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Valladolid corona canónicamente a su sexta imagen mariana, a Nuestra Señora de la Vera Cruz, tras la Virgen de San Lorenzo, de la Soterraña de ... Olmedo, de Fuentes de Villalón, de Sacedón de Pedrajas y Nuestra Señora de las Angustias. La ciudad enmudeció ayer cinco meses después de la Semana Santa: vibró, sintió, oró y disfrutó. La capital vivió uno de sus días grandes entregada a la devoción popular y a la admiración de nuestro patrimonio escultórico. Se dedicó en cuerpo y alma a arropar a la Dolorosa en una celebración que registró calles y plazas completamente abarrotadas, en especial donde estaban colocados los 22 altares, custodiados a su vez por otras tantas cofradías penitenciales y de gloria en lo que significó una fervorosa y gloriosa hermandad entre la capital y la provincia. La tarde, noche y madrugada vividas fue como una gran fiesta donde fe y cultura volvieron a procesionar de la mano, volvieron a evidenciar la riqueza material e inmaterial que aquí se atesora, se custodia, se conserva y se contempla con la misma devoción que siglos atrás.
Unas sensaciones confirmadas por los comentarios, miradas y gestos del gentío congregado, porque cada uno buscaba su momento, el reencuentro con su Virgen en las calles e incluso su instante de silencio que al tiempo estuvo afinado por numerosas bandas, capillas y agrupaciones musicales que acompañaron cada capítulo de este día.
La Catedral acogió a cientos de fieles para asistir al oficio religioso presidido por el arzobispo Luis Argüello y el emérito Ricardo Blázquez, además de numerosos sacerdotes, junto con la presencia de autoridades civiles y militares, pendientes de la mirada de «la vecina singular de Valladolid desde hace 400 años», como indicó el propio Argüello, quien hizo partícipes a todos, a la capital y a la provincia, de este momento histórico remarcando que «la Virgen de la Vera Cruz es la puerta del consuelo y la luz del camino».
La Iglesia Mayor acogió uno de esos ceremoniales de las grandes ocasiones, que culminó con un silencio bullicioso seguido de un largo aplauso en el momento en que Argüello impuso la llamativa diadema a la Virgen de la Vera Cruz creada por el joyero Antonio Zúñiga. Es más, el momento de la comunión fue el primero de los muchos en que los más devotos querían ver más de cerca a la Virgen y su diadema, santiguarse o postrarse de rodillas ante ella. Tres gestos que se sucedieron continuamente una vez que, pasadas las 19:30 horas, salió la comitiva ante la multitud congregada ya desde el comienzo, en el atrio, a los compases del himno nacional por parte de la Banda de la Escuela Municipal de Música, que seguidamente interpretó la pieza 'Reina de la Platería', el tema hecho 'ex profeso' por el afamado compositor andaluz Abel Moreno para la Virgen de la Vera Cruz de Valladolid. Y el título de este primer tema fue premonitorio de lo que fue sucediendo a lo largo de la tarde, noche y madrugada con una ciudad entregada a la admiración, al fervor y a los vítores ante, efectivamente, la Reina de la Platería, escoltada por la Policía Municipal de gala, que desde ayer bien podría ser reina de Valladolid, como decían muchos.
Valladolid corona a la Vera Cruz en la CatedralVer 13 fotos
Así, la cruz guía de la Santa Vera Cruz, junto con los sonidos de la Banda Pureza, anunciaban el inicio del cortejo por todo el recorrido, que abría el altar de Nuestra Señora del Sagrario, la imagen más moderna de todas las expuestas, para continuar con el Inmaculado Corazón de María, conmemorando así el Año Jubilar del Sagrado Corazón. Ya en la calle Santiago esperaba la Virgen de la Salve, cuyo aroma de la flor de nardos se apreciaba por todo el entorno, además de Nuestra Señora del Capítulo de Santa Ana.
En la Plaza Mayor se vivió otro de los grandes momentos: por el propio recorrido por las lindes del antiguo convento franciscano donde nació la Semana Santa hace más de cinco siglos y por la presencia de las cofradías hermanas, como son La Pasión, que sacó a su Virgen titular, y la Orden Franciscana Seglar, con la Virgen de la Soledad, que llevaba en sus manos la medalla de la Vera Cruz. Seguidamente, rodeando toda la plaza y con una temperatura de 16 grados, la Vera Cruz de Palencia; Las Angustias, la última Virgen coronada en 2009; y Nuestra Señora de San Lorenzo, patrona de Valladolid, y la Soterraña de Olmedo.
Precisamente, ante estas últimas vírgenes también coronadas y la presencia destacada de la Dolorosa, el alcalde, Jesús Julio Carnero, apadrinó el acto en nombre de la capital y ligando la historia de esta penitencial con la del propio Ayuntamiento, al instar a todos «a sentirnos orgullos y responsables por este fervor por la madera», una seña de identidad de los vallisoletanos, como también calificó, «porque esa herencia ha sido entregada a su cuidado». Además, ante toda la iconografía reunida ayer en la Plaza Mayor, el regidor también quiso tener un reconocimiento público para los vallisoletanos «que son madera fervor».
Desde aquí, y con el eco de las interpretaciones del coro de la Escuela Municipal de Música, la procesión y el público prosiguieron hacia San Benito, San Miguel o Los Arces, para encontrarse con las imágenes de la Virgen de la Soledad y Sacro Monte Calvario o Nuestra Señora del Carmen Extramuros, y concluir con los altares de la Virgen del Pilar y La Piedad, la última en el itinerario pero que será la siguiente en ser coronada en 2025.
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Valladolid coronada de éxito. Nuestra Señora de la Vera Cruz reino ayer en la capital hermanando además la devoción y el patrimonio de capital y provincia. Fue una jornada de muchos detalles, de traje oscuro y mantilla negra, de rayos de sol y luces tenues de velas… Pero sobre todo fue una tarde, noche y madrugada de vallisoletanismo: de penitencia y de gloria reflejada en la majestuosa corona de la bautizada como Reina de la Plateria con sus detalles franciscanos, de la cruz de Cristo, el alma infantil con las palmas y las llamas que abanderan la ciudad.
El olor a incienso, a vela y a flores también solemnizaron un ambiente de altas temperaturas en la jornada de ayer con presencia destacada en los adornos de colores blancos para las rosas, claveles, orquídeas y nardos.
Y los sonidos también fueron protagonistas con continuos vítores, aplausos y diferentes capillas, bandas y agrupaciones que en el recorrido adquiríieron el tono de ciudad con la sobresaliente intervención tanto del coro como de la Banda Municipal de Música Mariano de las Heras tanto en la Plaza Mayor como en el resto del recorrido procesional.
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