La plaza de los Ciegos en Valladolid; en detalle, la joven Susana. Rodrigo Ucero

Curioseando por Valladolid

La leyenda de los mirones que da nombre a la plaza de los Ciegos

La belleza de la joven Susana y sus seguidores dejó huella en este rincón histórico de la ciudad

Carolina Amo

Valladolid

Martes, 10 de septiembre 2024, 06:45

Valladolid tiene mucho por ofrecer. Y muchas veces las curiosidades de las que hablamos tienen un trasfondo muy amplio detrás. A veces lo que nos encontramos en las vías de la ciudad son restos históricos o de alguna anécdota ilustre de la época. Sin embargo, ... en este caso nos adentramos en el mundo de las leyendas para descubrir de dónde viene el nombre de la plaza de los Ciegos.

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Se podría empezar con el mítico 'érase una vez', pero lo cierto es que esta historia se remonta hasta la Edad Media en el mismo sitio de esta curiosidad. Por aquel entonces la plaza no estaba bautizada como la de los Ciegos (pero poco le quedaba). Allí habitaba Salomón, un judío rico y bien considerado por aquella época que había logrado instalarse en el centro de Valladolid, justo en el barrio de los judíos. Tras estar unos años felizmente casado, enviudó muy joven y se quedó él solo al frente de su hacienda y al cuidado de su única hija Susana. Y es que en torno a esta joven es donde va a girar la trama de la historia. Susana era una niña de caracter dulce y muy educada que adoraba a su padre y en la que lo que más destacaba era su belleza.

'Susanna y los ancianos' Tintoretto

Años después, Susana se convirtió en una linda jovencita que, además de adorar a su padre, llevaba la casa con rigor y sabiduría. La belleza de la muchacha, con aquellos ojos color de miel, se había hecho notar entre los habitantes de Valladolid, judíos y cristianos, aunque a decir verdad, la muchacha apenas salía más allá de la aljama. Se dice que Satán vino a enredar, pues convenció a cuatro varones judíos para cometer el rastrero oficio de voyeur de la época. Fue así como una tarde de verano con un calor abrasador se dirigieron a la casa de Salomón, que contaba con un jardín que albergaba en su interior una pequeña alberca de mármol que servía para el baño diario de Susana en tiempo caluroso. Naturalmente la muchacha se sumergía desnuda sin que nadie de la casa viniera a importunar a la joven.

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El espacio estaba rodeado por una cerca lo suficientemente alta como para evitar el fisgoneo de los paseantes, por encima de la cual asomaban las copas de los árboles. Algo curioso (a mayores de esta historia) es que todavía existen en Valladolid tapias por la que asoma algún árbol. Con los curiosos postrados frente a las rendijas del jardín de Salomón, llegó el momento esperado. Susana apareció en la escena para sumergirse desnuda en la piscina medieval. Fue ahí cuando los mirones quedaron perplejos y llenos de dudas. No se veía nada más allá de la oscuridad. Se dice que Yahvé les castigó y les dejó ciegos para siempre.

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La historia llegó a difundirse rápido por el barrio y tardó poco en acabar siendo una historieta para contar de abuelos a nietos. Hoy en día, aquel espacio donde se ubicaba la casa de Salomón tiene el nombre de la plaza de los Ciegos, tras una modernización del barrio. Aún existe la placita, se accede a ella desde la calle de Isidro Polo o por la calle Imperial. Y aún existe en el recuerdo de muchos esta anécdota que da nombre a otra curiosidad vallisoletana sin igual.

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