Justo un día antes de que el confinamiento le obligara a cerrar su oficina de la carretera de Rueda (Cue Music, una empresa de eventos, dj y campañas comerciales), Victor Álvarez cogió un altavoz, micrófonos y focos para llevárselos a casa. «Viendo lo que estaba pasando en Italia, me temí que esto iría para largo». «El primer sábado no me atreví, pero el segundo, después de los aplausos, sí que puse música, lancé mensajes de ánimo y desde entonces, al ver la respuesta de los vecinos, la cosa ha ido a más».
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La parcela es Los Almendros, 16 portales en la calle Eusebio González Suárez, trescientas viviendas «más unidas que nunca» para luchar contra el coronavirus. «Esta es una parcela que no tiene piscina ni pistas. El patio es grande, pero solo hay farolas», dice César Rayaces, otro de los animadores de la comunidad. Así que, no era habitual hacer vida en los espacios comunes. La crisis del coronavirus y la cita diaria en las ventanas ha estrechado las relaciones de vecindad.
Coronavirus en Valladolid
Ricardo Sánchez Rico
Ricardo Sánchez Rico
Los 300 de Los Almendros, con la ayuda de las redes sociales, combaten la cuarentena con concursos de disfraces, la decoración de sus fachadas, peticiones musicales. Incluso, ahora en Semana Santa, han celebrado un rezo compartido del rosario, para todo aquel que se quisiera apuntar. «Tenemos un himno casi, que es 'La mujer de verde', de Izal, en recuerdo de todas esas personas que trabajan en la sanidad (en la parcela tenemos cinco) en estos tiempos difíciles», explica Víctor.
Una de esas vecinas en primera línea contra el coronavirus es Sara Román. Vive con sus padres y su hermana en Parquesol y trabaja en el hospital universitario de Burgos, en Hematología-Medicina Interna. Hasta hace un mes, iba y venía todos los días en coche. Antes de que se declarara el estado de alarma, decidió alquilar un apartamento en la capital burgalesa por seguridad. «La situación en los hospitales está complicada. En ocasiones, como se ha dicho, con falta de material. Y tienes miedo de contagiar a los tuyos». Por eso, Sara decidió quedarse en Burgos. Todos los días son habituales las videollamadas con su casa de Parquesol para recibir «ánimos y fuerza». «Ayer estaba totalmente desmotivada, también tienes bajones. Pero me metí en el directo que hicieron los de la parcela por Instagram y me levantaron el ánimo. Ver sus aplausos, los disfraces, cómo te apoyan desde sus ventanas da mucha fuerza».
Carla recibió el 21 de marzo una llamada de la Consejería de Sanidad para cubrir una baja en el hospital Clínico. Tiene 22 años. La carrera de Enfermería recién terminada. Trabajó durante una temporada en una residencia de ancianos y, con el inicio de la crisis, se ha convertido en una de las sanitarias de refuerzo contratadas (tres meses) para luchar contra la pandemia. «Empecé en la REA cardiaca, que en principio es una zona 'limpia'. Pero ahora estoy en la REA general, donde hay muchos casos críticos de coronavirus. Para mí está siendo un aprendizaje enorme, porque he llegado en un momento complicado, en el que ves toda la entrega de tus compañeros más veteranos. Al salir de trabajar, siempre me ducho y al llegar a casa, también. Vivo con mis padres y algo de temor de que los puedas contagiar sí que existe», asegura Carla, quien quiere cursar un máster de Emergencias y Urgencias. «El otro día, mis vecinos pusieron un cartel en la entrada del ascensor: 'Ánimo Carla, nuestro aplauso también va para ti'. Y me emocioné. Estoy viendo que en la parcela hay un gran apoyo».
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«Cuanto mejor haga mi trabajo, mejor les irá a los hospitales», dice María Luisa Avilés, sanitaria en la residencia de mayores Lacort, en Viana de Cega, con 54 usuarios. «Por suerte, no tenemos ningún contagio. La dirección del centro puso las medidas mucho antes de que se declarara la alarma», explica. Por ejemplo, abastecimiento de material (como geles, mascarillas) o restricción de las visitas. «Algunos familiares lo entendieron. Pero otros no. Creían que era absurdo. No veían la que se nos venía encima. Y el tiempo nos ha dado la razón». A partir de ahí, cuenta, se han adoptado más medidas. «Los ancianos pasan el mayor tiempo posible en sus habitaciones. Antes, las comidas eran en mesas de cuatro personas y ahora se ha ampliado la separación y comen de dos en dos. Algunos no se enteran mucho de lo que ocurre, no lo entienden. El otro día una mujer me decía, pobrecilla, que qué había hecho ella para que le castigaran sin salir a pasear. Las familias hablan con ellos por videoconferencia. Y nosotras, las trabajadoras, hemos adoptado medidas. Entramos por la lavandería. Tenemos cubetas para limpiar los zapatos que traemos de la calle. Y lavamos con lejía el calzado que usamos en el trabajo, nos ponemos batas... No es cómodo, por ejemplo, duchar a una persona mayor en esas condiciones. Pero es lo que tenemos que hacer», dice María Luisa, quien a diario viaja desde Los Almendros hasta Viana en coche para trabajar. «Es una sensación tremenda ir por la carretera y no cruzarte con nadie. Yo pongo el manos libres y voy hablando por teléfono con mi madre. Le digo: ya he pasado el Ikea, estoy por Puente Duero. Porque me da por pensar que, si me ocurre algo, no habría nadie cerca que pueda verlo y dar el aviso». María Luisa lleva 33 años viviendo en esta parcela de Parquesol («desde que se inauguró»). «Nunca he visto tanta unión entre los vecinos. Estos días hemos conseguido más que todas las reuniones de comunidad», dice.
«¡A por el bicho!», es la proclama guerrera, escrita en un cartón, con la que César se asoma a la ventana de casa, siempre enfundado en un casco de los teleñecos para poner una nota de alegría en esta sinfonía de dolor. 'El Raya', como le conocen sus amigos, gestiona la cuenta de Instagram (@parcelalosalmendros) que han abierto para compartir fotos, mensajes y experiencias. Tienen 175 seguidores. «De momento. Porque nos vinimos tan arriba subiendo fotos y material que nos han bloqueado temporalmente», dice César, quien vive con sus padres y su hermano. «Él trabaja en Ilunion, limpiando la ropa de los hospitales. Y yo, en un supermercado de La Rubia. Así que, estamos los dos expuestos. Cuidando mucho las medidas de seguridad». Y eso que no todo el mundo hace caso de las recomendaciones. «Yo lo veo en el supermercado. Hay gente que no se toma en serio la cuarentena. Ves a personas mayores que bajan a comprar tres o cuatro veces al día. O los que vienen para llevarse artículos que no son de primera necesidad. Ahora a por un ambientador, luego a por no sé qué. Es importante lo del quédate en casa», cuenta César, quien recuerda que en el supermercado en el que trabaja se ha limitado el aforo máximo a 15 personas con controles de acceso. «Así que, cuando termino de trabajar, vengo corriendo a casa para participar en los aplausos con los vecinos», añade.
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Tenían por casa cartulinas y buenas ideas, por lo que decidieron emplearlas para fabricar su disfraz casero. Un ramo de flores (formado por Esmeralda, la madre, y las hijas, María, Esther y Elena), con el padre, Juan Carlos, como jardinero. El sábado, ganaron el concurso organizado en la parcela. «Somos una familia divertida, que nos gusta hacer cosas juntos. Y este confinamiento es muy largo. Así que nos apuntamos al concurso sin dudarlo. En principio había que salir a las ventanas a las ocho. Nosotros, a las seis, ya estábamos disfrazados. Haciéndonos fotos. Vídeos. Lo pasamos bien y es un modo de despejarte en unos momentos tan complicados», dice Elena, quien subraya la «solidaridad que están demostrando todos los vecinos».
«Me subo por el gotelé de las paredes», reconoce Miguel Ángel Quintano, hostelero. Regenta desde hace 14 años el bar Plaza Madrid, en el mismo sitio al que apunta su nombre. «La situación de la hostelería es tremenda. Porque, además, nos costará regresar a la normalidad. Seremos de los últimos que podamos abrir», asegura. Su bar tiene un aforo pequeño (21 personas), pero funciona «muy bien» gracias a la terraza. «Dicen que de todo se sale, pero vienen tiempos complicados. Como mínimo, estaremos cerrados cerca de tres meses. Y eso es mucho tiempo. Afortunadamente, no soy una persona que vive al día. He sido previsor, por si venían mal dadas. Pero nunca te imaginas algo así», asegura Miguel Ángel, quien se suma también a las actividades organizadas desde la parcela. «La primera semana me costó acostumbrarme. Ahora, te vas haciendo a la idea con nuevas rutinas».
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Carmen Barreiro
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