Valladolid

El futuro paso peatonal de Arco de Ladrillo: 22 metros de largo y 3,5 metros por encima de los vehículos

El nuevo paso será más ancho que el actual. Tendrá 5 metros de «anchura total útil», define el proyecto, frente a los 3,90 de los que ahora disponen los peatones y los ciclistas, que deben desmontar obligatoriamente de la bici para cruzar el túnel. En la nueva conexión entre ambos lados de las vías, de 22 metros de longitud, habrá un espacio de 2,5 metros reservado para las bicicletas y otros 2,5 metros para los peatones.

Estará conectado en cierto modo con el paso de vehículos porque se utilizará para su construcción un cajón hincado, similar a lo que se ha hecho en Panaderos o en Padre Claret, de 19,5 metros de ancho y 6,55 metros de altura, de modo que no exista ningún problema de gálibo. Una parte de ese cajón se destinará al paso de peatones y otra, al de vehículos. Pero presentarán una diferencia relevante: los coches y autobuses circularán 3,5 metros por debajo de los peatones, con un espacio bien diferenciado para ambos propósitos. «El nuevo itinerario peatonal y ciclista estará independizado del tráfico de vehículos para minimizar las molestias de ruido y humo que se puedan producir».

Según la idea de Adif, este cajón común provocará «una ganancia de espacio público y luz natural y soleamiento para las áreas peatonales y los edificios adyacentes». Hay que tener en cuenta que ahora la estructura del viaducto, con catorce pilares de hormigón y una altura máxima equivalente a un tercer piso, 'sombrea' toda la zona inferior, especialmente la entrada y la salida del paso peatonal.

El viaducto actual tiene 13 metros de anchura para los cuatro carriles y una longitud de 235 metros. El paso proyectado bajo las vías será algo más corto, de 174 metros, suficientes para salvar las calles Recondo y Puente Colgante y con unas pendientes del 7% por el lado sur y del 8% por el lado norte -Paseo del Hospital Militar-. Pendientes más suaves, evidentemente, para los peatones, ya que deben cumplir la normativa de accesibilidad.

Los redactores del proyecto alaban la «humanización» del espacio que se liberará con la supresión del viaducto. Es difícil percibir el cambio con el hormigón de cuerpo presente.

El espacio entre las esquinas de Recondo, estación de autobuses y el paso peatonal bajo las vías forma un rectángulo con una superficie de más de 2.200 metros cuadrados.

Ese espacio quedará diáfano, lo que permitirá, argumenta Adif, que desaparezcan «las interrupciones visuales y los obstáculos a la seguridad que suponen las pilonas del viaducto». De ese modo, añade, «las fachadas comerciales se vuelven a apreciar, vuelven a ser un reclamo» y eso se añade «al incremento de espacio por ejemplo para terrazas de restauración», lo que beneficiará la actividad comercial y social en la zona.

Eso en ese lado de la vía, porque en el otro habrá que reorganizar el espacio por el que discurre el tráfico y el que ocupan los coches que ahora aparcan bajo el viaducto, subidos incluso a los pequeños trozos de acera de los pilares de hormigón, inútiles para el paso de personas. Casi una treintena de coches aparca a diario en ese lugar. Sin el paso elevado, esa franja de terreno que ocupa casi cinco mil metros cuadrados sufrirá inevitablemente un cambio de cara.

La obra de Arco de Ladrillo es clave dentro del proceso de integración ferroviaria. Por su cercanía a la estación, y por la combinación con la obra de la nueva estación de tren en superficie, cuyo proyecto definitivo también está en redacción, suponen su incompatibilidad con un soterramiento. Si dentro de un tiempo se soterra, habría que demoler este nuevo paso. Es por esto que la Plataforma del Soterramiento ha pedido que se paralice la construcción de este nuevo paso y la destrucción del viaducto actual, que se encuentra en pésimas condiciones de conservación. Este mismo jueves la Plataforma convocó una concentración a los pies del paso elevado a la que acudió en torno un centenar de personas.

Otro de los puntos en los que hace énfasis el proyecto de Adif es la preservación del arco de ladrillo monumental que le da nombre al entorno. Un arco cuya visión tapa ahora el viaducto y que, recuerdan, «es de mediados del siglo XIX» y se encuentra recogida en el «catálogo de bienes protegidos de Valladolid».

Sus 147.276 ladrillos macizos tienen que preservarse, pero los trabajos de demolición del viaducto y de construcción del paso subterráneo pueden perjudicar su equilibrio. Por eso, Adif señala que durante las obras se construirá una estructura de estabilización para evitar que sufra daños. «Será necesaria la instalación de prismas para el control topográfico del monumento, la realización de un refuerzo de la cimentación mediante micropilotes, la instalación de una estructura metálica de protección y la instalación y testado de los cordones de pretensado». Una obra encaminada a proteger el que se considera la primera construcción ferroviaria de Valladolid, dos años anterior a que hicieran aparición las vías en la ciudad y coetáneo de El Norte de Castilla (nacido en 1854).