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Mercedes Laforga, Casimiro Riolobos y su hijo Casimiro, en su puesto a la puerta del Mercado del Val, en 1956. Álbum de la familia Riolobos
Comercios históricos: Casimiro Riolobos

Los embajadores vallisoletanos de la aceituna

Casimiro Riolobos y su mujer Mercedes Laforga comenzaron en 1948 con un puesto ambulante por la capital del Pisuerga, germen del negocio familiar por el que hoy vela la tercera generación

Sonia Quintana

Valladolid

Lunes, 12 de septiembre 2022, 00:35

Mercedes Laforga Yenes (Valladolid, 1916) fue avellanera antes que aceitunera. De niña acompañaba a su madre, Luisa, por las verbenas de Valladolid vendiendo avellanas y en el mes de septiembre se desplazaban a Cuéllar (Segovia) para la romería de la Virgen del Henar. «Mi madre fue la verdadera emprendedora», cuenta Casimiro Riolobos Laforga (Valladolid, 1944), hijo de Mercedes. «Con mi padre también empezó vendiendo aceitunas con un carro de mano en las verbenas de la ciudad, de San Isidro al Carmen de Extramuros, y nunca faltaron tampoco a su cita con la Virgen del Henar». «No sólo vendían aceitunas; también frutos secos y hasta botijos», recuerdan Mercedes, Sonsoles y Esther, las tres hijas de Casimiro, hoy al frente del negocio familiar.

Casimiro Riolobos Laforga, en los años cincuenta. Mercedes, Sonsoles, Casimiro y Esther Riolobos. Luisa Yenes vendiendo avellanas en la romería del Henar. Alberto Mingueza y álbum de la familia Riolobos
Imagen secundaria 1 - Casimiro Riolobos Laforga, en los años cincuenta. Mercedes, Sonsoles, Casimiro y Esther Riolobos. Luisa Yenes vendiendo avellanas en la romería del Henar.
Imagen secundaria 2 - Casimiro Riolobos Laforga, en los años cincuenta. Mercedes, Sonsoles, Casimiro y Esther Riolobos. Luisa Yenes vendiendo avellanas en la romería del Henar.

Casimiro Riolobos Martín (Plasencia, 1918) y Mercedes Laforga Yenes estuvieron ocho años montado y desmontando a diario su puesto ambulante que instalaban a las puertas del Mercado del Val –en la esquina de la calle Val con la plaza del mismo nombre– hasta que en 1956 adquirieron el edificio del número 8 de la calle Pasión donde en el local abrieron una frutería. «Era más una tienda de ultramarinos, pero siempre se llamo Frutería Merceditas», apunta su nieta Sonsoles. El negocio estuvo abierto hasta 1986, año en que ambos se jubilaron. «El puesto fuera del Mercado del Val estuvo hasta 1982», apostilla Casimiro Riolobos.

El matrimonio tuvo tres hijos: Casimiro, Juan y Mercedes. El primogénito, Casimiro, fue quien siguió los pasos de sus padres y se hizo cargo del puesto a las afueras del Val. En 1969 adquirió un puesto dentro del mercado que, hasta 1982, convivió con el de fuera, que regentaba su entonces mujer, Angelita Gallego Ruiz. En 1982 adquirieron un segundo local y en 1985, un tercero. «Hasta la reforma del Mercado del Val en 2016 tuvimos tres puestos, dos de aceitunas, conservas y escabeches; y La Bacalada, dedicado a la venta de bacalao y derivados», explica Casimiro Riolobos.

En 2016 los tres puestos se reunificaron en uno de mayor tamaño. Su hija pequeña, Esther, es la que está al frente del mostrador (junto a dos dependientes). «Yo sigo yendo a comprar a Sevilla, a Bermeo, Segorbe, Málaga... Y todos los días vengo a dar una vuelta al mercado. Así que aquí sigo a mis 78 años, aunque ahora ya jubilado», confiesa Casimiro, quien recuerda cuando de niño se quedaba dormido en el carro sobre los sacos de frutos secos y su madre le tapaba con una manta.

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