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Ermita del Cristo del Mercado.
¡Con hambre y faca!

¡Con hambre y faca!

Segovia, crónica negra ·

Noche de fiesta junto a la ermita del Cristo del Mercado. Todo era alegría hasta que dos mozos discutieron por una tontería. Un navajazo certero fulminó a Ezequiel, de 18 años. La pelea acabó en tragedia

Carlos Álvaro

Segovia

Martes, 15 de marzo 2022, 00:07

La calle de José Zorrilla era, a finales del siglo XIX, una amplia y dilatada vía, con casas pequeñas, bajas y de construcción humilde a sus lados, la mayoría habitada por labradores. La calle se llamaba entonces «del Mercado» debido a la presencia, al final de la misma, de la ermita del Santísimo cy la celebración, en el mes de junio, de una feria de ganados conocida en toda España.

Lugar de campesinos y vecinos de pocos recursos, y paso obligado para las diligencias y coches de caballos que descendían de la estación de ferrocarril, el pacífico barrio del Mercado conmemoraba el 15 de octubre de 1892 la tradicional fiesta de la ofrenda. Hacía buen tiempo, uno de esos días bonancibles del otoño segoviano, y la noche caía sobre el arrabal. Los mozos bailaban alrededor de las hogueras encendidas, delante de la ermita, junto a la cruz de piedra. Reinaban la camaradería, la grata convivencia entre vecinos y la paz más absoluta. Pero de repente, todo cambió. Dos de los jóvenes que allí se encontraban, Ezequiel Valverde Pastor, de 18 años de edad, y Celedonio Ruiz Martín, de 16, empezaron a discutir por cuestiones pueriles. Una riña de muchachos, nada importante. Palabras altisonantes y algún que otro empujón. La cosa pasó a mayores cuando Ezequiel cogió del suelo una piedra y la lanzó con rabia sobre su contrario, golpeándole la cabeza y ocasionándole una fuerte contusión en la ceja izquierda. Conmocionado por la pedrada pero preso de una ira incontenible, Celedonio sacó una navaja y dio a su adversario tan certera puñalada en el pecho que lo fulminó al instante. El arma alcanzó el corazón de Ezequiel y éste cayó al suelo con la blusa ensangrentada y en medio del estupor de todos los presentes, que observaron la escena con auténtico espanto. El autor del crimen no pudo escapar. Tampoco lo intentó. Los vigilantes del ramo de consumos que estaban de servicio en el cercano fielato acudieron al tumulto y detuvieron al chico, que contemplaba lívido y asustado el cadáver de su compañero. Pronto llegó el concejal Doroteo Lotero, a quien Celedonio reconoció el delito, pues inmediatamente se declaró responsable de la herida que causó la muerte al otro muchacho, aunque aseguró que lo había matado con un cristal.

El juez de instrucción, acompañado del escribano, ordenó el levantamiento del cuerpo de Ezequiel Valverde, un jornalero de 18 años natural de Segovia. En el depósito le practicaron la autopsia. Por su parte, el homicida confeso fue conducido a la Casa de Socorro, donde le curaron el corte que tenía en la ceja; acto seguido, ingresó en prisión. «Duélenos en el alma que este crimen haya venido á empañar el buen nombre de un barrio que goza justamente fama de tranquilo y morigerado, pero nos consuela pensar que el criminal no ha nacido, por dicha nuestra, entre los sencillos habitantes del Mercado», relata el periodista de «El Faro de Castilla».

Todos los semanarios segovianos del momento recogieron la noticia. Si «El Faro» calificaba lo ocurrido de «trágico suceso, de esos que llevan la desolación al seno de una familia» y se lamentaba del borrón que el crimen podía acarrear a un barrio entero, «La Legalidad» ponía el grito en el cielo por la escasa vigilancia policial y la tenencia ilícita de armas: «No nos sorprenden estos hechos porque la población se encuentra en bastante abandono por el reducido número de agentes de policía, y convendría que se practicasen registros, «cacheos» como vulgarmente se les llama, para limpiar los bolsillos de armas prohibidas. No está mal Segovia; á cuantos nos pregunten por el estado de la capital, podremos contestarles: -¡Con hambre y faca! Hora es que la autoridad procure evitar se repitan estos actos». El periódico no se quejaba de manera gratuita porque el 17 de octubre, solo dos días después de la reyerta del Mercado, un niño de 13 años agredió con una navaja a un joven de 17. A juzgar por el número de delitos que se cometían, muchos eran los que en aquella época portaban una navaja en el bolsillo. Por desgracia, la que llevaba Celedonio acabó atravesándole al corazón a su compañero de fiesta.

El juicio se celebró en la Audiencia Provincial recién comenzado el mes de junio de 1893, concretamente el día 5. El jurado, de conformidad con el Ministerio Fiscal, calificó de culpable del hecho a Celedonio Ruiz Martín, nacido en Cabezuela, con la circunstancia atenuante de la edad, pues tenía menos de 18 años. El letrado Francisco de Cáceres ejerció como abogado defensor del acusado. El proceso apenas tuvo historia, pues el joven había admitido su culpabilidad nada más cometer el crimen. La sección de Derecho lo condenó a la pena de ocho años de prisión mayor.

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