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Aniano Gago
Lunes, 25 de septiembre 2023, 19:38
En agosto se cumplió un año del fallecimiento de Manuel Cano, extraordinario empresario de Valladolid, un hombre entusiasta, generoso, trabajador incansable y, sobre todo, dispuesto siempre a alegrar la vida de los amigos. Al lado de Manolo, de su forma de ser, de sus éxitos, ... de su oficio, de su día a día, siempre hubo una mujer llena de sentido común, entregada a la causa, y a la vez exigente hasta rayar la perfección. Nada podía improvisarse, todo debía obedecer a las cosas bien hechas, al trato exquisito con los invitados, labrado siempre desde una gran inteligencia natural.
María del Carmen Alonso Muñoz era una persona trabajadora, sencilla, dedicada por completo a su familia, discreta, dispuesta a cualquier hora y lugar para ayudar a su marido. Nada podía hacer Manuel Cano sin sus ojos, sin su mano derecha e izquierda. Tenían una simbiosis modélica y los amigos siempre fuimos cómplices de ese matrimonio tan especial que se desvivían por nosotros para que nunca faltara nada en la mesa, regado todo siempre con gran humor, mucho cariño y comprensión.
Carmen ahora nos ha dejado. Llevaba un tiempo con una salud delicada y anteayer la vida se le apagó. Los recuerdos que a ella se le perdieron en el tiempo yo quiero traerlos hoy aquí como reconocimiento y agradecimiento por lo mucho que nos hizo felices. Nada hay más hermoso que tener la mente, y el corazón, siempre dispuestos para conseguir la felicidad de los demás. Y eso es lo que hizo toda su vida Carmen: a su familia, a su Manolo, a sus hijos Manolín y Ana, Carmen y Javier, a sus nietos, Manuel y María. Y a la legión de amigos de su marido, que los tuvo en abundancia y entre los cuales tuve la suerte de estar yo.
Hace siete años Manolo y Carmen, Carmen y Manolo, celebraron el 50 aniversario de su boda. Se casaron el 3 de septiembre de 1966. La Iglesia de San Lorenzo acogió el acto religioso, donde volvieron a jurarse amor y fidelidad, lo que en estos tiempos no es ni fácil ni habitual. Aquel día fue glorioso, y Manolo Cano y Carmen Alonso se volvieron a dar el `sí quiero´ con la convicción de los que saben que acertaron el día que unieron sus vidas.
Carmen era la única mujer de cinco hermanos. Y en ese contexto supo encontrar el camino de su vida a base de esfuerzo y entrega. Cuando Manolo montó un negocio de maderas en la calle Embajadores de Valladolid, Carmen se dedicó a despachar a los clientes que compraban pino para las calefacciones. Después Manolo cambió la madera por el metal, y ella siguió sus pasos según marcaba la vida y los tiempos.
La vida siempre es larga y corta a la vez. Larga porque toda es regalada, y corta porque siempre queda algo pendiente por hacer. Carmen, vallisoletana de siempre, se ha ido en paz con la tranquilidad de saber que fue una mujer de su tiempo, buena, pegada a Manolo y dispuesta siempre a trabajar. `Tengo dos manos´- decía - capaces de no parar y dispuestas a sacar adelante lo que se ponga por medio´.
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Manuel era un torbellino, Carmen, la tranquilidad, Manolo era explosivo, Carmen dosificaba la calma. Sus hijos, y sus nietos, son la continuidad de Carmen Alonso Muñoz, madre de una familia de esas de antes, de esas llenas de amor y dulzura por todo lo que les rodeaba.
Los que la conocimos, quienes la tratamos, a quienes nos aguantó, hoy sentimos el vacío de cuando se va una persona buena, por derecho, capaz de expresar sin decirlo lo que significa lealtad, amor y cariño. Descanse en paz, que bien que se lo ganó en vida. Besos eternos, Carmen.
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