El cronista | Callejeando por Valladolid
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El cronista | Callejeando por Valladolid
Correos, antigua calle con «mesones de dudosa reputación», hoy punto de referencia de la gastronomía vallisoletanaLa calle de Correos, que se extiende desde Calixto Fernández de la Torre hasta la plaza de la Rinconada, adquirió tal nombre cuando se construyó el edificio de Correos (o Palacio de Comunicaciones), que da su fachada a Rinconada, y que unas reformas llevadas a cabo entre 1965 y 1966 desfiguraron por completo el aire palaciego y señorial que tuvo en origen.
El edificio entró en servicio en 1922 y lleva la firma de los arquitectos Luis Ferrero y Jerónimo Arroyo. Ferrero fue primer arquitecto del Ayuntamiento, y Arroyo, polifacético profesional, el autor de la famosa Casa del Príncipe de la Acera de Recoletos.
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La calle, situada en pleno casco histórico y próxima a centros neurálgicos de comercio y servicios de la vida de Valladolid, como la plaza Mayor o calle Santiago, hacen de la misma una de las más concurridas en las horas del ocio tanto por los vallisoletanos como por los visitantes. Por eso no es de extrañar que la calle, así como todas las de su entorno, esté dedicada básicamente a la hostelería.
No obstante, la hostelería y el hospedaje no son una actividad nueva en la calle, pues precisamente en ella estuvo una de las posadas más emblemáticas de la ciudad: el Caballo de Troya, que comenzó a prestar sus servicios en el siglo XVII y que durante unos años dio nombre a este tramo de Correos. Actualmente ya no ofrece alojamiento, pero se ha convertido en un reputado restaurante. Según relata José Miguel Ortega en su libro «Cuatro siglos de hospedería en Valladolid», frente al Caballo de Troya hubo un parador, y en toda la calle abundaban los mesones «de dudosa reputación». Del Caballo de Troya también partían y llegaban diligencias que comunicaban con varias ciudades, acaso por eso antes se llamaba calle del Correo, así en singular, pues las diligencias llevaban y traían el correo a la ciudad.
En la acera de los pares también estuvo la histórica hostería La Cueva, que cerró en 2014, y en 2015 el edificio fue declarado en ruina por orden judicial, y se ha convertido en apartamentos turísticos.
Otro parador había en la calle del Peso, con la que se cruza esta de Correos que estamos recorriendo. Un parador, llamado como la calle, que es el actual Hotel Imperial, inaugurado en 1914 y cuyo comedor, llamado «de los Gallo», está abierto al público por la calle Correos. Justo casi enfrente del tradicional restaurante Zamora, que inició su actividad en 1918 con el nombre de casa Pardo, por el apellido de su propietario. Y viene lo de Zamora porque algunos años después lo cogió el benaventano Pedro Zamora.
Por cierto, el nombre de calle del Peso se debe, según Agapito y Revilla, a que este servicio, que garantizaba la fiabilidad de los pesos y medidas de las mercancías, estaba en la esquina de la anterior Casa Consistorial que miraba a la calle de Jesús.
Otro de los puntos de atracción de la calle Correos es el bar el Corcho, que desde 1988 ofrece unas croquetas de jamón de gran éxito entre el público.
Mas, no debemos dejar pasar por alto que al principio de la calle está el restaurante La Criolla, un establecimiento que abrió sus puertas en 1933, pero que cincuenta años después comenzó a adquirir una enorme reputación en el mundo de la hostelería vallisoletana, cuando se hizo cargo del mismo Francisco Martínez (Paco).
Otros lugares de interés tiene la calle, y acaso podríamos citar la primera casa, que hace esquina con Calixto Fernández de la Torre, en la acera de los pares, pues su fachada de ladrillo conserva, junto con los balcones, el aire arquitectónico que en realidad tuvo la plaza Mayor y la mayoría de las casas que se fueron construyendo tras el devastador incendio de 1561. Y el número 3, un edificio que tiene en su coronación la fecha de 1890, advierte en la placa que preside su portal que «Esta casa reúne las condiciones higiénicas prescriptas por las leyes»: Real Decreto de 1904. Apenas una decena de casas en Valladolid conservan esta curiosa placa.
La calle se cruza con la de los Molinos, llamada así desde 2014 sustituyendo a su denominación desde 1937: José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange. El cambio obedece a la aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Viene el nombre de Molinos por unos que había en el Esgueva próximos al convento de San Benito, y que antaño terminaron por dar nombre a la calle.
Y, desde luego, la desembocadura de la calle en plaza de la Rinconada, nos regala, al fondo, una vista espléndida de la fachada de la iglesia y monasterio de San Benito, una verdadera catedral levantada a partir de siglo XVV por los benedictinos, gracias a una donación de Juan I, sobre el solar que ocupaba el alcázar real.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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