Antonio Pérez y la Empresa Familiar
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Hay gente que hace cosas útiles sin mayor alarde, y merece un recuerdo agradecido. El que yo quiero tributar a Antonio Pérez, en nombre de tanta gente que sabe que es cierto lo que digoLa noticia del reciente fallecimiento de Antonio Pérez, cuya trayectoria empresarial y humana ha estado siempre asociada a firmas emblemáticas (Helios, Dulciora) en el panorama económico de nuestro entorno, además de pena personal, me ha traído a la memoria el grato recuerdo de algunos ... afanes compartidos. Y esa sensación reiterada de que hay gente que asume compromisos, sin tener la estricta obligación de asumirlos, porque su sentido del deber para con la sociedad les lleva a tomar iniciativas que van más allá de la correcta administración de sus asuntos particulares.
Afirmo con convicción, y con conocimiento de causa, que este es el caso de Antonio Pérez, a cuya memoria dedico estas líneas. Ocurre con frecuencia que hay personas generosas y discretas, que, a fuerza de pasar desapercibidas, no acostumbran a exhibir sus méritos, por más evidentes que sean. Creo que también éste es el caso de Antonio Pérez. Y conviene que terceros no dejen pasar la ocasión, como lo ha hecho en estas páginas Sebastián Arias, que le sucedió en la presidencia de la Asociación de la Empresa Familiar de Castilla y León, y pretendo hacerlo yo mismo.
Aunque nos conocíamos de antes por motivos variados, mi relación frecuente con Antonio vino como consecuencia de su etapa en la presidencia de la citada asociación. El Instituto de Empresa Familiar impulsaba por entonces la creación de las denominadas Cátedras de Empresa familiar en las universidades españolas, y Antonio Pérez, con el apoyo de la pujante asociación, se empeñó en aplicar la idea por aquí. Ya estaba iniciada en las Universidades de Salamanca y León, y mediante un convenio que firmaron en 2001 la Asociación y la Universidad de Valladolid, se creó la cátedra en nuestra Universidad. Había que poner un director al frente, que debía ser profesor universitario, y Antonio pensó en mí. Como es de rigor, me sondeó al respecto; ejercía yo por entonces como Catedrático de Derecho Mercantil en la Facultad de Económicas, la idea me pareció interesante y le manifesté mi disponibilidad. A los pocos días me llamó para decirme que, por prudencia y dada mi significación política, había considerado oportuno someter la propuesta a la Ejecutiva de la Asociación, por si acaso. Lo digo como me lo dijo: «Para tu satisfacción te diré que nadie se ha opuesto». Y también le noté a él satisfecho. Así que el rector de entonces, Sanz Serna, firmó el nombramiento y pusimos en marcha la iniciativa, con el permanente e inestimable apoyo del propio Antonio Pérez, del director de la Asociación, Eduardo Estévez, y de mi estrecha colaboradora académica, Mª Jesús Peñas, también profesora de Derecho Mercantil, además de con la aportación económica que hacía por entonces el Banco de Santander.
Debo reconocer que, de las múltiples satisfacciones que me haya dado la actividad académica, aquella es una de las principales. Impartíamos una asignatura de libre disposición, con demanda creciente de alumnos, y la flexibilidad permitía hacer pasar por el aula a empresarios de la Asociación que contaban su experiencia; los alumnos visitaban empresas en grupos, hacían trabajos sobre ellas, las cuatro cátedras de la región (luego se unió la de Burgos) desarrollábamos actividades en común, incluido un proyecto de investigación conjunto, en fin, un verdadero caudal de iniciativa. También las cátedras de toda España funcionaban en red, con reuniones periódicas de coordinación de las que resultaron programas comunes y publicaciones colectivas (para mí fue especialmente grata la colaboración en un Manual de Empresa Familiar, para el que escribí un capítulo sobre aspectos jurídicos, protocolo, etc. de estas empresas). A la vez, la participación en asambleas de la Asociación, en congresos, jornadas, conferencias, etc., en múltiples lugares, fue siempre constante. Excuso decir el orgullo, contenido pero perceptible, con que Antonio Pérez seguía estas actividades.
Todo aquello fue útil; para la implantación de la Asociación, para las propias empresas, para la Universidad, para los estudiantes, y para la sociedad en su conjunto. Para un mejor conocimiento de ese fundamental pilar de la economía y del empleo, y para una mejor formación de los interesados. Quien asumió después la tarea, mi colega y amigo, el profesor Juan Hernangómez, así lo entendió también, continuando con la experiencia.
Así fue; no sé si en otro contexto, con otro impulsor, o en otro momento, hubiera sido igual, parecido o distinto. Lo cierto es que fue bajo el mandato de Antonio Pérez, y en directa relación con el entusiasmo y el interés que puso en ello. De esto fui testigo directo y lo puedo asegurar con rotundidad. Lo dicho, hay gente que hace cosas útiles sin mayor alarde, y merece un recuerdo agradecido. El que yo quiero tributar a Antonio Pérez, en nombre de tanta gente que sabe que es cierto lo que digo.
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