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En la calle Caamaño, Pedro Luis Benito espera en el portal de su edificio. Acaba de subir hasta su casa la compra de la semana. Una sandía, detergente, carne para cenar y algún bote de legumbre. Desde hace 19 años vive en el quinto piso ... de este bloque de Delicias, donde 82 escalones le separan cada día del portal a la puerta de su vivienda. Unas escaleras que sube en más de tres ocasiones al día y que algunas veces se hacen más cuesta arriba. «Hay días que llegas arriba echando la bilis. Es inhumano tener que vivir así en 2023», resume.
El bloque está organizado en un patio de luces que lleva a dos escaleras, una para los pisos de la izquierda y otra para los de la derecha. Hace más de una década hubo un intento de instalar un ascensor en el patio interior que no salió adelante. Sobre la mesa les plantearon tres opciones. Pagar en función del piso, cuanto más alto más se pagaba, dividir el coste en función de la superficie de la vivienda o hacer el pago de forma más equitativa entre todos los vecinos, independientemente de las características de cada vivienda.
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«Al final por los vecinos del bajo no se pudo hacer, yo entiendo que no quisieran pagar, ya que no iban a hacer uso del ascensor. Pero quizá se debería haber pensado en el resto. Si por mí fuera habría asumido más coste y que ellos no pagarán nada», asegura Benito. Este inquilino de la calle Caamaño sabe lo que es vivir sin ascensor desde hace muchos años, ya que cuando era pequeño residía con sus padres en la misma calle, en el portal de la acera de enfrente, donde tampoco había elevador. En la actualidad tampoco se ha instalado uno. «Cuando ellos se hicieron mayores vendieron la casa y se fueron a vivir a otro edificio que sí tenía», explica.
Sus padres no son los únicos que han optado por esta opción. «La mayoría de los vecinos que tengo ahora son nuevos inquilinos. Llega un momento en el que las personas mayores no pueden vivir subiendo escaleras a diario y se van a otro edificio. Optan por irse antes de luchar por el ascensor», comenta Benito. Él también será uno de estos casos en unos años. Acaba de terminar de pagar la hipoteca y ya piensa en mudarse a otra vivienda más accesible. Con 52 años, sabe que llegará un día cuando las escaleras supongan un esfuerzo casi imposible, una experiencia que ya vivió por una lesión. «Me operaron del meñisco hace cuatro años y tuve que irme con mis padres. Era imposible vivir aquí y bajar y subir en muletas, no podía subir a mi casa. Al final estuve un mes y una semana con ellos antes de poder volver», relata.
Benito es uno de los más damnificados del bloque, ya que vive en la última planta del edificio, pero sus vecinos también sufren estos problemas de accesibilidad. Una de ellas vive también en este quinto sin ascensor. «Pide la compra a domicilio y ves al hombre subir las escaleras cargado con cajas, que llegan extasiados. A veces tienes que ayudarles, para que al menos se ahorren un viaje», comenta Benito. Él lo sabe de primera mano, ya que cuando realiza la compra va preparado con dos bolsas y una mochila, donde mete lo más pesado. «Cuando compro fruta, patatas o verdura. Al final sumas kilos y es una barbaridad. La leche o el agua, son productos que pesan mucho y solo los puedes subir así», finaliza.
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