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'Pirolo', el parricida de Cuéllar

'Pirolo', el parricida de Cuéllar

Segovia, crónica negra ·

Estaba harto de convivir con los suegros y así se lo hizo saber a su esposa. Una mañana acabó perdiendo la paciencia y la mató a cuchilladas en la calle y a plena luz del día

Carlos Álvaro

Segovia

Martes, 8 de marzo 2022

Cuéllar, 15 de enero de 1897. Como muchos días, Rosalía salió de su casa con una banasta de ropa debajo del brazo. Iba a hacer la colada al lavadero de la plaza del Monsalvo. El frío era intenso, pero no quedaba más remedio que echarle valor y desafiar la gélida temperatura. Transcurridos unos minutos, sobre las diez y media de la mañana, se presentó Pío Sancho, más conocido como «Pirolo», el marido de Rosalía. Se acercó a ella y continuó con la retahíla de reproches iniciada en el hogar, quizá la noche anterior. Pío no aguantaba más. Estaba harto de vivir con los suegros y así se lo hizo saber a su mujer en reiteradas ocasiones. Pero el ultimátum llegó junto al lavadero del Monsalvo. La joven no le prestó demasiada atención y volvió a negarse a abandonar la casa porque no disponían de alternativa alguna y menos de recursos económicos que hicieran viable la independencia que él reclamaba. Las pretensiones del hombre eran, a todas luces, descabelladas. Mediaron cuatro palabras. «Pirolo», que era un sujeto vehemente y había estado en la cárcel por un homicidio cometido cuando tenía 17 años, se sacó de la faja un afilado cuchillo y asestó a Rosalía un tajo que la derribó de manera fulminante. En el suelo, le dio dos cuchilladas más, ocasionándole gravísimas heridas. Cuando el juez se personó en el lugar y decretó el traslado de la víctima, el presunto asesino supo que no tenía escapatoria. Varias personas presenciaron lo ocurrido y la noticia corrió como la pólvora por las calles de la villa. Esa misma mañana, Pío se entregó en las dependencias municipales y fue encarcelado en la prisión de partido. Rosalía González falleció dos días después en su domicilio a consecuencia de los cortes que sufría.

La prensa local publicó el suceso el 17 de enero, pero no volvió a ocuparse del caso hasta el mes de mayo, cuando la Audiencia Provincial de Segovia acogió el juicio oral por jurados. La expectación creció al conocerse la sentencia: el tribunal de derecho condenó a «Pirolo» a la pena de muerte por un delito de parricidio. En la decisión del jurado pesaron como una losa los antecedentes delictivos del procesado, que antes de alcanzar la mayoría de edad ya había acabado con la vida de otra persona: «La historia criminal del Pío es precoz y larga, y las circunstancias que concurrieron en la comisión del delito, amén de la confesión del crimen por el mismo procesado, hicieron que los señores jurados pronunciaran su veredicto de culpabilidad, sin apreciación de atenuantes», señala el semanario «El Carpetano» en su edición del 23 de mayo de 1897.

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Numeroso público presenció la vista. Por la Audiencia desfilaron aquellos días varios testigos, así como los peritos médicos Torre Agero, Gil, Moreno y Ramírez. La acusación fiscal corrió a cargo del señor Montijano y la defensa recayó sobre el letrado José Sanz y Ortega, cuyos esfuerzos por evitar tan terrible condena no dieron fruto. «Justísimo es que la pena corresponda al delito, pero veríamos con gran satisfacción que se evitara un día de memorable luto á la villa de Cuéllar», concluye el periodista. El Tribunal Supremo confirmó la sentencia en otoño, decisión que desató una oleada de respaldo al indulto, como ya en esta época solía suceder en casos similares. El Colegio de Abogados, las corporaciones locales, la prensa... todos hicieron votos para la conmutación de la pena de muerte por la inmediata. «El Amigo del Pueblo», periódico que dirigía José Sanz y Ortega, el abogado defensor, se expresaba en los siguientes términos: «La sentencia que le condena reconoce que si en el acto de la comisión del delito no concurrieron en Pío obcecación y arrebato suficientes para eximirle y atenuarle, existió sin embargo un estado de turbación, un estímulo bastante para despertar lástima en los corazones piadosos. Esto, unido a su conducta posterior, le hace acreedor á que todos trabajemos con ahínco para evitar al infeliz la última pena y á la provincia de Segovia y partido de Cuéllar un día de luto y consternación (...) Odioso es el delito, pero el delincuente es un hermano nuestro, que bien castigado quedaría con la conmutación de la pena. La ley quedaría satisfecha, el reo castigado y nuestra conciencia tranquila y contenta de haber ejercido la piedad».

El 22 de octubre de 1897, el Consejo de Ministros acordó proponer a la reina regente, María Cristina de Habsburgo, el indulto del reo Pío Sancho, sentenciado a muerte por la Audiencia de Segovia. La soberana ejerció la regia prerrogativa que los representantes en Cortes gestionaron con éxito, y el Real Decreto que conmutaba la pena capital por la cadena perpetua fue publicado en la «Gaceta de Madrid» el día 5 de noviembre.

El médico José Ramírez Díaz, también director de «El Carpetano», dedicó un artículo entero a Pío Sancho Torres, el ya célebre «Pirolo», al que conoció durante el proceso judicial: «Tipo vulgarísimo, de rostro patibulario, de semblante estúpido y de corpulencia fácilmente apreciable, por lo extraordinaria, denota en su mirada estólida y en su conversación tosca y burdamente tejida, un ente sin instrucción, desconocedor en absoluto de la nobleza, y de pasta apropiada para moldear maleficios (...) ¿Sabrá Pío Sancho agradecer la magnanimidad de su reina? ¿Será terreno idóneo para gestar un absoluto arrepentimiento de su pecado, el que la ley le señala?»

«Pirolo» estuvo mucho tiempo entre rejas, algo más de veinticinco años. En la primavera de 1922, el Gobierno decidió indultarlo teniendo en cuenta la buena conducta que demostró en la cárcel y «considerando (...) las rebajas por prisión preventiva en indulto general de 1919».

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