Ni el 23 de abril, día de la derrota comunera en Villalar, ni el 30 de mayo, festividad de Fernando III el Santo, el monarca que en 1230 unificó los reinos de Castilla y de León. Aquella propuesta lanzada a mediados de octubre de 1923, ... hace ahora cien años, pretendía fijar el «Día de Castilla» el 2 de enero, una fecha de resonancias grandiosas. Lo más curioso es que encontró eco y entusiasmo en la prensa y en instituciones de Castilla la Vieja y León, incluidas La Rioja y Santander, provincias que, a juicio de los promotores, eran plenamente castellanas. «Castilla la Vieja es el conjunto de las once provincias que un tiempo formaron los antiguos reinos de Castilla y León», señalaba un rotativo nacional a propósito de esta iniciativa.
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No por casualidad, esta se gestó en la redacción de la revista «Castilla la Vieja», fundada el año anterior y dirigida por Emilio Fernández Cadarso, que en su primer número señalaba, como objetivo prioritario, «fundir en amor ideal y santo el de las once provincias castellano-leonesas, contribuir al engrandecimiento de su Región, cantando sus glorias y sus héroes, sus hazañas, sus monumentos artísticos, las bellezas de sus paisajes». Fue ese amor desmedido por Castilla y León el que llevó a dos jóvenes poetas, Ángel Lera de Isla, natural de Urueña, y Florentino Hernández Girbal, nacido en Béjar, a proponer una festividad concreta.
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De hondo calado regionalista, su llamamiento impelía «a todos los que lleváis en el corazón y en el alma la arrogancia del Cid, el gesto bravo de Pedro Crespo, el amor de Isabel la Católica y la fe de Teresa de Jesús». Apelaban a «los hijos del león castellano», y les instaban a exhibir el orgullo «de ser hijos de tal madre [Castilla], tierra que puso allende de los mares corazones de amor a ella, donándolo todo desinteresadamente, guiada por su idealismo, por su afán de hacer una patria única y grande, poderosa (...), que su raza llenara el mundo».
La idea de Lera de Isla y Hernández Girbal era resucitar la historia y las hazañas de Castilla y León para hacer «que crezca agigantándose el mutuo amor entre las once ciudades con sus villas y sus pueblos, que como brillantes engarzaron el collar de Castilla». La propuesta consistía en fijar el 2 de enero como «Día de Castilla», por ser la fecha concreta de la toma de Granada, en 1492, por los Reyes Católicos: «el episodio por el cual la reina que desde la cama gobernaba el mundo hizo derramar lágrimas de dolor a Boabdil, arrancando de sus manos las llaves de la ciudad Paraíso (...). Granada tornó a ser España y toda Castilla respiró satisfecha. ¡Su obra estaba terminada!».
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Ángel Lera de Isla (1903-1986) y Florentino Hernández Girbal (1902-2002) fueron íntimos amigos pero protagonizaron peripecias diferentes. El primero, natural de Urueña, se dedicó en cuerpo y alma al periodismo en publicaciones como 'La Tarde' y 'Pluma y Lápiz', junto a Hernández Girbal creó el 'Heraldo de Castilla', colaboró en El Norte y ganó varios premios de novela corta. El bejarano Hernández Girbal, sin embargo, sufrió mucho más. Masón y de convicciones republicanas, los sublevados en julio de 1936 lo condenaron a 30 años de cárcel, pena rebajada luego a 12, y fue constantemente perseguido durante la dictadura franquista. Como periodista y escritor, dio a la imprenta varias biografías de españoles ilustres.
Los promotores, que pretendían celebrar ese «Día de Castilla» cada año en una capital de las once provincias, terminaban su alegato con un «¡Todo por Castilla y León!». La prensa acogió la idea con entusiasmo. Se trataba, como decía un periódico de tirada nacional, «de crear el Día de Castilla como se ha creado la Diada catalana, como se deben crear otros 'Días' propios de cada una de las regiones que integran el gran todo español», configurándose así como «una manera de honrar España al honrarse a sí mismas las regiones». El Diario de León se adhirió a través de su director, el canónigo Antolín Gutiérrez Cuñado, si bien posteriormente la opinión leonesa renegó de un eslogan que solo citaba a Castilla. La única provincia que no respondió fue Burgos.
Al mes siguiente se celebraba una magna asamblea en la Casa de Palencia en Valladolid para organizar el Día de Castilla. Hablaron Salvino Sierra, Herculiano Pinilla (presidente de la Diputación vallisoletana), el diputado segoviano Cáceres, el alcalde accidental Dionisio Baroja, el presidente del Círculo Mercantil Eudosio López, el médico segoviano Segundo Gila y los impulsores de la idea. También se adhirieron Narciso Alonso-Cortés y Federico Santander. Acordaron comenzar en Burgos con la efeméride y visitar en abril la campa de Villalar. Sin embargo, poco más se hizo. El «Día de Castilla» se diluyó con el tiempo y no pudo pasar del papel a los hechos.
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