Inscripción en la fachada del Convento de Santa Teresa: 'Aquí llegó Pisuerga á 4 de Febrero de 1636. Alabado sea el Santísima Sacramento'. Rodrigo Jiménez
El cronista

El día que Valladolid fue engullida por las aguas

Más de 150 muertos y 800 casas declaradas en ruina. Las aguas del Pisuerga cruzaron sobre la baranda del Puente Mayor y las de la Esgueva convirtieron la calle Platerías en un mar. Hace hoy 387 años Valladolid vivió su peores inundaciones

Sonia Quintana

Valladolid

Sábado, 4 de febrero 2023

Mañana del 4 de febrero de 1636. Lunes de Carnestolendas. Tras 48 horas ininterrumpidas de intensa lluvia la ciudad vive uno de sus días más negros. «Como al poder de Dios no hay resistencia humana, lo mostró en la furia del Pisuerga, de forma que ... nunca la imaginación llegó a lo que excedió el agua», dejo alguien escrito sobre aquel trágico acontecimiento en un papel, hallado el 27 de febrero de 1850 bajo el entarimado de la Iglesia de la Vera Cruz. «La abundancia de aguas que manan y arrojan los pozos es tan grande, que con hacer todos lo que les toca, grandísimas diligencias con personas que trabajan en sacarla, parece imposible el agotarse». «Ha mandado la justicia dejen todas las casas inundadas que será casi la mitad de la ciudad». El panorama era desolador.

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«No se oye otra cosa en toda esta ciudad sino desgracias, perdidas y lástimas; solo se ve haciendas arrojadas en la ciudad, gente por las calles y en los ojos de sus dueños, arroyos de lágrimas. Este es el estado de Valladolid. Su reparo parece imposible. Supliquemos a su divina Majestad vuelva en misericordia su ira». Un espectáculo tristísimo del que hoy se cumplen 387 años. «El día 4 de Febrero de 1686, á consecuencia de furiosos vientos que deshicieron con rapidez las nieves de las montañas, y copiosas lluvias que reinaron por espacio de 48 horas, empezaron á crecer á un mismo tiempo los ríos Pisuerga y Esgueva, en tales términos, que tres horas después cruzaban ya las aguas del primero por encima del pretil del Puente Mayor y las del segundo habían invadido las principales calles de la ciudad«, señala en la 'Historia de la muy noble y leal ciudad de Valladolid' su autor, el vallisoletano Matías Sangrador.

La cárcel de la ciudad, la Casa de la Moneda y el Teatro de la Comedia, entre otros edificios, sucumbieron al violento choque de las aguas que destruyeron también parte de la Iglesia de San Lorenzo. Las aguas del Pisuerga cruzaban sobre la baranda del Puente Mayor, mientras que las de la Esgueva se derramaban por las principales calles con una rapidez espantosa. «La circunstancia de cruzar la ciudad los dos ramales del Esgueva, hizo que este río produjese desgracias incomparablemente mayores». Donde más se dejaron sentir los estragos fue en las calles del Cañuelo, Cantarranas, Platerías, Especería y Rinconada. En este último punto se desplomaron al mismo tiempo cinco casas-mesones, quedando sepultados entre sus ruinas infinidad de forasteros.

Más de 150 muertos y 800 casas declaradas en ruina, «siendo incalculables los cántaros de vino y otros géneros que inutilizó el agua en las bodegas y almacenes de donde no pudieron extraerse por la rapidez con que fue invadida esta población». «A las siete de la mañana no había en los vecinos temor de creciente, y à las diez y media andaban barcos por Platería y Rinconada sacando gente de las casas, que procurando librar las vidas dejaban a la divina voluntad las haciendas». La calle Platerías se convirtió en un «profundo mar navegable». Para perpetuar la memoria de tan terrible suceso, las monjas de Santa Teresa colocaron en la pared exterior de su convento, al pie de una cruz de madera esta inscripción que todavía se conserva: 'Aquí llegó Pisuerga á 4 de Febrero de 1636. Alabado sea el Santísima Sacramento'.

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«La actividad del presidente de la Chancillería, corregidor, regidores, conde de Benavente y de algunos vecinos, cuya intrepidez y abnegación rayó en las lindes del heroísmo, no bastó para impedir la catástrofe y sí solo para menguarla, por medio del socorro generoso que en barcos que flotaban por las calles prestaron á los infelices y atribulados vallisoletanos». Fueron días aciagos. De verdadero luto para los vallisoletanos.

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