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Aquello no fue una gripe fuerte o «catarro inclementísimo», como se decía en la época y como han reproducido, ya en nuestros días, algunos de los principales estudiosos sobre Felipe II. Al monarca le pasó algo mucho más grave. Es más, aquel mes de agosto ... 1580, el «Rey Prudente» estuvo a punto de fallecer, víctima de una crisis de salud que se llevó por delante a su cuarta esposa, Ana de Austria. ¿Cuál fue la verdadera causa?
Antonio Martínez Llamas (León, 1952) lo desvela con detalle en su libro 'Felipe II. El enigma del hombre enfermo', que presentará el próximo jueves, a las 19 horas, en el Palacio Real. Autor de numerosos libros de relatos breves, novelas y ensayos, Martínez Llamas atesora prestigiosos premios literarios, entre ellos el Paradores de España y el de Novela Histórica «Alfonso X el Sabio». Su nuevo libro sobre el monarca vallisoletano busca, según sus propias palabras, «cerrar un hueco historiográfico, el de la salud, que no siempre ha sido bien tratado por la historiografía, incluso por los especialistas más prestigiosos en la vida y obra de Felipe II».
En efecto, el leonés, que ha sido médico de profesión, vuelca en esta obra toda su experiencia investigadora en la materia que más y mejor controla, la de la salud y la enfermedad, convenientemente contextualizada, para ofrecer una visión alternativa a la historia política, tradicional, sobre el reinado de Felipe II. Partiendo así de la información existente sobre la medicina del siglo XVI, Martínez Llamas enmienda los errores heredados en las numerosas biografías del monarca cuando tratan aspectos relacionados con su salud.
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Estamos, por tanto, ante un libro repleto de «desmentidos». Uno de los más inmediatos, el que hace referencia a la supuesta epilepsia de Carlos V, padre del biografiado. «Lo han escrito muchos historiadores y no es cierto, Carlos no era epiléptico. Lo que ocurre es que su madre, Juana, tuvo un parto acelerado, lo que condicionó un breve cuadro convulsivo, en ningún caso de etiología epiléptica. Conviene señar que en la época, a los procesos convulsivos, ya fueran epilépticos o febriles, se les etiquetaba como 'alferecía'».
Las primeras dolencias de Felipe II aparecen registradas con apenas nueve meses, concretamente un cuadro con fiebre muy alta que al quinto día produjo exantema. Ya con siete años, las crónicas lo presentan afectado por el «mal de ijada», es decir, por fuertes dolores intestinales que bien podrían deberse, apunta Martínez Llamas, a una piedra en el riñón. Aunque Felipe II gozó en general de una salud que podría calificarse de normal para la época, no faltaron sobresaltos como la salmonelosis que padeció siendo aún muy joven o el ataque de sarna estando ya casado con María Manuela de Portugal, circunstancia que motivó una escapada de dos meses a Cigales durante los que, además de recuperarse, entabló relaciones con otras mujeres, y no precisamente amistosas.
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Mucha menos credibilidad le da el autor a ese «embarazo psicológico» que los especialistas achacan a su segunda esposa, María Tudor, justificado por la repentina hinchazón de su vientre mientras estaba intentando, sin suerte, quedarse embarazada. «Aquello pudo deberse a tres posibles causas: una tumoración ovárica, una tuberculosis intestinal o el llamado síndrome de Meigs», aclara.
Lo que verdaderamente acechó a Felipe II fue el mal de gota, que comenzó a padecer con 36 años, estando ya casado con Isabel de Valois. «El primer ataque le dio durante las Cortes de Monzón, se puso malísimo. La gota le persiguió hasta el final de sus días, es probable que estuviera genéticamente predispuesto. Lo más curioso es que los médicos de entonces, que no tenían muchos conocimientos, le recomendaban combatirla fortaleciéndole a base de comer mucha carne de cabrito, que es lo que hoy sabemos que está contraindicado. Y es que se decía: 'la carne, carne cría, y el pescado, agua fría'», señala el autor, que también recuerda cómo «los cuidados de entonces consistían en un baño una vez al año, un vómito al mes, una mañana o una tarde de ayuno a la semana, y una caminata de media legua».
Otro hecho curioso, y que merece igualmente aclaración, es el famoso «flemón en el muslo derecho» que padeció Felipe II en el último mes de vida: «Seguramente fuera tuberculosis ósea, osteosarcoma, sarcoma de Ewing, osteomielitis o una metástasis a distancia de un cáncer», apunta al autor.
Llegamos así al famoso y gravísimo episodio de agosto de 1580, que casi acaba con la vida del Rey. «Eran los tiempos de la invasión de Portugal y Felipe II, haciendo caso omiso de las recomendaciones de sus médicos, decidió llevarse consigo, a la frontera con ese país, a su mujer, Ana de Austria, y a sus cuatro hijos». Le sobrevino entonces una crisis de salud tan terrible que lo dejó prácticamente en coma. Incluso se llegó a preparar un gobierno en la sombra a la espera del inminente y fatal desenlace.
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Enrique Berzal
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Aquel incidente, que los especialistas han ventilado achacándolo a un gran catarro, es aclarado ahora en el libro. «No pudo ser una gripe, era el mes de agosto», explica Martínez Llamas; «a causa de esa misma enfermedad que contrajeron en Portugal, murió Ana de Austria, aquejada probablemente de una neumonía bilateral o 'fluxión de pecho', como se decía entonces. La población portuguesa, sin embargo, ya no sufrió una mortalidad grande, lo que nos habla de una inmunidad natural o adquirida; los hijos del Rey no murieron tampoco, lo que nos indica que podían estar contagiados, pero asintomáticos. Y se sabe que esa misma enfermedad, que empezó en Portugal, se extendió luego por toda Europa, causando una gran mortalidad. Fue una pandemia».
La explicación parece tan evidente como actual: «No parece que fuera gripe porcina. Quizás fuese una gripe aviar o, más probablemente, un coronavirus. El rey se contagió, la enfermedad le causó seguramente una neumonía bilateral que le tuvo entre la vida y la muerte durante dos semanas, y sobrevivió». Antonio Martínez Llamas acompaña este 'Felipe II. El enigma del hombre enfermo' de un amplio anexo documental que corrobora sus aseveraciones. En la presentación del libro le acompañarán el periodista Florencio Carrera, el comandante militar de Valladolid y Palencia César García del Castillo, el profesor de la Universidad de Valladolid Javier Pérez Gil, y Héctor Escobar, editor de Eolas Ediciones, que es quien edita la obra.
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