Callejeando por Valladolid
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Expósitos, el sitio de reunión de las diez familias más poderosas de ValladolidLa calle Expósitos antes se conocida como «cal de la Puente», por conducir hacia el puente Mayor, y por la que seguramente venían al centro de la villa los aguadores de llenar sus cántaros y cubas en el Pisuerga para vender su mercancía en el centro (plaza de San Miguel y Rosarillo. También entraban por la actual calle Encarnación, antes llamada –precisamente- de los Aguadores.
Aquella calle de la Puente posteriormente se conoció como del Río, hasta que en febrero de 1844, el Ayuntamiento la bautizó como calle de Expósitos, pues desembocaba en la plaza de la Trinidad, donde estuvo el Hospicio Provincial o casa de Expósitos.
En los años 40 y 50 esta corta calle bullía de vida: parece imposible que en tan pocos portales hubiera un taller de bicicletas, un despacho de pan, una tienda de comestibles, un depósito de ganado (del que con frecuencia protestaba el vecindario), una pescadería, una frutería, una abacería, una cantina, una droguería y perfumería, y un taller de alfarería. Todo ello en una calle de 145 metros.
Nace la calle entre dos magníficos edificios: el palacio de Fabio Nelli y el palacio de los marqueses de Valverde, hasta desembocar en la calle Imperial. Tiene interesantísimas referencias, además de cruzarse con la de Santo Domingo de Gúzman, desde cuya esquina se ve una de las más bellas e históricas perspectivas de Valladolid.
Detrás del palacio de Fabio Nelli, sede del Museo de Valladolid, hay un solar cerrado por un paramento de sillería que se reconstruye en ladrillo hasta la altura de la cornisa de primera planta, manteniendo una interesante portada en arco de medio punto flanqueada por los escudos de los Nelli y los Espinosa, que se corresponden con los apellidos de aquel importante banquero nacido en Valladolid en 1533 y fallecido en 1611.
El solar es donde estaban las casas accesorias del palacio, y en las excavaciones que hace unos años se llevaron a cabo en el solar, cuando el Gobierno de España comenzó a hablar de la ampliación del Museo, uno de los hallazgos más importantes fue descubrir restos de la cerca medieval, su foso y la contracerca. La ampliación del Museo, que hubiera sido de las decisiones más acertadas tomadas por el Ministerio de Cultura no contó con la autorización del Ayuntamiento por razones urbanísticas.
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Este solar se cita frecuentemente como el lugar que ocupó la llamada casa de los Linajes, es decir, donde según la tradición se reunían las diez familias más importantes de Valladolid – los Reoyo y los Tovar- y se repartían los cargos públicos más importantes, como los regidores y los procuradores. Si es que llegó existir, Agapito y Revilla la sitúa, en todo caso, enfrente, es decir en el espacio sobre el que se construyeron entre el siglo XIX y el XX una casa de baños, o balneario, un frontón –dos en realidad- y la vivienda de sus propietarios.
Están ubicados en el anexo del número 1 de la calle. El balnerario al parecer llegó a ser el más antiguo de Valladolid, tal como se anunciaba en 1883: «el más antiguo y acreditado». Se reformó completamente en 1888: se «preparan aguas minerales, sales marinas y toda clase de emolientes» así mismo presumía de suministrar agua del Canal del Duero y de servir agua a la temperatura que el cliente deseara. El balneario dejó de publicitarse en 1912, lo que hace pensar que dejara de funcionar por aquellas fechas.
El frontón, donde se celebraban los torneos oficiales y por el que pasaron los más importantes jugadores de pelota de España, se cubrió en 1935 a iniciativa de su propietaria, Sinforiana Dolores de la Higuera, y lo gestionaba la Federación Vallisoletana de Pelota.
En 1995 la empresa Diursa compró el edificio y ese año (o el siguiente) el frontón cerró sus puertas. Su propietaria era Maruja Gómez Higuera. El edificio estaba catalogado por el Plan General de Ordenación Urbana como «Espacio dotacional para usos deportivos», pero la promotora presentó una alegación y el Ayuntamiento accedió a descatalogarlo para no tener que mantener las instalaciones deportivas. La familia propietaria del frontón viene desde que en 1871 el edificio y sus instalaciones lo comprara José Higuera, abuelo de Maruja, un indiano retornado de Cuba.
Al final de la calle llama la atención el número 17, que a poco que nos fijemos se observará que se trata de un edificio de buena piedra de sillería y noble puerta de diseño herreriano. Es de grandes dimensiones, de armoniosa proporción y de estructura bien conservada. El catedrático emérito de Historia del Arte Jesús Urrea dice de este edificio que se trata de la casa del contador D. Juan de Sabanza, y que es el único ejemplo todavía en pie de la arquitectura hecha íntegramente en los inicios del siglo XVII.
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