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«No podemos estar repercutiendo los precios al cliente y vamos absorbiendo los gastos que tenemos, pero llega a un punto que es inviable», explica David Miranda, cocinero desde hace 23 años y hostelero desde hace 8. En uno de los peores momentos, hace apenas ... un año se lanzó a la piscina y cambió su local de ubicación. Pasó de la calle Cervantes a la calle Gamazo, donde mantiene a flote Las Kubas en una época difícil, «hemos luchado mucho para poder mantenernos a flote», puntualiza.
Calcula unos gastos fijos de 2.800 euros a la semana y tanto él como su mujer y la camarera absorben todo el trabajo. «Antes éramos más plantilla pero en la pandemia hemos hecho una mochila de deudas de las que nos tendremos que ir librando poco a poco, ya llegarán tiempos mejores para contratar», asegura.
Los precios de los bares
El problema principal «es la inestabilidad de precios de las materias primas, que han subido un 30%, a lo que sumas el alquiler, unos 1.250 euros. Además de los seguros, la luz que ronda los 900 euros, los autónomos que andan por 300 euros por persona, el sueldo de la camarera con su seguridad social, que se te va a más de 1.800 por trabajador y así una larga lista de costes», asegura el hostelero.
Un suma y sigue que al final el cliente no ve y supone un esfuerzo diario que merma cada vez más los beneficios. «Nadie trabaja para quedarse a pre. Este sector tiene muy poco pulmón, porque al final lo que ganas lo inviertes a la semana siguiente porque tienes que seguir comprando», asegura Miranda.
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