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Seguramente, para compensar haber fijado la Corte en Madrid, Felipe II otorgó el título de Ciudad a su Valladolid natal. También, porque era condición imprescindible para que el Papa Clemente VIII pudiera conceder el rango de Obispado de tal manera que Valladolid se independizara del de Palencia.
Así, el 9 de enero de 1596 el monarca firma una cédula mandando que se diera el nombre de ciudad a Valladolid. Documento que, entre otras cosas decía: «Sabed que teniendo consideración a los muchos, buenos y leales servicios que el Concejo, justicia, regidores, cavalleros (sic), escuderos, oficiales y hombres buenos de la muy noble villa de Valladolid a hecho a los señores reyes nuestros progenitores y a mí, y a los que continuamente haze (sic), y a que yo nací en ella, y a que es calificada por las muchas particularidades y cosas insignes que tiene…» etc. etc. Y se mandó hacer el nuevo sello de la ciudad para acomodarlo al nuevo título, para añadir Ciudad a los dos títulos que ya ostentaba: Muy Noble y Muy Leal.
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Para saber el origen de Leal hay que remontarse al año 1329, en el que Alfonso XI (nieto de María de Molina) calificó a los vecinos de la villa como «buenos y leales vasallos». Ese nombramiento fue fruto de una larga historia que puede quedar resumida de la siguiente manera, según lo que en día escribió Filemón Arribas Arranz, Catedrático de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Valladolid y archivero español: Alfonso XI tenía como valido a Alvar Núñez Osorio, que estaba sometido a numerosas conjuras promovidas por sus rivales políticos. Es el caso que los enemigos de Alvar Núñez hicieron correr el rumor de que se quería casar con la infanta Leonor de Castilla, hermana del monarca y que residía en Valladolid.
Resulta que la infanta, por indicación de su hermano, se iba a desplazar a la frontera de Portugal por unos asuntos de Estado, pero los vallisoletanos, tanto de la villa como del alfoz, creyendo que en realidad iba a ser llevada para casarla con el valido, debido a un rumor que hicieron correr sus enemigos, sitiaron las puertas de Valladolid impidiendo la salida de Leonor. En ese episodio ardió el monasterio de las Huelgas.
El monarca, pensando legítimamente, que los vallisoletanos se habían rebelado contra él, vino armado hacia la villa. Las gentes de Valladolid se negaron a recibir al monarca mientras estuviera acompañado de su valido. Una vez despedido este, Valladolid franqueó al monarca las puertas de la villa. Aclarado todo ese embrollo, Alfonso XI se dio cuenta de que, fuera por unas razones u otras, las gentes de Valladolid actuaron de buena fe en defensa de la Corona.
La larguísima carta concediendo el título, señalaba el agradecimiento por los servicios prestados por los vallisoletanos a su abuela María de Molina y a él mismo durante su niñez; califica de traidor a Alvar Núñez; reconoce la lealtad de la villa defendiendo los intereses de la corona; y les exime de responsabilidad en el incendio de las Huelgas Reales. En definitiva, concluye la carta llamando «bonos e leales vassallos al Concejo de Valladolit e a todos los vecinos moradores…» (sic)
Fue el rey Juan II, padre de Isabel la Católica, el que en 1422 otorgó a Valladolid el título de Muy Noble por los buenos y leales servicios de la villa a los reyes que le precedieron. Este título se lo ganó la villa debido al gran peso que a lo largo del siglo XIV tuvo en la historia de los reinos hispánicos. Por eso, el monarca, a petición de los procuradores del reino reunidos en Ocaña, dictó: «… por quanto la mi villa de Valladolid es la mas notable villa de mis rregnos e aun de los regnos comarcanos, que me suplicavades que por la mas ennobleçer e por los muchos e buenos, e leales serviçios que los vecinos e moradores de la dicha villa fizieron a los rreyes mis anteçesores e fazen a mi cada dia (…) que la dicha villa se llamase de aquí adelante la muy noble villa de Valladolid…» (sic) De ahí que el sello de la ciudad de entonces en adelante incluyera la leyenda de NOBILISMI CONCILLI VALISOLETANI.
Isabel II, mediante Real Decreto fechado el 8 de agosto de 1854, otorgó a la ciudad el calificativo de Heroica, firmando para ello lo siguiente: «En atención al patriotismo y decisión con que la ciudad de Valladolid y su Ayuntamiento levantaron el estandarte de la libertad en la noche del 15 al 16 de julio último, contribuyendo así eficazmente al triunfo del glorioso alzamiento nacional, vengo en disponer que la ciudad de Valladolid una el título de heroica a los de muy noble y muy leal que antes tenía, y que al Ayuntamiento de la misma se dé el tratamiento de Excelencia». Aquel reconocimiento fue recibido por la ciudad «con el mayor júbilo y entusiasmo».
¿Qué es lo que había ocurrido aquella gloriosa noche de julio de 1854? Pues que la ciudad se echó a la calle para reclamar la dimisión del Gobierno y exigir la recuperación de la Constitución de 1837. En realidad, aquel pronunciamiento venía precedido del malestar de las clases populares, pues arrastraban problemas de subsistencia y se incrementaba desmesuradamente el coste de los productos más básicos. Se disparó el precio del pan en la ciudad y los alcaldes de entonces no dieron muestras de tomar medidas, hasta que estalló una revuelta que alimentó el levantamiento de la noche del 15 de julio.
Aquel pronunciamiento progresista, capitaneado por una Junta Provincial, encumbró a la alcaldía de Valladolid a Calixto Fernández de la Torre y situó a la ciudad a la cabeza de las primeras poblaciones en secundar la exigencia del cumplimiento de la Constitución y, sobre todo, de exigir a la reina Isabel II que dejara de proteger a los moderados apoyados en un sistema electoral caciquil.
El último y controvertido título de Laureada, lo firma Francisco Franco el 17 de julio de 1939: concede a la ciudad la facultad de ostentar la Cruz Laureada de San Fernando y ordena que se grabe en los escudos del municipio. Aquel decreto comenzaba así: «La intervención de la ciudad de Valladolid en el Alzamiento nacional ha tenido singularísimo relieve (… la ciudad…) rompe con su cerco urbano dominado, invade la provincia, frena a las avanzadillas de la invasión minera y en ciega superación de españolismo parte en ayuda de los patriotas de Madrid (…y…) logra con sin igual arrojo la conquista del Alto del León (…y concluye…) Como recuerdo a las gestas heroicas de Valladolid en la Movimiento nacional y homenaje a quien desplegó decisiva aportación a él en los primeros momentos de la guerra de liberación de España, concedo a aquella ciudad la Cruz Laureada de San Fernando, que desde hoy deberá grabar en sus escudos».
En pocas fechas el Ayuntamiento convocó un concurso para el diseño del nuevo escudo de la ciudad. Quedó desierto y tras precisas indicaciones, se encarga el dibujo a un tal Amador Hernández.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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