Cuentan que el primer telegrama enviado en España fue el discurso de la reina Isabel II inaugurando las Cortes Constituyentes de noviembre de 1854. Y que fue todo un éxito. Debido a ello, a los beneficios que podría traer a la Administración del Estado y ... a los particulares, en 1855 se aprobó la ley que instaba a construir una red telegráfica que uniera Madrid con todas las capitales de provincia y departamentos marítimos, y que llegara además a las fronteras de Francia y Portugal. Diez años después, la red telegráfica española, configurada de manera radial, tenía una longitud de más de 10.000 kilómetros de línea, disponía de 194 oficinas y gracias a ella se cursaban más de un millón de mensajes telegráficos al año.
Publicidad
Entre los miles de funcionarios de Telégrafos destacaba, a finales del siglo XIX, un vallisoletano de Medina de Rioseco. Se llamaba Daniel Blanco Garrido, había nacido el 10 de abril de 1859 y podría decirse que había heredado el oficio. Y es que su padre, Aurelio Blanco, era el encargado de la estación de telégrafo de Valoria la Buena cuando Daniel, siendo apenas un adolescente, entró a trabajar en la oficina de Valladolid, instalada inicialmente en la calle Veinte de Febrero y luego, hasta la inauguración del actual edificio de Correos (1922), en la Plaza de Santa Ana. Según testigos del momento, tuvieron que ponerle un sillón para que alcanzara la mesa de aparatos y no pocas veces lloraba al no poder salir del trabajo antes de las once de la noche. Su periplo laboral lo llevó por numerosas oficinas: Ponferrada, Herrera de Pisuerga, Gijón, San Sebastián, Guadalcanal... Pero fue en Valladolid donde se hizo famoso.
Noticias relacionadas
Enrique Berzal
Enrique Berzal
La noticia saltó en diciembre de 1893, como consecuencia del primer concurso nacional para elegir «al mejor morsista de España», disputado en San Sebastián. La mayoría de los funcionarios votaron a favor del riosecano, el único capaz de recibir más de cien despachos a la hora y en cualquier idioma. Los compañeros se quedaban estupefactos al verle recibir en dos morses a la vez y transmitir en otro. «Tiene dos cuadernos al frente, un Morse a la derecha por el que recibe a oído, otro por el que recibe a cinta, y un martillo a la izquierda por el que transmite. De este hecho ha sido testigo presencial todo un turno de guardia en el Centro de Valladolid no hace muchos meses», resaltaba una publicación nacional. Por eso era capaz de transmitir 160 despachos en tres horas.
Había incluso quien le consideraba el mejor telegrafista del mundo, pues «telegrafistas como Daniel Blanco no se habían conocido nunca en España ni más allá de sus fronteras. Para realizar las maravillas que él realiza trabajando simultáneamente en dos o tres aparatos que funcionan sin cesar un sólo instante, es preciso hacer algo que está contra las leyes naturales. Es preciso, en primer término, dividir la atención en tres atenciones (pase la frase), y de tal modo, que cada una de ellas sea única, directa y sostenida, y luego separar movimientos o funciones del organismo que por naturaleza son sincrónicas e inseparables. Daniel Blanco está transmitiendo por un aparato, y recibiendo al mismo tiempo por otros dos. Y los despachos quedan al mismo tiempo recibidos y anotados y registrados, sin que en ninguno de ellos haya nunca ni el error más mínimo. ¡Un telegrafista que sirve como tres! O no hay lógica en el mundo, a Daniel Blanco se le deben los sueldos de otros dos».
Publicidad
Por si fuera poco, nueve años después ganaba otro concurso nacional al realizar en 39 minutos tres ejercicios de transmisión y recepción, en cinta y oído, de 900 palabras en diferentes idiomas. A nadie extrañó que aquel mismo año de 1902 recibiera la distinción de Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica. Cuando en abril de 1924 se jubiló como jefe de sección del Tercer Cuerpo de Telégrafos, los compañeros le dedicaron un multitudinario homenaje en la Biblioteca del Centro de Valladolid, seguido de un banquete en el Hotel Moderno. Asistieron colegas de Madrid, León, Zamora, Salamanca, Medina de Rioseco y Mota del Marqués, además de su mujer, su hermano Luis, que era párroco de San Ildefonso, y su hijo Julio, que también era funcionario de Telégrafos.
Y es que Daniel Blanco Garrido no era solo un telegrafista excepcional. Desde muy joven había colaborado en diversos periódicos, escribió poesías líricas, dos zarzuelas y un monólogo dramático titulado 'El último adiós de mi hijo', publicado en 1906. Incluso durante seis años estuvo encargado de la sección diaria «Nota Festiva» de El Norte de Castilla. Falleció en Valladolid el 11 de enero de 1927 dejando viuda (Felisa Perrote) y dos hijos (Julio e Isabel).
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.