sánchez en ningún momento le hizo cesar en el puesto.
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Tras perder las elecciones municipales ganándolas, al revés de lo que le ocurrió en 2015, proclamó que su intención era volver. Cambió, de hecho, su perfil tuitero, lo que en él es toda una declaración de intenciones en la red social que más transita. «I'm back», escribió. Apostaba por reconquistar la Alcaldía en 2027, cuando Jesús Julio Carnero (PP) tenga que hacer frente, argumentaba, a sus incumplimientos. Porque, concluía, «el soterramiento es inviable».
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Si Ciudadanos hubiera sumado un escaño más en aquel 2015, probablemente Óscar Puente no sería hoy más que un abogado vallisoletano y, quizá, militante socialista. Porque el resultado del PSOE en aquellos comicios fue el peor en décadas, con Podemos al alza y Toma la Palabra en crecimiento. Pero las cuentas salieron y se convirtió en regidor. Ocho años después, Puente se había convertido además en secretario provincial de los socialistas, había ganado cada batalla interna que se había disputado y había sido una de las voces más activas del PSOE autonómico contra la Junta de Castilla y León. Tanto cuando gobernaban PP y Ciudadanos en mitad de la pandemia como en la etapa de PP y Vox.
En Google, en un día de bucear en biografías personales, salían dos «preguntas relacionadas» al teclear «Óscar Puente». Una era «de dónde es» y la otra «quién es su pareja». La respuesta a la primera cuestión es que nació en Valladolid en 1969, aunque parte de sus orígenes familiares están en Sarriá (Lugo). Allí rindió una visita institucional-personal en el año 2017. En 2022 fue el pregonero de las fiestas de San Xoán en la localidad. También estudió en Valladolid, en la UVA, en la Facultad de Derecho, donde se licenció, y también aquí se aficionó al teatro, con Juan Antonio Quintana como maestro en las tablas. Esa pasión teatral, que aún mantiene aunque sea solo como espectador, y los debates municipales encarnizados con Javier León de la Riva, primero, y con José Antonio Martínez Bermejo, Pilar del Olmo, José Antonio De Santiago-Juárez y, ahora, Jesús Julio Carnero, le han otorgado muchos reflejos en el cuerpo a cuerpo dialéctico.
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Puente, como comprobó el PP en la investidura fallida, es un parlamentario incómodo. Contundente, a veces a riesgo de caer en la falta de respeto al rival, tiene memoria para rescatar debilidades del adversario. Como ministro, sin embargo, tendrá que readaptar su perfil. Sin pasarse. Como ha dicho el popular Borja Sémper, su jefe de filas buscaba «perfiles muy políticos», y Puente debe cumplir con lo que se le pide. Solo que esta vez tendrá que gestionar, en lugar de una ciudad con 350 millones de euros de presupuesto, una cartera que representa los sueños de infraestructuras de todos los territorios de España. Y eso, en alguien que ha tenido disputas por su vallisoletanismo acendrado incluso con su compañero José Antonio Diez (alcalde de León), es un reto mayúsculo.
Precisamente por eso en su partido no le veían como futurible candidato a la Junta. Sí, algunos, como eurodiputado. Lo de ministro le llega en el momento adecuado. Y en 2027, cuando las municipales asomen a finales de mayo, se verá. Con el vértigo que rodea su trayectoria política, nunca se sabe.
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