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Cola de fieles a la entrada de San Benito. José Castillo

64 metros cuadrados para cada feligrés en la iglesia de San Benito de Valladolid

Los fieles se rebelan contra la «imposición» del aforo a 25 y la idea de multar al templo. «¿Quién cuenta en los autobuses?»

J. Asua

Valladolid

Domingo, 7 de febrero 2021, 21:24

Sesenta y cuatro metros cuadrados por persona. Un apartamento más que curioso. Una casa, vamos. Ese es el espacio que tiene cada uno de los 25 fieles que pueden asistir a misa en San Benito, un templo con una superficie de 1.600. «Por imposición de la Junta», se recuerda en uno de los carteles de los portones de la entrada para, a continuación, pedir disculpas por esta orden que no comparten. «El autobús en el que van mis nietos todos los días al cole va lleno y ahí multa ninguna», zanja enojada Nieves Berganza. Ella cree que esto es un «ataque a la Iglesia». Sin paliativos. Así lo remacha. Y como ella otros más. Mano negra.

«En las terrazas la gente está sin mascarilla y a menos distancia que en misa, es un abuso total, completamente desproporcionado», argumenta Roberto Palomar. María Campo abunda en otro aspecto de la jornada. «Poned que hoy es el día en que se colecta para Cáritas», insiste. Con la que está cayendo. Además, añade, «ir a misa es para mucha gente mayor su aliciente, el día en el que salen de casa con esto de la covid, si se lo quitas...». Pues eso.

La parroquia está encendida. Muy enfadada. Los feligreses de la céntrica iglesia no ocultan su indignación por la propuesta de sanción a los carmelitas, que el viernes, en una de sus celebraciones, duplicaron el aforo permitido al alcanzar el medio centenar de asistentes a la eucaristía. «Una barbaridad», «ridículo», «son unos sinvergüenzas», enumeraban en la cola que se formó este domingo para entrar a la cita de la una. Algunos intentan sonsacar a la prensa si se sabe quién denunció. «Ha sido anónimo, según ponía en el periódico», se oye en el agitado corro.

Varios han llegado a San Benito tras su particular peregrinaje urbano. «Venimos de la Vera Cruz y luego hemos ido a San Pablo, no hemos podido entrar en ninguna de las dos, a ver ahora», comenta un matrimonio arreglado para la ocasión. Otros también lo han intentado en Angustias. Tampoco. Al completo. El cabreo es general. Católico, sí, pero firme. «Aquí un tercio del aforo son entre 300 y 400 personas; ¿y solo dejan 25? ¡por Dios!; eso no pasa en el Calderón ni en el Mercadona», protestan en el cónclave que se organiza con El Norte bajo el atrio del convento.

A la una menos cinco, cuando se abre la puerta para dar paso al siguiente turno, tras el preceptivo conteo de los frailes, se aprecia la tensión. Hay escaramuzas. 'No se cuele'. 'Oiga, yo llevo aquí media hora'... El interés por entrar es evidente. Sin duda. «¿Ustedes creen que esto es normal? En una iglesia tan grandísima y que andemos discutiendo para ejercer nuestro derecho y nuestra fe», se pregunta Marta Abad. Teófanes Egido, excronista de la ciudad y encargado de oficiar, mantiene la paz carmelita y su amable sonrisa a las puertas de la sacristía. Y repite por segundo día:«Parece que el no reconsiderar esta medida es más una cuestión de amor propio de los responsables que la tomaron».

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