Secciones
Servicios
Destacamos
La inauguración del puente Colgante (también se le conoció por puente de Prado o puente de Hierro) el 19 de abril de 1865 fue uno de esos grandes acontecimientos para Valladolid, pues en él confluían muchos factores: pionero en España por su técnica constructiva, porque era un alivio para poder cruzar el Pisuerga cuando las grandes avenidas impedían hacerlo por el puente Mayor, y porque fue un «chute» moral para la ciudadanía. Valladolid entraba de lleno en la modernidad porque, además, desde hacía cinco años ya tenía ferrocarril. De alguna forma era una potente señal de que la ciudad salía de la atonía económica y urbanística en la que estaba sumida desde hacía más de dos siglos.
Por otro lado, el puente sustituyó a la incómoda barca como manera de comunicar ambas orillas del río, pues al otro lado estaba el Presidio Correccional. Por eso, también se conoció el nuevo puente como del Presidio.
Total, que el puente – que en realidad no es colgante- acabó dando nombre a una calle que nace junto al Arco de Ladrillo es decir, en territorio ferroviario, y junto a la estación de Autobuses, que pide a gritos una profunda reforma o un nuevo emplazamiento, que al parecer será lo que se haga, en medio de la incertidumbre de si habrá soterramiento de las vías del tren o integración en superficie.
La estación de Autobuses se inauguró en 1972 y sustituyó a la obsoleta parada de coches de línea ubicada en la plaza del Poniente. Hacía años que se estaba reclamando la construcción de este imprescindible servicio: ya en un informe emitido en 1953 por la Delegación Nacional de Sindicatos sobre Valladolid se proponía construir un mercado Central y una estación de Autobuses.
Mas, esta no llegó hasta que en 1970 el Ayuntamiento cedió el solar en el que estaba la estación de trenes Campo de Béjar, que había dado servicio al desaparecido tren Económico de Rioseco (el famoso tren burra). Al parecer la estación de autobuses vio la luz por una sugerencia del abogado vallisoletano Jerónimo Gallego, afín ideológo y amigo de confianza del entonces ministro de Obras públicas Federico Silva Muñoz.
Puente Colgante va ofreciendo varios puntos de interés, como la Casa de la India, en el número 13 de la calle. Es una fundación creada en 2003 con la participación del Gobierno de India, el Ayuntamiento y la Universidad de Valladolid. El edificio, de principios del siglo XX, se acondicionó en 2006. Bien puede presumir Valladolid de ser junto con Londres y Berlín una de las tres ciudades europeas que cuentan con un centro de difusión de la cultura india amparado oficialmente por el Gobierno de aquel país.
Detrás de la Casa de la India se ha establecido la sede oficial de la ONCE en un edificio de novísima construcción. Frente a la Casa de la India se alza la fábrica de harinas La Rosa, que se remonta a los albores del siglo XX. Se trata de un conjunto de edificaciones que fue haciéndose poco a poco entre 1906 y 1924, y es uno de los iconos de la potente actividad harinera que tuvo Valladolid.
En su intersección con el paseo Zorrilla, y rebasado éste, en la acera de los impares, se conserva, aún reconocible, el viejo hostal Lucense, convertido en un edificio residencial, con un bloque añadido en otra parte del solar que ocupaba el hostal. El Lucense es una referencia en el mundo taurino de Valladolid, pues en él se alojaban las cuadrillas de toreros que venían acompañando a los maestros, y que se dirigían caminando a la plaza de Toros atravesando el paseo Zorrilla, en medio de una multitud de curiosos.
El último bloque de viviendas, en la acera de los pares, antes de que el puente cruce el río, es una antigua casa cuartel de la Guardia Civil reconvertida en 63 viviendas públicas destinadas para familias jóvenes. Enfrente, el colegio de Nuestra Señora de la Consolación regentado por las Agustinas Misioneras, fundado en 1943.
Mas, antes de que la calle toque a su fin, a mano izquierda y en las inmediaciones del cauce del Pisuerga, se ve una construcción que ahora es el establecimiento hostelero La Aguada. El nombre es acertado, pues se trata de la antigua captación de agua que tuvo que hacer la empresa que construyó la línea ferroviaria que unía Madrid con Irún: la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España.
Las locomotoras de vapor necesitaban mucha agua, y la ciudad no disponía de ella, por lo que la compañía ferroviaria hizo su propia captación en este punto y la bombeaba hasta la estación y los talleres anexos. Hasta le sobraba para que el Ayuntamiento regara el Campo Grande.
Sigue la calle unos metros más allá del puente, y haciendo esquina con la avenida de Salamanca, aún se conservan los letreros el mítico restaurante La Goya, un prestigioso negocio familiar que cerró en 2021, después de 109 años abierto al público, y que se construyó en una finca que tenía un merendero y unas caballerizas.
En nuestro paseo por Puente Colgante nos hemos cruzado con la calle Alemania, que no es sino el nombre que en 1937 le puso la Comisión Gestora del Ayuntamiento, al igual que la próxima calle Italia, como homenaje a los dos países que mostraron su apoyo al Movimiento Nacional de España contra el gobierno de la República. Y también atravesamos la calle Gabilondo, nombre de un concejal de la última década del XIX emparentado con los propietarios de los Talleres Gabilondo, que no estaban lejos de por aquí.
Recientísimamente (22 de agosto) el puente ha sido declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento. Esta declaración la solicitó hace varios años el Ayuntamiento de Valladolid, según un detalladísimo estudio del arquitecto municipal Óscar Burón. También se pidió para el Puente Mayor pero la Junta lo ha desechado.
El puente tiene un tablero de 75,70 metros de largo y 7 metros de anchura, con un único vano de 68,70 metros, y así comienza el texto de la declaración BIC: «El Puente Colgante de Valladolid, también conocido como el Puente de Hierro, constituye un hito en la arquitectura de hierro en España, por ser el primer puente construido en España y el cuarto de Europa, con el sistema de arco atirantado conocido como Bow-String y uno de los elementos urbanos históricos más característicos e identificadores de la ciudad». Su declaración de monumento es una gran noticia para Valladolid.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.