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«Este belén que ves ahora nació aquí, en la calle Santiago», dice Laura Rivera Casares, mientras su mirada se pasea por las decenas de estructuras, las cientos de figuras, los miles de detalles que dan forma al nacimiento que embellece el vestíbulo de su hogar. Tres largas mesas, más de ocho metros lineales, acogen un montaje que recrea Belén, Nazaret, la huida a Egipto, Jerusalén. Y su origen está aquí, a tan solo unos metros de esta vivienda del número 24 de la calle Santiago que el próximo 29 de diciembre abrirá sus puertas para que los vallisoletanos que lo deseen lo puedan visitar.
«Mi abuelo materno, Manolo Casares, trabajaba en la frutería de Simago. Y recuerdo que, de pequeña, cuando acompañaba a mi madre (María del Pilar) a la compra y era cerca de Navidad, me dejaba elegir una de las figuras que vendían en la tienda para colocar en el belén». Recuerda Laura que esas figurillas («sencillas, de plástico muchas de ellas») le han acompañado toda su vida. Han sobrevivido a mudanzas y cambios de residencia. Han viajado con ella a París y Madrid. Han salido cada año de unas cajas de cartón para encontrar un lugar privilegiado en un belén que, año tras año, no ha dejado de montar. Una de esas figuras, un ángel anunciador, brilla sobre el pesebre en el montaje de este año.
«Si un maestro belenista viera nuestro nacimiento le podría sacar fallos. Diría que no todas las figuras tienen el mismo tamaño, que hay defectos de perspectiva, no sé. Pero lo más importante es que se trata de un belén familiar, que instalamos todos juntos, en el que todos participamos». Y que crece año tras año. Cada vez requiere más espacio. Y no siempre es fácil disponer de él.
«Recuerdo que cuando me fui de Erasmus en Derecho a París ya monté el belén. Y que allí, cuando empecé a trabajar, lo instalaba en el vestíbulo de la empresa. Yo vivía en una buhardilla pequeña, de poco más de ocho metros cuadrados y era imposible colocarlo allí». Así que convenció a sus jefes para que este montaje tradicional se pudiera ver en su lugar de trabajo. «Los compañeros estaban encantados y todavía hoy me escriben para contarme lo mucho que lo echan de menos». De aquella etapa parisina quedan varias figuras y unos detalles que Laura introdujo para no olvidar las raíces. Así, junto a la hoguera de los pastorcillos hay platos de paella, de lentejas, jamones de buena calidad.
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Laura se instaló después en Madrid, donde vive con su familia en la actualidad. Junto a Stephane, su marido. Con sus cuatro hijos, Carolina (11 años), Isabel (10), Juan Manuel (8) y María (5). Todos los fines de semana vienen a Valladolid, donde hace dos años compraron esta vivienda de vestíbulo inmenso que durante el resto del año es sala de juegos y, en vísperas de Navidad, se transforma en gigantesco belén.
El punto de partida es cada 9 de noviembre. «Ese día es mi cumpleaños e invitamos a amigos y familiares a merendar», explica Isabel, segunda hija de la familia. El postre es colaborativo. Entre todos los invitados, suben a las antiguas carboneras de la vivienda para sacar los tablones y las cajas donde guardan todo el material. Y entonces, empiezan unas jornadas frenéticas que culminan en el puente de la Inmaculada.
Mientras el nacimiento toma forma, las casas, portales y castillos son escenario de juegos para todo tipo de muñecos, desde los playmobil a los pin y pon. Pero, cuando el serrín alfombra los caminos y las figuritas toman posiciones en el belén, llega el momento de respeto… y lo que era juego se convierte en admiración.
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En la parte dedicada a Belén puede verse el portal (con juego de espejos al fondo), una escuela, el almuerzo de los pastores, una granja, un viñedo que lanza guiños a la Ribera del Duero y un huerto que conduce hasta el castillo de Herodes. Hay otra sección dedicada a Nazaret, molinos (sin más mecanismo que la inercia del agua), lavanderas, castañeras, un mercado y una escuela más. «Y luego está la parte dedicada a Egipto, con las jaimas de los Reyes Magos», explica Juan Manuel.
La familia invita durante esos días a amigos y familiares a talleres donde preparan pequeñas piezas de plastilina o fimo que sumar al belén. Como frutas para la huerta y los mercados. Además, cada año los niños eligen una pieza nueva, que compran en el mercado de la Plaza Mayor de Madrid o en las casetas de la vallisoletana Acera de Recoletos.
Carolina ha incorporado una alumna para la escuela (su figura preferida es una costurera). Isabel ha añadido un columpio balancín (su favorita es una niña con gallina). Juan Manuel ha incluido una balanza romana en la zona de Egipto (y si tuviera que quedarse con solo una, lo haría con el churrero). Y María, la pequeña, selecciona una barca que, junto al río, rinde homenaje al Catarro del Campo Grande.
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Adrián Rodríguez
«Muchos amigos se acercan a ver el belén. Y la voz se corre. Cada vez viene más gente y por eso, hemos organizado dos jornadas de puertas abiertas, para concentrar ese día todas las visitas». La primera se celebró el 8 de diciembre. La próxima tendrá lugar este domingo 29. «Animamos a los que vienen a fijarse en todos los detalles. Por ejemplo, a buscar las figuritas de ratones que hemos repartido por ahí». Este año, además, hay purpurina que brilla por todo el montaje.
¿Por qué? Un grupo de chavales de las parroquias del Salvador y Santiago participaron junto a la familia en la grabación de un vídeo que culminó con un mensaje esperanzador extraído del libro 'Carolina purpurina', un cuento infantil publicado por Laura e Isabel (es líder de ventas en Amazon) y que tiene a Carolina (su hija y hermana) como inspiradora protagonista. Carolina presenta leucodistrofia, una enfermedad rara y neurodegenerativa.
Y su caso es ejemplo para contar una historia de superación que ofrece una imagen poderosa: «Si pones un puñado de purpurina en la mano y soplas, como ella, todos los problemas saldrán volando». Los niños que esa jornada visitaron el belén soplaron y lo llenaron de purpurina. Es un ejemplo más del amor y cariño de una familia que abre las puertas de su hogar (un segundo piso del número 24 de la calle Santiago) para que sus vecinos disfruten de su belén.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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