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Agarrotado representado en 'Por una nabaja', obra de Francisco de Goya perteneciente a 'Los desastres de la guerra'. Museo del Prado
El Rojo de Valderas, el violento recaudador de impuestos que atormentó Tierra de Campos
El cronista | Historias de aquí

El Rojo de Valderas, el violento recaudador de impuestos que atormentó Tierra de Campos

El controvertido personaje, héroe para unos y villano para otros, fue ejecutado en Valladolid para después ser exhumado y enterrado con honores por sus servicios a Fernando VII

Jesús Anta

Valladolid

Jueves, 15 de agosto 2024, 08:16

El padre Francisco de la Puente, en la iglesia de San Andrés de Valladolid clamó contra las ideas de los constitucionalistas. Corría el día 14 de abril de 1823, y a los pies del altar de la iglesia yacían los restos del partidario acérrimo de Fernando VII, Don Agustín Alonso Rubio, conocido como el «Rojo de Valderas» por haber nacido en aquella población y por el color pelirrojo del cabello.

Los años siguientes a la terminación de la Guerra de Independencia, España vivió un periodo de enfrentamiento entre los realistas o partidarios de Fernando VII, y los liberales o constitucionalistas. Una confrontación en la que se mezclaban partidas de bandoleros y contrabandistas, fuerzas leales a la Constitución y partidas realistas. Hubo personajes legendarios, como El Empecinado, entre los enemigos declarados de Fernando VII, y leales al monarca, como el Cura Merino.

También hubo otros destacados personajes, aunque no alcanzaran la fama, como es el caso del ya citado «Rojo de Valderas», que le citan los historiadores vallisoletanos del siglo XIX, como Ortega Rubio y Matías Sangrador.

El historiador Antonio de Anta, en su tesis sobre la Diputación de Valladolid –publicada en 2014-, relata que el reinicio de la vida constitucional en 1820 en Valladolid se vio entorpecida por las actividades de «partidas» que se aprovecharon de la situación de descontrol que tenía el país. Unas, formadas por bandidos, contrabandistas o desertores, y otras formadas por personas contrarias al régimen constitucional. Estas últimas, aunque tuvieran un origen político-militar, actuaban de forma similar a las de bandoleros, y en el entorno de Valladolid, la más conocida era la del «Rojo de Valderas».

Aunque nacido en Valderas (León), Don Agustín Alonso estaba avecindado en Valladolid. Se distinguió por ser el cabecilla de los círculos vallisoletanos partidarios de Fernando VII, en contra de los partidarios de la Constitución. Algún historiador le describe como hombre de conducta desacreditada, arrojado, valiente y de aviesas intenciones.

Tenido por los liberales como un vulgar bandolero y asesino, y considerado un héroe por los absolutistas. Recorrió las llanuras de Tierra de Campos al frente de unos 50 guerreros a caballo oprimiendo a los pueblos mediante injustos impuestos recaudados de forma violenta. Sin embargo, el gobernador de Zamora describió a la partida como una fuerza «de 17 o 20 hombres mal armados y mal montados».

El historiador benaventano Juan Carlos de la Mata Guerra da cuenta en La Opinión de Zamora de un saqueo llevado a cabo por la partida realista en Benavente, de donde se llevó 180 libras de pan, 80 de carne, 80 litros de vino y 80 kilos de cebada procedente de varias casas y establecimientos.

En Valladolid, ciudad en la que gobernaba la facción constitucionalista, se organizó una eficaz fuerza compuesta por milicianos y un destacamento de caballería de Farnesio al mando del comandante Villaverde que, tras una constante persecución, consiguió hacerlo prisionero a él y otros miembros de su partida, a la salida del pueblo de Revilla de Collazos (León).

Jinete de Farnesio en 1823. Álbum de la caballería española. Conde de Clonard

El 22 de enero de 1823, soldados y detenidos llegaron a Valladolid. La noticia de su apresamiento fue celebrada con enorme júbilo por el pueblo, y el Ayuntamiento recibió al regimiento con clarines y timbales. Tras recorrer las calles de la ciudad con gran protección de las autoridades para que la gente no linchara a los presos, fueron encerrados en la cárcel de la ciudad.

Sometido a Consejo de Guerra, con asistencia de numeroso público, el tribunal compuesto por oficiales de Farnesio condenó al «Rojo de Valderas» a morir mediante garrote vil.

La sentencia se ejecutó junto a la ermita de San Isidro el 12 de febrero, que coincidía con el Miércoles de Ceniza, y fue sepultado frente a la puerta de la ermita.

Veinte días después, entró en Valladolid el brigadier realista Don Gerónimo Merino, el famoso «Cura Merino», al frente de mucha tropa, y envalentonados por su presencia, los partidarios del Rey se impusieron en la ciudad y arrancaron la placa que daba nombre a la plaza Mayor: «Plaza de la Constitución» , y se colocó un retrato de Fernando VII en el balcón principal de la Casa Consistorial.

Así, el nuevo Ayuntamiento, para perpetuar el recuerdo del «Rojo de Valderas» y honrar justamente sus conocidos méritos y servicios en favor de Fernando VII, decidió rescatar sus restos y trasladarlos a la iglesia de San Andrés.

La noche del 12 al 13 de julio se exhumó el cadáver y guardado en una caja bellamente decorada, quedó expuesto al público en la ermita, donde se celebraron misas.

A las siete de la tarde del día 13, el cadáver se trasladó procesionalmente, con la asistencia de varias cofradías, con música, y con gran pompa y ostentación hasta la iglesia de San Andrés, y el día siguiente se celebraron solemnísimos funerales presididos por el dominico padre de la Puente, que luego fue obispo de Puerto Rico y más tarde, de Segovia.

El clérigo exaltó los hechos y virtudes del «Rojo de Valderas», presentándolo como un auténtico héroe, y clamó ante el público: «Habéis presenciado el trastorno que han causado en España esos maestros de la novedad y la fábula» -refiriéndose a los partidarios de la Constitución- y acusándoles de mentirosos dijo que habían logrado sublevar al pueblo «contra las clases distinguidas, y singularmente contra los ministros de la Iglesia y sus pastores, a quienes habían antes respetado». Y, remató, «Estáis viendo que la perfidia con que persiguieron al fiel y leal castellano Don Agustín Alonso Rubio, hasta quitarle ignominiosamente la vida».

Capilla de San Antonio de Padua en la iglesia de San Andrés. NC

Terminada la liturgia, su cadáver fue sepultado en la capilla de San Antonio de Padua de dicha iglesia parroquial, con una lápida que decía: «Aquí yace sepultado el héroe castellano Don Agustín Alonso Rubio, llamado y conocido vulgarmente por el Rojo de Valderas, quien por su ardiente amor por la Religión y el Rey, fue víctima en el día 12 de febrero de 1823. Su cuerpo fue trasladado del Campo de San Isidro a esta parroquia con magnífica pompa y aparato y sermón de honras el 13 de julio del mismo año. Rueguen a Dios por él».

Aquella placa se perdió hace ya muchos años y, además, hay dudas razonables de que aún estén sus huesos en la iglesia.

Y la semana que viene

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