El cronista | Callejeando por Valladolid
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El cronista | Callejeando por Valladolid
San Juan, una plaza de muda desde el desarrollo industrialLa plaza de San Juan ha sido, de siempre, una de las plazas que han contado con la atención municipal, pues no en vano San Juan es una de las fiestas grandes de Valladolid, de la que existe constancia de su celebración en los más antiguos legajos del municipio: nos estamos remontando al año 1497. Viene el nombre, sin ninguna duda, de la ermita del mismo nombre que ya existía en el siglo XII y que estaba bajo la protección de la Orden del Temple.
La plaza, a tiro de piedra de la iglesia es especialmente en verano, una de las más agradables y frescas de la ciudad, pues cuenta con una tupida plantación de castaños de indias que la sombrean por completo. La verdad es que ha tenido arbolado y jardines desde el siglo XIX, algo que no tenían otras plazas. San Juan es el centro de este viejo barrio, y ha tenido los más variados servicios para atender las necesidades de la población y hacer agradable la estancia en ella.
En 1833 el Ayuntamiento instaló un almacén de carbón, leña y paja, elementos imprescindibles para los hogares de aquellas épocas. Y si calentar la casa y disponer de fuego para la cocina era importante, no lo era menos disponer de agua, por eso hacia 1876 se instaló en la plaza una de las once fuentes de hierro que el Ayuntamiento distribuyó por la ciudad abastecidas por la toma de abastecimiento construida en el Pisuerga en las inmediaciones del Puente Mayor. Diez años después estas fuentes, y otras más, comenzaron a abastecerse con el agua procedente del Canal del Duero.
En 1922 un particular instaló una churrería, lo que contribuyó a dar a la plaza un aire aún más popular. Y un evacuatorio construyó el Ayuntamiento en 1933 atendido para su cuidado y mantenimiento con «personal femenino». El año siguiente aumentaron los servicios de la plaza con la instalación de aparatos de recreo para la población infantil. Y corría el año 1962 cuando se solicitó al Ayuntamiento licencia para poner un quiosco, que ahí sigue resistiendo la oleada de cierres de este tipo de establecimientos. De entre el comercio que tiene la plaza, acaso el más popular sea la Bodega Sanzóles, que en 1964 aquí abrió un establecimiento. Sanzoles es una bodega ligada al barrio, pues comenzó el negocio en 1929 en Santa Lucía, otra calle de San Juan.
La plaza ha mudado su caserío prácticamente por completo en los años del desarrollismo industrial de la ciudad. No obstante, sobreviven el número 4, que inició su construcción en 1932, y el número 11, con licencia de obra otorgada en 1948. En 1998 el Ayuntamiento acometió una profunda reforma de la plaza, rodeada entonces de cuatro vías de circulación de vehículos, y entre otras cosas eliminó el tráfico de la zona más inmediata a las casas.
La remozada plaza, concurrida todo el año, se remató instalando en la parte más próxima a los juegos infantiles, una sencilla escultura de bronce titulada «María Pía», de la escultora Ana María García Cavero, una vallisoletana formada en Madrid que recibió clases de los hermanos Julio y Francisco López Hernández. La niña es un retrato de su sobrina, que dos años antes había realizado en madera.
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La iglesia de San Juan Bautista, que da nombre al barrio, y que se ve desde la plaza, una vez que la orden del Temple quedó extinguida en 1312, pasó a ejercer de parroquia, hasta que en 1841 se cerró al culto dado el mal estado que presentaba y el año siguiente se derribó.
Las funciones parroquiales pasaron a ejercerse en el convento de Nuestra Señora de Belén, ubicada en la actual plaza de Santa Cruz. El actual edificio inició su construcción en 1930 según planos del arquitecto Manuel Cuadrillero (autor, por ejemplo, del antiguo edificio de Hacienda de la plaza de Madrid, y de diversos edificios residenciales en ese entorno). El 23 de junio de 1932 se inauguró con la asistencia del arzobispo Remigio Gandásegui, impulsor de su construcción.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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