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Escondido en el interior de un patio de manzana, con acceso desde el número 11 del Paseo del Hospital Militar, el edificio conocido como Casa del Barco fue proyectado en 1935 por el arquitecto pontevedrés Constantino Candeira Pérez como depósito y refinería de aceites de ... Agapito Peral de la Maza, después Hipesa (Hijo de A. Peral S.A.). Inaugurado un año después, en 1936, el inmueble está considerado una de las joyas de la arquitectura del Movimiento Moderno (Mo.Mo.) en Valladolid. Paredes curvadas, escaleras barco, cubierta plana, ventanas circulares… De estos elementos arquitectónicos, que parecían más del mundo de la ingeniería naval que de la tradición historicista, derivó su popular nombre. El edificio acoge hoy las dependencias municipales de la Concejalía de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Diseñado por el entonces subdirector del Museo Nacional de Escultura y arquitecto de la Diputación Provincial de Valladolid, la Casa del Barco es un claro ejemplo del modo racionalista de hacer arquitectura durante la década de los años treinta en Valladolid. «El paisaje arquitectónico tradicional de la ciudad se vio infiltrado por edificios racionalistas, afianzándose su nueva estética en la memoria moderna de la ciudad. (...) El corte que supuso esta modernidad en la historia de la arquitectura fue radical (...) Actitud únicamente comparable y pareja con lo que aconteció en Europa con la arquitectura del Renacimiento (...) ambas supusieron un cambio radical en el modo de concebir edificios», recuerda Daniel Villalobos en su estudio 'Las arquitecturas del Movimiento Moderno en Valladolid'. Para el Mo.Mo. es prioritaria la utilidad, «a la que deberá subordinarse la firmeza del edificio con la elección de estructura y materiales, alcanzando la belleza como consecuencia de la buena relación entre las otras dos».
De composición simétrica, el edificio –en cuyo alzado se aprecia a la perfección la silueta de un barco desde la proa hasta la popa– está dividido en tres partes. El cuerpo central, de planta rectangular, está asentado sobre una plataforma. En su origen albergaba en la planta baja la refinería y en la superior las oficinas. A ambos lados –proa y popa–, dos cuerpos de esquinas redondeadas que acogían almacenes en la planta baja y dos viviendas pareadas en la primera planta. Los cuerpos superiores tienen una silueta ortogonal recortada por dos terrazas intercaladas, «a las que se accede por dos ligeras escaleras que refuerzan la imagen naval del conjunto. Todo ello, junto al lenguaje formal y la marcada horizontalidad de la composición de sus fachadas, confieren al edificio una rotunda unidad compositiva y funcional», advierte Antonio Álvaro Tordesillas en la ficha sobre este edificio realizada para el registro de la Fundación internacional Docomomo (Documentación y Conservación de la arquitectura y el urbanismo del Movimiento Moderno).
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Sonia Quintana
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«Al edificio se llegaba desde la calle Recondo, hacia la que desplegaba su mayor dimensión y orientaba su fachada principal con los siete accesos, cinco grandes puertas para la industria y para el resto dos escaleras exteriores», explica Josefina González Cubero en la 'Guía de Arquitectura de Valladolid'. Tras pasar a ser propiedad municipal desde 1991 –primero como centro de salud y luego como dependencias de la Concejalía de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible– la fachada trasera pasó a convertirse en la principal. Se alteró, además del interior, el exterior, al conectarse los volúmenes superiores entre ellos por unos pasajes. Sí mantiene su característica más particular: las ventanas circulares blancas, como los ojos de buey de un barco, que le otorgan el sobrenombre por el que se conoce este edificio.
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