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De menos a más, sin la «euforia» de la primera semana y con la «incertidumbre» de qué será de ellos y de sus negocios en ... un futuro próximo. Así han vivido los principales sectores de la economía vallisoletana el primer mes desde que el Gobierno levantó el estado de alarma, el pasado 21 de junio. Cuatro semanas marcadas por el denominador común del «miedo» a un hipotético nuevo confinamiento que, coinciden los representantes de sectores como la industria, comercio y hostelería, lapidaría numerosos establecimientos. El motivo, según explican, es porque es ahora cuando están comenzando «sacar la cabeza» y reorganizarse.
Porque, pese a que la gran mayoría retomó la actividad durante el aislamiento (los primeros en regresar fueron la construcción y la industria, a mediados de abril, y los últimos, los hoteles y alojamientos rurales), aún son «muchos» los ciudadanos que se muestran reticentes a sentarse en una terraza o a ir de compras tanto a tiendas de proximidad como a centros comerciales. Los vallisoletanos tampoco terminan de decidirse a la hora de acometer obras y reformas, y aunque muchos optan por disfrutar de unos días rodeados de sus seres queridos –el 80% de las reservas en las casas rurales de Valladolid son de viajeros de la propia provincia–, en la capital, los hoteleros afrontan un mes de julio «dramático», con un nivel de ocupación que ronda el 25%, muy inferior al del año anterior por estas fechas (entonces era del 65%), y con la «esperanza» de que agosto traiga consigo una leve mejoría en las cifras. «Es una incógnita por los rebrotes;intentamos no contemplar ese escenario, peo si esto sigue así mucho tiempo habrá muchos hoteles que se vean abocados a cerrar», lamenta el presidente de la Asociación de Hoteles de Valladolid, Francisco Posada.
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Mientras tanto, la hostelería no pasa por su mejor momento. La última semana de junio, sostienen fuentes de la Asociación Provincial de Empresarios de la Hostelería, fue «muy buena». Pero hasta ahí. La única «decente» desde que Valladolid dijo adiós a tres meses de encierro domiciliario. A la clientela le cuesta entrar en el interior de los locales, y el tiempo, hasta esta semana, tampoco ha acompañado.
A algunos de los centros comerciales de la provincia –Vallsur y El Corte Ingles, en la capital, y Río Shopping en Arroyo de la Encomienda– cada día acude más gente, aunque lejos del aforo máximo permitido. El comercio de proximidad, por su parte, dice estar «satisfecho» con el nivel de ventas, aunque los representantes de Fecosva y Avadeco reconocen haber detectado –aunque no estimado la cifra– «algún» negocio que no ha levantado la verja, bien sea porque han precipitado su jubilación o porque «no lo han hecho ni sabemos si lo harán en el futuro».
Donde también está costando retomar el pulso previo a la crisis es en Argales y San Cristóbal, los dos polígonos industriales de la ciudad, que mantienen una actividad próxima al 50%, aunque creciente cada semana. Quienes sí han retornado a la frecuencia previa a marzo son los supermercados. Según Asucyl, la nueva normalidad ha «estabilizado» las ventas. La situación «ha cambiado» y la vorágine de las primeras semanas ha dado lugar a una realidad similar a los tiempos en los que la nomenclatura de la covid-19 aún sonaba lejana.
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