Al final, ni Antonio ni su tenacidad han podido con la maldita pandemia y eso es una clara señal de la gravedad de la amenaza. Hoy nos enteramos de la triste noticia de que, después de varias semanas luchando a brazo partido, el virus ha podido con Antonio ... , como hace cada día, con tantos y tantos de nuestros seres queridos. Es un goteo que no para y no sé si somos plenamente conscientes de lo mucho y bueno que se nos está escapando.
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Entre lo bueno y lo mejor, sin duda, estaba Antonio. Alguien muy especial y de extraordinaria valía que cumplió en su momento un papel extraordinario que es preciso dar a conocer a los que no lo sepan y recordar entre los que le disfrutamos. Además de sus éxitos profesionales al frente de Dulciora y de la mano de sus hermanos y sobrinos en Helios, tuvimos todas las empresas de Castilla y León la gran fortuna de que nos dedicara cinco fructíferos años de su vida a la Presidencia de la Empresa Familiar.
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Tuve la suerte de colaborar con él y de sucederle en esa responsabilidad y me encontré con un colectivo de empresas que era ya un interlocutor preferente con la Administración regional, que había establecido lazos estrechos de colaboración con el Instituto de Empresa Familiar a nivel nacional, que había luchado por establecer una Red de Cátedras de Empresa Familiar en las Universidades Públicas de la Región (por fin, se oía hablar (bien) de Empresa y de Empresa Familiar en las aulas universitarias!!!) y que había insistido en mejorar el tratamiento fiscal de la Empresa Familiar en el momento de la sucesión empresarial y en los supuestos de donaciones, y todo ello sentando las guías por las que ha discurrido a posteriori el devenir de la Asociación.
Antonio se dedicó en cuerpo y alma, prácticamente en exclusiva, a pelear por algo en lo que creía profundamente como es la necesidad de gestionar el carácter, el aspecto familiar de la empresa y con su empeño consiguió elevar el prestigio de la Asociación y sobre todo, hacerla útil, eficaz para sus asociados y de paso para todas las empresas familiares de la región. Tan solo por eso, merece mucho más que nuestro reconocimiento.
A mí, además, me honró con su amistad y desde entonces he visto en él un hombre inquieto, con ganas e iniciativa, persistente, afable, extraordinariamente correcto, siempre con una grata sonrisa y que te correspondía ampliamente la amistad que le ofrecías. Se nos ha ido pero su familia, su mujer Tere, sus hijos y sus nietos pueden estar seguros de que a unos cuantos nos ha dejado una huella imborrable y a otros muchos -con su tesón y buen hacer- les ha legado un entorno más amigable para el desarrollo de las empresas familiares que son, en definitiva, agentes claves para sostener y financiar nuestro bienestar como sociedad.
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