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Una vez que se cubrió del tramo del Esgueva que venía por la actual calle Dos de Mayo, y que pasaba por delante de la casa donde vivió Cervantes, el Ayuntamiento no tuvo ninguna duda y a esta nueva calle la puso el nombre de Miguel Íscar, un alcalde que dejó honda huella en la ciudad y que había fallecido el 8 de noviembre de 1880.
La calle, con el paso del tiempo, pasó a ser de las más señeras de Valladolid, donde la burguesía levantó notables casas y se abrieron elegantes comercios. De hecho, el Plan General de Ordenación Urbana ha catalogado como edificios de arquitectura o tipología protegida la casi totalidad de los edificios de la calle. De entre todas, podemos destacar la Casa de Mantilla –el número 2 de la calle-, del arquitecto Julio Saracíbar; el número 15 -que hace esquina con Licenciado Vidriera- del maestro de obras Antonio Ortíz de Urbina; o los tres portales 3, 5 y 7 que dan acceso a un mismo inmueble, de Manuel Cuadrillero.
Comienza la calle en la plaza de Zorrilla con dos significados edificios en ambas esquinas, pues tanto la Casa Mantilla, como el edificio de enfrente (que en realidad pertenece a la calle Santiago) fueron cada uno en su momento los más altos de la ciudad: en 1891 uno, y el otro en 1957. Mientras que la Casa Mantilla fue admirada, y lo sigue siendo, el segundo fue más bien polémico, aunque en su día se consideró, por su altura y ejecución, un canto a la modernidad: por la torre de Valladolid se le conocía.
Frente a la calle del Licenciado Vidriera, título de una de las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes, está la Casa Museo de Cervantes que recuerda el paso por nuestra ciudad del genial escritor. A la casa se accede a través de un pequeñísimo tramo de calle de escaleras, llamada Dulcinea, que conduce de un recoleto jardín presidido por un Jesús Resucitado que antes estaba entronizado en la fachada del Hospital de la Resurrección, justamente donde se levantó la Casa Mantilla. Y en el pretil de piedra labrada que sujeta la verja de la Casa Cervantes, no deben pasar desapercibidos varios bronces relativos a diversas novelas del escritor, ejecutados por varios artistas de Valladolid.
Termina Miguel Íscar en la esquina que forma el Banco de España con la plaza de España. Y entre los diversos locales comerciales que hay en la calle, hay dos negocios de cierto interés. Uno, la sombrerería Santos, abierta desde 1918 en el número 8; y Galerías Áspa, que hace esquina con Licenciado Vidriera y que abrió en 1947, al mismo tiempo que otra tienda en Menéndez Pelayo.
La calle mantiene un buen pulso comercial, con establecimientos muy variados: bancos, agencias de viajes, cafeterías, clínicas, etc.
Dos establecimientos señeros hubo en Miguel Íscar: la tienda de muebles y decoración Jacobo, en el número 2. Jacobo es el seudónimo de Fernando Santiago Santiago, un pintor -fallecido en enero de 2017- que debajo del comercio abrió una galería de arte que durante años fue referente en el mundo de la pintura contemporánea. Y en la acera de enfrente había otra importante galería: Rafael. «Un escaparte artístico con 37 años de historia», tituló un artículo El Norte de Castilla, cuando en febrero de 2023 la cerró su propietario, Rafael Pérez González.
En el número 12 de la calle tuvo sus oficinas la Sociedad Industrial Castellana, empresa constituida en 1898 propietaria de la azucarera Santa Victoria, y que luego adquirió la concesión del Canal del Duero. Y en el número 4 el Banco de Medina, luego Banco de Valladolid, tuvo su sede social y oficina principal. Ambas sociedades han tenido importancia en la historia de la ciudad.
El que la calle esté sobre el cauce de la Esgueva ha sido motivo de continuos hundimientos de la calzada, hasta que en 2006 se acometieron unas obras a conciencia para evitar nuevos socavones. Y esto nos lleva a fijarnos especialmente en la acera de los números impares, en la que se aprecia un embaldosado que juega con los colores rojo y negro para dejar constancia a la vista de por dónde discurre la bóveda que encauzó el río en el siglo XIX.
Bajo el mandato de Miguel Íscar Juárez se inició la reforma del Campo Grande, comenzaron los trabajos de construcción de los tres mercados municipales –esplendidas construcciones en hierro- de los cuales solo se conserva el del Val, se tomó la decisión de construir una nueva Casa Consistorial, previo derribo de la vieja que se hallaba en lamentable estado… Fue, como que se dice ahora, un buen gestor y por eso su fallecimiento produjo hondo pesar en Valladolid: crónicas de la época hablan de 25.000 personas siguiendo el cortejo fúnebre. Se le dedicó una fuente en el Campo Grande coronada con la estatua de la Fama, del escultor vallisoletano Mariano Chicote (ahora en realidad hay una réplica del original), y un busto realizado por Aurelio Rodriguez Carretero (el escultor del Zorrilla y del Conde Ansúrez).
Muro protagoniza el 'Callejeando' de Jesús Anta, toda una inmersión en la historia contemporánea de la arquitectura vallisoletana, empezando por la «casa del barco». Esta calle también albergó la famosa fábrica de librillos de papel de fumar «Zig Zag».
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Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Doménico Chiappe | Madrid
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