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Los vallisoletanos arropan a los agentes que sobrevivieron a los disturbios de la revolución de Asturias a la salida del funeral por los trece fallecidos celebrado en San Benito del 31 de octubre de 1934. El Norte

Noventa años de la mayor masacre de guardias civiles de Valladolid

Trece agentes destinados en la provincia fallecieron en acto de servicio en una semana durante la revolución obrera de octubre de 1934 ·

Jenifer Santarén

Valladolid

Martes, 28 de mayo 2024, 06:48

Una placa con 55 nombres, inaugurada el pasado martes durante el 180 aniversario del Instituto Armado, luce en la Comandancia de la Guardia Civil de Valladolid en honor a los agentes de la provincia fallecidos en acto de servicio desde 1856. En el listado, ... junto a la identidad de los caídos, destaca una luctuosa fecha por el número de agentes que perdieron la vida en fechas próximas al 6 de octubre de 1934. Doce de ellos perecían en las localidades asturianas de Sama y Carbayo, mientras que un decimotercero, el sargento Mauro Andrés Castañeda, lo hacía en Medina de Rioseco.

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Trece guardias civiles que fallecían durante los altercados de la revolución obrera con la que dio comienzo el cuarto mandato del líder del Partido Radical, Alejandro Lerroux, durante la Segunda República, consagrándose en tierras foráneas la mayor matanza de agentes destinados en la Comandancia de Valladolid.

Las crónicas de la época en El Norte de Castilla fueron testigo de aquella intentona revolucionaria, que tuvo lugar hace 90 años, y del contexto de crispación política y social que la envolvieron. La entrada de tres ministros de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de Gil Robles en el nuevo Gobierno de Alejandro Lerroux, provocó las reacciones de Izquierda Republicana y del Partido Nacional Republicano.

Ambas formaciones consideraron una «traición» la entrada en el Ejecutivo de quienes «ni votaron a la Constitución ni adquirieron significación republicana» y anunciaron la «ruptura de la solidaridad» con las instituciones, tal y como atestigua la hemeroteca del cinco de octubre. El sector de izquierdas veía amenazadas las reformas impulsadas por los distintos gobiernos republicanos desde 1931.

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Los rumores de una huelga general resonaban en las mismas páginas: «A las diez de la noche varios individuos visitaron los cafés céntricos de la capital para notificar a los delegados de los camareros la orden de paro (...) los tranvías, que deben parar a las dos de la madrugada, lo están efectuando a las once de la noche por coacciones».

Autoridades y asistentes a la salida del funeral por los fallecidos en San Benito del 31 de octubre de 1934. El Norte

Al día siguiente el periódico no salió de imprenta y no lo hizo hasta cinco más tarde. España amanecía el seis de octubre sumergida en una huelga general que derivó en una revolución obrera. En Barcelona la Generalitat de Lluis Companys declaraba la república catalana independiente. Y el movimiento se hizo fuerte en las zonas mineras de Asturias, empujado por la Alianza Obrera de UGT y CNT.

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Un fallecido en Medina de Rioseco

Cinco días más tarde del fundido a negro, la portada de El Norte de Castilla anunciaba el triunfo del gobierno de Alejandro Lerroux ante el «movimiento revolucionario y separatista». Las páginas de sucesos de la provincia narraban la gravedad de los altercados revolucionarios que acontecieron en Medina de Rioseco y que contrastaban con el fracaso en Valladolid, donde la huelga general se había desarrollado con escasa incidencia. No fue así en la localidad medinense, donde el asalto a una armería tuvo como resultado el fallecimiento del sargento Mauro Andrés Castañeda, un teniente «herido de consideración» y otros dos guardias civiles con pronóstico leve.

Los luctuosos acontecimientos tuvieron lugar a primera hora del sábado seis de octubre, cuando un destacamento se dirigía a aplacar un intento de robo en una armería de la plaza mayor de la localidad. «Apenas había llegado a las Escuelas Viejas, el destacamento se vio sorprendido por dos descargas casi seguidas, que les hacían unos grupos apostados en una calle próxima. Seguidamente sonó un tiro que recibió el sargento Andrés, quien cayó al suelo muerto», atestiguaba la crónica negra. El intento revolucionario fue aplacado ese mismo día por la Benemérita, que realizó 90 detenciones después de que «los sediciosos» tomaran el Ayuntamiento durante algunas horas.

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En Asturias, donde la revolución estaba bien organizada y los mineros contaban con dinamita y armamento, se llegó a proclamar la República Socialista Asturiana. Los enfrentamientos armados entre los llamados sediciosos y las fuerzas del orden se prorrogaron durante dos semanas y la toma de más de veinte cuarteles de la Guardia Civil y 98 casas cuartel dejó «más de 100 muertos», según contabiliza el Cuerpo. La mayor parte de los caídos combatían a las órdenes del capitán Alonso Nart, al frente de la Compañía de Sama y Langreo, donde estaban destinados 12 de los 40 agentes de Valladolid destacados en la cuenca minera y que cayó tras treinta horas de asedio.

Un destacamento de 40 agentes de la Comandancia de Valladolid combatió la revolución en diversos puntos de las cuenca minera

Las primeras noticias de lo acontecido en el norte llegaban a Valladolid el diez de octubre, cuando el periódico retomaba la tirada e informaba de la incidencia de la huelga en las distintas provincias. En Asturias los «graves sucesos» habían dejado bombardeos, cortes de electricidad y la interrupción de la línea de trenes que conectaba Madrid con Oviedo. «Han salido fuerzas de León, Madrid y Valladolid para vencer a los revoltosos, estimándose que la situación, está, en general, bastante dominada», recogían las informaciones, que ignoraban en aquel momento «si había habido víctimas y el número de ellas».

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La revolución en Asturias no fue sofocada hasta el 19 de octubre y para ello fue necesaria la intervención de la Legión y el envío de tropas regulares africanas. La represión de la fallida insurrección se saldó con más de 1.500 muertes y 30.000 personas encarceladas, según datos de la Fundación Pablo Iglesias.

La plaza descubierta la semana pasada en homenaje a los agentes fallecidos en Valladolid y detalle de la fecha y los nombres de los caídos durante la revolución de 1934. Mar García

Fue a finales de mes, el 26 de octubre, cuando el periódico informaba de la relación de guardias civiles de la Comandancia de Valladolid muertos en la insurrección asturiana. El teniente Juan Llovera, el cabo Francisco García y los guardias civiles Domingo Cillero, Baldomero López, Vicente García, Deogracias Vaquerizo, Ezequiel Rodríguez, Cayetano Gutiérrez, Cándido Sánchez, Pío Velasco, Luis Sánchez y Máximo Rodríguez, fallecían «en cumplimiento de su deber» en Sama y otros puntos de la cuenca Minera, entre los días cinco y once de octubre. Cuatro días más tarde una esquela anunciaba el funeral de los once agentes y del sargento de Medina de Rioseco asesinado durante el asalto a una armería, en la iglesia de San Benito de Valladolid.

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Funeral y homenaje en el Calderón

El acto fúnebre tuvo lugar durante la mañana del 31 de octubre, con una iglesia conventual, la de San Benito, atestada de gente a la que asistieron autoridades militares, judiciales y civiles. Entre ellos el gobernador del provincia, Velarde Bueno, el presidente de la Audiencia, Lafarga, o el alcalde de Valladolid, el conservador Mariano Escribano, que sustituía al socialista Antonio García, cesado por ser considerado afín a los insurrectos -posteriormente sería repuesto tras ser reelegido en las elecciones de 1935-.

El elenco de artistas que participaron en el homenaje a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado celebrado en 1934 en el Teatro Calderón. El Norte

Entre los asistentes estaban también algunos de los guardias civiles heridos durante la revuelta y cuyas vidas corrieron mejor suerte. Las naves del templo, en el que tres padres carmelitas oficiaron la misa en presencia del arzobispo Gandásegui, se hallaban «llenas de fieles de todas las clases sociales», que al finalizar el acto fúnebre desfilaban frente a las autoridades apostadas en la puerta de la iglesia.

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Ese mismo día por la tarde el Teatro Calderón acogía un «ferviente homenaje a las fuerzas del Ejército y encargadas del mantenimiento del orden público», que agotaba las localidades de la sala. Entre vítores de 'Viva España' allí tuvo lugar una lectura de cuartillas a cargo del por aquel entonces director de este periódico, Francisco de Cossío y una representación teatral de la obra 'Te quiero, te adoro', del dramaturgo Enrique Suárez de Deza, cuya recaudación se destinó a las fuerzas del orden.

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