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Ya se escuchaba desde los diferentes barrios de Valladolid. En Delicias sonaban ecos desde una pequeña carroza de ese 'I'm blue Da Ba Dee'. La de siempre, la de finales de los noventa. Parece que el día estaba para canciones italianas. Al menos esa ... era la banda sonora que habían elegido los peñistas para arrancar con el primer día de las Ferias de la Virgen de San Lorenzo. Algo que se constató en la Acera de Recoletos, donde la gente cantaba aquello de 'Sarà perché ti amo'. Desde las cuatro de la tarde ese había sido el epicentro del arranque de las fiestas. El primero de los que durante los próximos días se llenarán de actividades.
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Pero hasta entonces, los peñistas ya llevaban ventaja. El tiempo que habían estado disfrutando se contaba en manchas en la ropa. El vino volaba por todas partes. Lógico en una tierra donde es tan típico como Valladolid. Todo valía. Pistolas de agua, cubos, mangueras o desde la propia botella. El objetivo era mojar al de al lado. Y si no, que no se arrime. Esto último lo cumplían algunos curiosos que, como siempre, se acercan para ver la diversión desde una distancia prudencial. Aquí sí, de todas las edades. Personas con cachaba con los ojos en otra época y niños que no saben dónde mirar.
El desfile inició con cierto retraso, motivado en parte por una de las novedades de 2023. Este año había que colocar varias carrozas con música que hacían las veces de puntos de control a lo largo de la marea morado tinto que bañaba -literalmente- las calles de Valladolid. La única preocupación de los peñistas era que las canciones de las carrozas no se solaparan. Esto hacía que la gente se agolpara alrededor de los vehículos. Durante el recorrido, había otro medio de transporte que llamó la atención de los peñistas. El camión de Bomberos. Ahora sí, manguerazos sin miramientos. De agua, eso sí. Miguel Íscar se convirtió aquí en un muro infranqueable donde no tenían cabida aquellos que no se querían mojar. A estas alturas, pocos quedaban.
Tampoco faltaron los míticos disfraces. Puestos a mancharse, no importa el qué. Bomberas, unicornios, vikingos e incluso algún dinosaurio extinto que no quiso perderse el inicio de las fiestas de Valladolid. La marea continuó su camino, incansables durante todo el recorrido. Andando o en carros, todo valía para llegar hasta la Plaza Mayor. Huelga decir que los carros no pudieron entrar hasta el pregón. Más adelante y una vez finalizado el desfile destacaría la imagen de un camión del servicio de limpieza con varios carros de la compra a cuestas.
De vuelta al recorrido, cada ciertos metros, las carrozas con música se iban parando. Desde arriba, los djs arengaban a las masas a seguir el ritmo de las canciones que sonaban desde los altavoces. Casi parecía un reflejo de la Party Dance que antaño circulaba por las calles de Valladolid. Pero nada más lejos de la realidad. Esto era un desfile triunfal para las peñas, que se hicieron con las calles de la ciudad y donde si había que gritar a pleno pulmón la última de Quevedo se hacía. Sin miramientos y sin mirar el reloj. Faltaban cinco minutos para el pregón cuando algunas carrozas todavía desfilaban por Duque de la Victoria. Al final, todos llegaron. A su paso, el reguero de fiesta dejó paso a uno repleto de los restos de la misma.
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