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El trío gallego Tanxugueiras acercó ecos gallegos a Valladolid. Rodrigo Jiménez
Feria de la Virgen de San Lorenzo

La herencia musical de Cepeda y Tanxugueiras en Valladolid

Las fiestas comienzan con un concierto de conexión gallega, que explora las raíces tradicionales y las heridas del desamor

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 2 de septiembre 2023, 00:40

Imagina un piso. Un piso enorme, luminoso, sin hipoteca, tres dormitorios, para entrar a vivir. O una cajita que rebosa de oros con formas de anillos, collares y un reloj. Imagina una cuenta que es nada corriente, unas acciones que algo de vez en cuando dan, un terrenuco en aquel pueblo perdido, un armario sin desbrozar. Imagina todo lo que puedes recibir en herencia de quienes por aquí estuvieron antes que tú. El dinero, el ladrillo, las joyitas, la inversión. No está mal, ¿no?

Pero imagina ahora que la abuela María pone en tus manos una pandereta. Que esa pandereta fue de su madre y de la madre de su madre, y de la madre que la madre de su madre parió. Imagina que por la tersa piel de esa pandereta que tu abuela ahora te entrega pasearon, antes que los tuyos, los dedos de tantas mujeres de tu familia. Que en ese trocito de piel tensada están las huellas dactilares de tu pasado. Que otras, con sus alegrías, tristezas y temores, agarraron ese círculo de madera que hoy acaricias tú. Que lo tocaron, lo agitaron, que lo sacaron en los días de fiesta en la aldea y que de él se olvidaron en tantas noches de luto y desamor. Imagina que en esas sonajas está la memoria de tu familia. Que esa pandereta es el recuerdo de quienes te trajeron hasta aquí. Imagina que la mejor herencia que recibes de los tuyos no es un piso, un joyero, una hucha, una huerta o un solar, sino el tesoro de una pandereta que suena y con la que aprendiste a cantar.

Esa mujer generosa es María, la abuela de Aida Tarrío, quien este viernes festivo sacude en la Plaza Mayor de Pucela el pandeiro que de niña le enseñaron a tocar. A su lado están las hermanas Sabela y Olaia Maneiro. Juntas son Tanxugueiras, trío gallego que reivindica la mejor de las herencias: esa cadena de canciones, valores y quereres que se pasan de generación en generación. «No hay que olvidarse nunca de dónde vienes, de tus raíces», dicen antes de empezar «la parte más importante» del concierto, con sones tradicionales como 'O querer' o 'Desposorio'.

De esas raíces recibieron ritmos y cantigas, muñeiras (que bailan), jotas y temblores que ahora visten con ropajes que quizá reciban en herencia quienes luego vengan detrás. Así, los sones de la Galicia tradicional (con coros desdoblados en sus voces poderosas) se entreveran con el hip hop, con la electrónica y el trap. Hay sintetizadores y sonajas, mesas de mezclas y latas de pimentón. El legado de la aldea gallega, de la verbena improvisada, de la tonada al calor de la lumbre se transforma con aires de discoteca. Un filandón de neón. Y todo eso, con letras que alertan de unos pecados tan contemporáneos que siempre estuvieron ahí.

Como la avaricia de 'Midas', con la que inician el concierto. O el 'Fame de odio', con su poquito de twerk. O ese infierno de 'Averno' que es hip hop con la voz de Rayden. O 'Desidia', un pasodoble que anima a sacudirse la pereza, a sacarse de encima las excusas, a actuar cuando es necesario y bailar si es tiempo de celebración. Como en esta noche que es romería y fiadeiro junto al conde Ansúrez, con cientos de piernas que saltan, rebotan y redoblan sobre el firme de la plaza, como si el suelo también fuera la tersa piel de un tambor.

«Grazinhas», dicen las Tanxugueiras, amigas y hermanas gallegas que cantan contra el patriarcado y frente a esas culpas que nos intentan colgar, que defienden el amor propio contra la maldad ajena, que le ponen ritmos a una fusión de culturas que tan buen reflejo encuentra en su cruce de caminos musical.

«Viva Valladolid, viva Galicia, viva el planeta», animan. Le han quitado las telarañas al pandero para convertir la muñeira en baile de tik tok. Y siguen con 'Albedrío', 'Aire' (con su «Rumbamba rumbamba») y 'Pano corado', dedicado al colectivo LGTBIQ+, con una bandera arcoíris que les entregan desde el público («No dejéis que os pisoteen, el amor es libre», dicen), antes de arrancase a bailar en 'Arica'. Y de ahí, hacia el final con 'Terra', el himno con el que concurrieron al Benidorm Fest, con su poderío vocal y su alegría de aturuxos.

Antes, justo después del pregón, Cepeda (natural de Orense) había estrenado la conexión gallega en la noche inaugural de las fiestas de Valladolid. En su caso, la herencia no está tanto en esas abuelas que enseñan instrumentos tradicionales, como en la colección de cantantes con voces cenicientas que le ponen estrofas y estribillos al desamor. Tiene Cepeda unas fans madrugadoras (ya había un puñado a primeras horas de la mañana) y un repertorio cargado de temas que le cantan a lo que pudo haber sido y lo que se perdió, a las brasas de una pasión ya apagada, al corazón en tiritas, al fue bonito y se acabó.

Lo dice, por ejemplo, en 'Pastillas rosas', con la que abre su concierto: «Contigo era verano y tengo frío, contigo era una estrella y ahora floto en el vacío». Ese recuerdo atormentado, del tío que se quedó solo con el eco de los besos y un perfume a punto de volar, está también en 'Otro día más' («me fui, lo hice pa' que tengas la oportunidad de ser la de antes más feliz»), 'Gentleman' o 'Sempiterno' («Nadie me dijo que sería fácil olvidarte»).

Un concierto de Cepeda es lamerse las heridas en la jaula de un pentagrama, una letanía de estribillo sentimental, pero de vitamínico poderío guitarrero. «Qué flipe cantar aquí», dice Cepeda, quien comienza el concierto «nervioso» por unos problemillas de sonido, aunque lo termina pletórico, con esa sonrisilla del niño chico que se lo está pasando bien.

Tiene un pie de micro que apenas usa. Prefiere moverse desgarbado por el escenario, con su camiseta de Blink-182 y un flequillo que no se deja de colocar. Y mientras, canta la desenfadada 'La novia de Rubén' o 'Con los pies en el suelo', pieza con la que, paradójicamente, comienza a saltar. En la velada incluye además unos temas que dedica a su madre ('Nené') y a su padre ('Tus aviones'), porque, y esta noche queda claro, siempre hay que tener en mente a esos seres queridos que nos dejan en herencia lo que mejor de lo que fueron, que es lo que mejor de lo que somos.

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