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La minería del yeso ha sido muy intensa en numerosos enclaves de la provincia de Valladolid. Su extracción y medios para tratar el yeso han dejado un rastro no solo en el paisaje, especialmente en las laderas calizas de los cerros y páramos, sino en la memoria aún viva de las personas y familias que dedicaron todo o parte de su tiempo a extraerlo, transformarlo y transportarlo.
Hay, en Valladolid, unas cuantas localidades en las que la minería del yeso ha tenido su importancia, bien para el consumo endógeno de sus habitantes, bien para la venta a otras comarcas y empresas de construcción. Podemos citar, entre otras, las localidades de Alcazarén, Cabezón de Pisuerga, Camporredondo, La Cistérniga, Íscar, Piña de Esgueva, Portillo, Quintanilla de Arriba, Tudela de Duero, Villavaquerín. En Pedrajas de San Esteban y en Quintanilla de Onésimo la extracción se hacía en forma de cantera, es decir, a cielo abierto, al igual que en algunas explotaciones de Portillo.
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En la década de 1980 comenzó el declive de esta actividad. En un informe encargado por la Junta de Castilla y León en 1991, ya se advertía que, por ejemplo en Portillo la producción de mineral por labores a cielo abierto se realizaba durante unos pocos días al año y que el mineral obtenido se almacenaba en lugares cubiertos durante varios años.
El Inventario del Patrimonio Industrial de la provincia de Valladolid elaborado por la Junta de Castilla y León en colaboración con la Universidad de Valladolid, incluye, como patrimonio a tener en cuenta para su conservación, las caleras y yeseras de Portillo, Bahabón, Camporredondo, Curiel de Duero y Esguevillas de Esgueva. Pero la mera observación visual de algunas de estas caleras hace ver que se están perdiendo por derrumbes, al no hacerse conservación de las mismas.
En cualquier caso, la provincia de Valladolid, junto con la de Palencia, han sido los lugares en los que, con mucha diferencia, más importancia ha tenido el industria del yeso en Castilla y León.
Mediado el siglo XIX se sabe que en Alcazarén había producción de yeso que daba trabajo a 100 vecinos –seguramente de forma temporal y especialmente en verano-. Cerca de 40 en Íscar. Y en Portillo hubo actividad relacionada con el yeso hasta los años 60 del siglo XX, en la que se empleaba medio centenar de trabajadores, además de las personas que se dedicaban al transporte: en el caso de Portillo se produjo una especie de simbiosis con los transportistas de Santiago del Arroyo, un municipio tradicional de transportistas que en muchos casos compaginaban aquel trabajo con sus actividades agrícolas, dado que el término municipal es pequeño y no empleaba mano de obra durante muchos meses.
El yeso y la cal se han utilizado en acabados interiores, blanqueo de paredes, sellado de juntas en muros, aislante térmico, fabricación de tabiques y escayolas. Pero también para la noble modelación de piezas de escultura… y para fabricar las modestas tizas con las que garabatear en la pizarra. Es decir, tenía un amplio abanico de aplicaciones que ahora se realizan mediante materiales sintéticos o prefabricados.
Si en un principio las minas se abrían a pico y pala, el paso del tiempo y la tecnología permitieron emplear maquinaria más potente y eficiente, como eran las palas excavadoras. También se emplearon explosivos que provocaban los derrumbes, dejando, por tanto, bien estabilizada la galería que se iba abriendo.
De la mina se extraía el espejuelo, que no es otra cosa que el yeso cristalizado, o hecho piedra. Este yeso se llevaba a los hornos de tipo árabe que había repartidos a lo largo de las explotaciones. En el horno, alimentado de la leña de los pinares próximos, se cocía el yeso aún en forma de piedra a altas temperaturas, para eliminar el agua y dejarla seca, para a continuación pulverizarla.
Esta actividad lleva asociada, por tanto, otra curiosa construcción: el horno de tipo árabe. Este horno se construía en ladrillo con un cuerpo inferior, normalmente semienterrado, en el que se introducía la leña, y sobre este cuerpo se vertía el yeso para ser cocido.
Hay muestras del yeso de Portillo en el Instituto Geológico Minero. Y en su ficha descriptiva anota, textualmente: «La extracción de yesos y/o carbonatos (cal) para su uso industrial a partir de las rocas miocenas que conforman las laderas de los páramos, es una actividad económica que se viene desarrollando desde hace siglos en esta parte de la cuenca del Duero (Valladolid y N de Segovia). En esta Población se pueden observar distintas técnicas de explotación del yeso que son comunes en la región, aunque con peor grado de conservación».
Una vez que cesó definitivamente la actividad minera, algunas de estas minas se reutilizaron para las más variadas actividades. La de las Mamblas, de Tudela de Duero, se emplearon como polvorín militar, y a tal fin, en sus inmediaciones se levantaron algunas pequeñas construcciones para albergar a los militares encargados de la vigilancia, y su interior se entibó con pilares de ladrillo; criar champiñones u otro tipo de hongos aprovechando la oscuridad y humedad de las galerías cultivando el micelio en pacas de paja; como aprisco para guardar pequeños rebaños de ovejas o cabras; e incluso como bodega.
El yeso y la cal han dejado también su rastro en la toponimia vallisoletana, tal como recoge el libro «Toponimia de la Provincia de Valladolid», de Beatriz Sanz Alonso. Así, se citan pagos con nombres de yesera o calera en Castronuevo de Esgueva, Encinas de Esgueva, Fombellida, Padilla de Duero, Pesquera de Duero, Piñel de Arriba, Roturas, San Llorente, Valdearcos de la Vega, Villaco y Villarmentero de Esgueva.
Con toda seguridad habrá más municipios que tengan el yeso y la cal en su toponimia, por ejemplo, un pago Las Yeseras y otro llamado La Cal se localizan en Camporredondo; en Viloria, Caleras; y en Quintanilla de Arriba incluso hay un arroyo La Calera, etcétera.
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