Fructuoso Villaseco Muñoz (Fuentelapeña, 1907) llegó a Nava del Rey por trabajo y se quedó por amor. Su padre, Ambrosio Villaseco Corrales (La Bóveda de Toro, 1870), regentaba en la localidad zamorana de Fuentesaúco la Confitería y Pastelería La Bahiense. «Gran surtido en bombones y ... caramelos finos extranjeros y del país. Derecha de Toro (frente al Casino Nuevo)», se anunciaba en los años veinte del siglo pasado La Bahiense. Aunque la pastelería estaba en Fuentesaúco, la familia Villaseco elaboraba sus dulces en el obrador que tenía en Fuentelapeña, situado apenas a diez kilómetros de distancia. Casado con Isaura Muñoz Crespo (La Bóveda de Toro, 1870), el matrimonio tuvo siete hijos: tres varones y cuatro mujeres, de los cuales cuatro -Fructuoso, José, Justo y Agustina- siguieron los pasos de sus padres... y antes de su abuela paterna, Francisca Corrales (Zamora, 1837), la primera pastelera de esta saga familiar de confiteros.
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Fructuoso, José y Justo recorrían distintos pueblos cercanos a Fuentelapeña «con sus carros habilitados con dos muebles bandejeros y tirados por una mula. Mi abuelo venía a la zona de Nava: Torrecilla de la Orden, Carpio, Fresno el Viejo...», recuerda José Luis Villaseco García (Nava del Rey, 1964), nieto de Fructuoso y actual gerente de Pastas Villaseco, empresa familiar dedicada hoy a la fabricación de productos de pastelería industrial. José Luis es ya la quinta generación.
«Mi abuelo se quedaba en Nava en la posada de Modesto Burgos y allí conoció a mi abuela Modesta», cuenta José Luis. La hija del posadero y el confitero de Fuentelapeña se establecieron en Nava del Rey y tuvieron tres hijos: Justo, Carmina y Luis. Fructuoso instaló el obrador en un inmueble cercano a la posada de su suegro, en el número 8 de la calle Manuel Salvador Carmona, en el mismo edificio donde permanece la fábrica en la actualidad. «Al principio mi bisabuelo hacía los mismos bollos que hacían sus padres en Fuentelapeña; hasta que decidió hacer algo menos perecedero como fueron las pastas surtidas y los nevaditos, que no eran otra cosa que mantecados cubiertos con azúcar glas», explica este tataranieto de Francisca Corrales.
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Sonia Quintana
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A finales de los años sesenta, ya con su hijo Justo y su yerno José Antonio (marido de su hija Carmina) trabajando en la empresa familiar, los Villaseco decidieron abandonar la pastelería artesana y dedicarse en exclusiva a las pastas y los nevaditos hasta que en el año 1976 a Justo Villaseco se le ocurrió cambiar el baño de azúcar glas de los nevaditos por un baño de chocolate y bautizar aquella nueva creación como morenitos, el producto estrella de Pastas Villaseco. «Aquello fue un 'boom'». Y hasta hoy. Luego nacerían también los mulatitos y los blanquitos.
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