Curioseando por Valladolid
Los ojos de los comercios de Valladolid que todo lo veíanCurioseando por Valladolid
Los ojos de los comercios de Valladolid que todo lo veíanTodavía se pueden ver huellas del antiguo Valladolid gremial en el corazón de la ciudad y, si quieres aventurarte a descubrirlo, sólo tienes que desplazarte hasta la plaza de Fuente Dorada. Aunque sí es cierto que las calles Lencería y Platerías también guardan estos restos ... en lo más alto de sus calles.
Publicidad
Estos restos de la época gremial que guarda en su interior Valladolid se encuentran salpicados -y bastante escondidos- en rincones cuyos nombres ya nos dan una pista de lo que aconteció en el lugar. Estos nombres recuerdan a la organización económica de la villa durante el medievo. Estamos hablando del caso de la calle Lencería, vía que conformó la plaza del Mercado junto a su compañera, la calle Platerías.
Es allí donde se instalaron los famosos gremios de los plateros y los orfebres, en el que también entra el famoso callejón de Torneros que aún sobrevive como una huella casi intacta de los siglos pasados. Fue a mediados del siglo XIII cuando se estableció la famosa plaza del Mercado, hoy conocida como la Plaza Mayor. A pocos metros nos encontramos con otro ágora como es Fuente Dorada.
Da la casualidad que entre estos dos centros mercantiles es donde perduran estas reliquias que recuerdan la intensa actividad artesana y comercial que se realizaba en esos espacios hace siglos atrás.
Si el viandante alza su vista hacia lo más alto de los soportales, podrá ver las mirillas que se abren en los techos de la Plaza Mayor, la calle de Ferrari y la plaza de la Fuente Dorada. Y es que en estas zonas se tardó poco en realizar restauraciones a las que pocos 'ojos' sobrevivieron. Aún quedan algunos y son un referente para los viandantes curiosos que quieran hacerse una imagen de lo que, antaño, fueron las típicas viviendas de maestros artesanos y de comerciantes.
Publicidad
A pie de calle los ciudadanos se encontraban el taller en estado puro, visible al público, tal y como se especificaba en las normas que regían los oficios. El espacio, además de taller artesano ejercía de tienda, eso sí, en contadas ocasiones. Como era costumbre los pisos superiores al lugar del taller eran el hogar del comerciante propietario del negocio, así como de su familia. Y más allá de la familia en aquellas casas también residían los aprendices de estos gremios, a los que los dueños debían alojar, alimentar, y por ende, tutelar en la doctrina cristiana durante varios años. Estos curiosos agujeros en los techos de los soportales servían para que los artesanos pudieran ver a través de ellos, sin bajar de sus casas, y así, poder ver quien llamaba a las puertas de sus talleres a pie de calle. Es decir, que el uso de la mirilla con el tiempo no es que haya cambiado mucho.
Noticias relacionadas
Carolina Amo
Carolina Amo
Carolina Amo
Ahora los antiguos ojos de los comerciantes son un simple adorno decorativo más a la vista de los viandantes de Valladolid. Con la llegada de la Guerra Civil española en 1936, estos vestigios gremiales fueron desapareciendo y los que quedaron sirven como huellas a través de las que observar el paso del tiempo
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.