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«Si mi testimonio ayuda a una sola persona, ya me doy por satisfecha», dice Laura Rodríguez Casas. Esta joven de 29 años, natural de Madrid y vecina de Arroyo de la Encomienda desde hace cuatro años, recibió el pasado 23 de noviembre la peor ... noticia de su vida: tenía cáncer de mama en estadio II. En su caso, la preservación de la fertilidad fue una cuestión a tener en cuenta desde el mismo momento del diagnóstico. No lo dudó. Es joven y tiene claro que quiere ser madre algún día; es una opción de futuro. Por ello, antes de iniciar su tratamiento comenzó el proceso de vitrificación de óvulos, que le permitirá afrontar la maternidad cuando ella lo decida y sus circunstancias personales se lo permitan. Y siempre con la tranquilidad de tener una reserva ovárica en las mejores condiciones.
Siempre quiso ser bióloga, y tras graduarse en 2017, echó currículums en toda España. Fue en Valladolid donde encontró el trabajo de sus sueños censando aves y realizando estudios de fauna. «Tuve un accidente de tráfico para el que necesité rehabilitación. La zona del esternón me seguía doliendo y mi rehabilitadora me aconsejó darme masajes. Fue entonces cuando un día me noté un bulto en el pecho izquierdo», relata. A partir de ahí, empezó un peregrinaje por las consultas médicas. «Recibí un chorro de información sobre el tratamiento a seguir para curar el cáncer y sobre los efectos secundarios que podía traer la quimioterapia, como puede ser la infertilidad. A mí, además, se me juntaba que yo ya padecía síndrome de ovario poliquístico, por lo cual sabía que iba a tener cierta dificultad para quedarme embarazada. Me ofrecieron la posibilidad de congelar mis óvulos como etapa previa al tratamiento oncológico, y como para mí era importante saber que podía ser madre el día de mañana, no lo dudé», prosigue.
21 óvulos congelados
Su cuerpo respondió tan bien al tratamiento, que el proceso de preservación duró tan sólo 12 días. «Lo realicé en el Hospital Río Hortega. Agradezco muchísimo que fuera todo tan rápido, ya que mis médicos no querían correr el riesgo de dejar crecer más mi tumor. En quirófano me extrajeron 23 óvulos, de los cuales finalmente pudieron congelar 21», cuenta Laura, quien confiesa que en aquel momento se encontraba en «una montaña rusa de emociones». «Mi prima había pasado por ello y le había ido todo muy bien, por eso yo iba tranquila, pero cada cuerpo responde de una manera. Yo me hinché muchísimo y casi no me podía mover. Además, tengo pavor a las agujas y tuve que pasar por un proceso de autosuperación para ser capaz de pincharme yo misma las hormonas», confiesa entre risas.
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Ana Santiago
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A la semana ya pudo empezar con el tratamiento de quimioterapia. Ya lleva doce sesiones y le quedan otras cuatro. «Tengo mis momentos buenos y momentos de bajón. Los últimos 15 días me ha afectado mucho al estómago y los intestinos. En todo este tiempo me he apoyado mucho en Sergio, mi pareja, en mi familia, amigos, en la psicóloga de la Asociación contra el Cáncer y en mi psicóloga personal. Poder expresarles mis sentimientos, miedos y necesidades me ha servido de gran ayuda para sobrellevarlo mejor. También ha sido muy importante para mí disponer de herramientas y recursos para afrontar todos los cambios físicos que se producen con el cáncer, como puede ser la caída del pelo. Tener la opción de poderme tatuar las cejas, ponerme pestañas postizas y disponer de una gran variedad de gorros para elegir ha sido gracias a la Asociación del Cáncer. Yo intento ir día a día y el hecho de saber que tengo mis óvulos congelados me da mucha tranquilidad. Sé que en el caso de que me quedara infértil puedo tener un plan B. Así que en ese sentido, es una preocupación menos», concluye.
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