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Dibujo de Valentín Carderera del Palacio Real de Valladolid, en cuya capilla fue bautizado Uruch Bec. BIBLIOTECA NACIONAL
La odisea de un cortesano persa en el Valladolid de Felipe III

La odisea de un cortesano persa en el Valladolid de Felipe III

Uruch Bec, más conocido como Juan de Persia, pretendía lograr una alianza contra los turcos, se convirtió al cristianismo y fue acusado de un brutal asesinato

Martes, 28 de febrero 2023, 00:48

Eran 38 personas las que aquel 9 de junio de 1599 salieron de Isfahán, ciudad situada en el centro de la actual Irán, con un objetivo muy concreto: visitar varios países europeos para afianzar una amplia alianza contra los turcos otomanos. Aquella embajada persa, liderada por Huséin Alí Beg, la componían quince ingleses, cuatro nobles, un alfaquí, quince criados y dos frailes. Visitaron Moscú, Alemania, Praga, Roma y Francia antes de entrar, en 1601, en España, donde les esperaba Felipe III. La Corte residía en ese momento en Valladolid.

Fue así como llegó a tierras pucelanas uno de aquellos cuatro nobles, llamado Uruch Bec, para protagonizar una auténtica odisea no exenta de episodios violentos. Nacido en el seno de una familia noble de Persia (hoy Irán) hacia 1560, nuestro protagonista terminó integrándose en la Corte gracias a sus hazañas en diferentes contiendas contra los turcos, en una de las cuales falleció su propio padre, el sultán Alí Bec. Su entrada en España se produjo el 18 de julio de 1601. Los persas y sus acompañantes fueron agasajados por el duque de Feria en Barcelona y por el de Alburquerque en Zaragoza, antes de hacer acto de presencia en Valladolid.

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Ya entonces la comitiva había sufrido varias bajas, pues, como ha escrito Juan Gil, cuatro criados y un fraile se quedaron en Moscú, el cabecilla de los ingleses se dirigió a la ciudad italiana de Ancona, y en Roma se convirtieron al cristianismo el secretario, el cocinero y el barbero del embajador. El resto fue recibido en Valladolid por Luis Henríquez, mayordomo del Rey. De su estancia en la ciudad, que se prolongó durante dos meses, les llamó la atención los «muy grandes saraos y fiestas públicas de toros y cañas, que nos parecieron con muchas ventajas mejores que las que habíamos visto en otros reinos y provincias, porque esta república española, aun en las cosas de burlas, tiene una gravedad y concierto que falta en otros Estados».

A los pocos días, el embajador recibía la noticia de la conversión al cristianismo de varios miembros de su comitiva, entre ellos su sobrino, Alí Qulí Bec. Resuelto a regresar a Persia por vía marítima desde Lisboa, ordenó abandonar Valladolid el 11 de octubre de 1601. Su periplo por Segovia, El Escorial, Madrid, Aranjuez y Toledo fue apacible, pero no así en Mérida, donde el alfaquí de la embajada, de nombre Amir, resultó muerto a puñaladas. Envió entonces el embajador a Uruch Bec de vuelta a Valladolid para notificar el suceso al Rey y suplicarle que castigara el horrendo crimen. Así hizo.

Aquel aprovechó para visitar a su amigo Alí Qulí Bec, quien, recién convertido al cristianismo, residía con los jesuitas. Luego contactó con Álvaro de Carvajal, capellán y limosnero de Felipe III, y con Francisco Galarza, rector del Colegio de San Ambrosio. Y decidió seguir la misma senda religiosa. El 14 de enero de 1602, los dos amigos, Uruch Bec y Alí Quali Bec, eran bautizados en la capilla del Palacio Real, siendo sus padrinos el rey y la reina: adoptarían, respectivamente, los nombres de Juan y Felipe de Persia.

Nuestro hombre intentó regresar a su país para traerse consigo a su familia, pero el embajador, que aún estaba en Lisboa y había tenido noticia de su conversión al catolicismo, no solo se lo impidió, sino que envió a un esclavo turco para asesinarle. Juan de Persia logró escapar, retornó a Valladolid y convenció a otro miembro de la embajada, Boniat Bec, para que se convirtiera: a los pocos días era bautizado en El Escorial como Diego de Persia. Felipe III correspondió asignándole una casa y una pensión anual de 1.200 escudos. En esta ciudad publicó además las famosas 'Relaciones de Juan de Persia' (1604), fundamentales para conocer todo este periplo y el contexto geopolítico del mismo.

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Sin embargo, otro suceso, de consecuencias mucho más trágicas, vino a empañar la estancia vallisoletana de los conversos. A principios de mayo de 1605 había llegado a la ciudad un tal Cochacén, secretario de un dignatario persa que acababa de morir en Roma. No era una persona de confianza para ellos. De hecho, una discusión con Felipe derivó en un enfrentamiento brutal que se saldó con cinco puñaladas en el cuerpo de Cochacén. Era el 15 de mayo de 1605. Diego, Juan, Felipe y otro compañero, de nombre desconocido, fueron inmediatamente detenidos. El suceso adquirió connotaciones aún más graves cuando se supo que el finado, en lugar de recibir un entierro digno, fue subido a un carro de llevar carne, paseado por las calles en medio de las burlas y los improperios de cientos de chiquillos, y arrojado finalmente a un barranco, junto a las galeras, «donde le comieron los perros las piernas, que quedaron por fuera».

Analizado el homicidio por el Consejo de Estado, los tres persas fueron encarcelados durante más de año y medio. Aunque luego se supo que el autor del asesinato había el compañero de nombre desconocido, los condenaron a servir diez años en Flandes. Juan de Persia se trasladó con la Corte a Madrid en marzo de 1606. Se sabe que contrajo matrimonio con María Villate, natural de Medina de Pomar, con la que tuvo una hija llamada Juana Bernarda. En una solicitud fechada en 1621, descubierta por Juan Gil, Juana se declara huérfana de padre y de madre, lo que permite a este autor situar la muerte de nuestro protagonista entre 1616 y 1621.

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