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Concha Lagos, una artista anónima con una historia de poemariosEl Cronista | Historias de aquí
Concha Lagos, una artista anónima con una historia de poemariosCon gran discreción para que no se enteraran en la Biblioteca Nacional, durante diez días de los meses abril y mayo de 1989, dos bibliotecarias de la Universidad de Valladolid inventariaron los libros de la biblioteca que tenía en su domicilio de Madrid la poeta ... y editora Concha Lagos. La razón para actuar con discreción era para evitar de la Biblioteca Nacional intentara hacerse con los libros.
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El inventario se componía de unos 2.600 libros mayoritariamente de literatura contemporánea. Casi todos, de autores españoles –poetas o narradores-, muchos de ellos dedicados por los autores a Concha Lagos; por supuesto, obra de la propia poeta; y los cuadernos de la mítica revista literaria Ágora. La poeta tenía algunos ejemplares especialmente valiosos, como por ejemplo cuatro volúmenes de Sonatas, de Valle Inclán, dedicados por el autor a Concha.
Una obra de la que solo habían impreso 100 ejemplares. La escritora, aparte de la venta, donaría fotografías, cartas y poemas originales y manuscritos de diversos poetas. Finalmente se acordó pagarla 2.000.000 de pesetas. Concha Lagos, cuyo verdadero nombre era Concepción Gutiérrez Torrero, nació en Córdoba en 1907 y falleció en Madrid en 2007.
Fue editora, poeta, escritora, fotógrafa y, sobre todo, ejerció de mecenas de poetas emergentes y desconocidos. Su apellido literario viene de estar casada con Mariano Lagos, un marino mercante que se retiró joven y emprendió el camino de la fotografía profesional. Como no tenían hijos, Concha decidió poner ese apellido literario para que sus libros fueran como los hijos del matrimonio.
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La obra de Concha Lagos se compone de 36 obras, de las que 27 son poemarios, más teatro, ensayo y algún relato. Se la puede considerar, por tanto, una escritora total. Entre estos está «En la rueda del viento», un libro publicado en 1985 por la editorial vallisoletana Miñón. El matrimonio estableció en 1927 un estudio de fotografía en Madrid que estuvo abierto hasta 1973. Y por él pasaron para quedar inmortalizados, escritores, cantantes, actores y actrices, músicos y pintores.
El estudio, también, fue durante dos décadas (50 y 60), el lugar de una tertulia que Concha llamó «Los viernes de Ágora», pues de aquellas reuniones nacieron muchas ideas y artículos para publicar en la colección Ágora, de poesía, o en la revista literaria Cuadernos de Ágora, que dirigía la poeta.
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Concha Lagos fue una mujer comprometida con su tiempo hasta el punto de que en 1962 padeció una detención junto a artistas y literatos como Teresa Bergamín, Aurora Bautista o Nuria Espert, por participar en una manifestación contra las precarias condiciones laborales de entonces. Su primer libro fue el poemario »Balcón», editado en 1954; y el último, «Atados a la tierra», en 1997. Mas, en 2001 consiguió publicar sus memorias bajo el título «La madeja», cuando contaba con noventa y cuatro años de edad.
Concha recibió el reconocimiento a su obra y empeño editorial: fue nombrada académica por la Real Academia de Córdoba y de la Real Academia de Bellas Artes de Valladolid, e Hija Predilecta de Andalucía, además de recibir varios galardones como el del Instituto Nacional del Libro Español o el premio de poesía Ibn Zaydun del Instituto Hispano-Árabe de Cultura, entre otros. Y se han escrito reseñas de ella o de sus obras en la práctica totalidad de periódicos de ámbito nacional, en numerosos periódicos locales, como El Norte de Castilla y en revistas y prensa de Hispanoamérica.
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Según se desprende de su correspondencia, al parecer Concha Lagos nunca estuvo en Valladolid, pero fue muy intensa la relación que sostuvo con varios vallisoletanos y vallisoletanas. Comenzando por su grandísimo amigo y confidente, el pintor vallisoletano Anselmo Miguel Nieto, al que conoció en 1933. El artista frecuentaba el estudio fotográfico para conversar con Concha, y la poeta dijo en cierta ocasión que las conversaciones con Anselmo eran un auténtico bálsamo para ella en los momentos de tribulación.
La estrecha amistad se alargó hasta el fallecimiento de Anselmo, ocurrido en 1964, dejando unos quince retratos de Concha, el primero pintado en 1954. Anselmo Miguel, según el profesor José Carlos Brasas Egido, de la Universidad de Valladolid, que es el que más conoce su vida y su obra, le define como uno de los pintores más importantes de la pintura española del siglo XX.
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Brasas Egido, mantuvo relación con Concha Lagos cuando estaba trabajando en un libro sobre el pintor, además en diciembre de 1981 organizó una exposición antológica sobre su obra en el Museo de Valladolid. Por su mediación, en 1990 Concha donó dos cuadros de Anselmo a la Real Academia de Bellas Artes de Valladolid, pues a pesar de haber sido académico de la misma, la institución no tenía ningún cuadro de él. En agradecimiento, la Academia le nombró Académica de Honor.
Otra persona con la que Concha mantuvo correspondencia fue con Amparo Magdaleno de la Cruz, que dirigió la Casa de Cervantes y organizaba, junto con su marido, el poeta Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, las «Mañanas de la Biblioteca». Una actividad poética que duró varias décadas.
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En algunas ocasiones se leyeron poemas de Concha, y en concreto en la Mañana 1605, que se celebró el 29 de agosto de 1993, se dio especial solemnidad a la obra de la poeta homenajeada. Mas, si hay una persona con la que Concha mantuvo una larga e intensa relación, fue con María Isabel Paraíso, profesora en la Universidad de Valladolid y acaso la mejor conocedora de la obra de la poeta. La relación comenzó en los años de estudiante de Isabel en Madrid, donde acudió varias veces al estudio de fotografía de los Lagos, y Concha publicó en ÁGORA un poema de Isabel: «Escondido amor».
La Biblioteca Nacional de España conserva 85 cartas de Isabel dirigidas a Concha que abarca los años que median entre 1968 y 1989. Sin duda, se la debe la iniciativa de que la Universidad se interesara por el fondo bibliográfico de la poeta, depositado en su vivienda de Madrid y que finalmente se compró. En 1989, en una de las cartas de Isabel, le escribió: «He hablado con el rector, D. Fernando Tejerina y le he sugerido que envíe a tu casa a una bibliotecaria de la Universidad, quien podría hacer la catalogación de los libros y su valoración.
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Y el 11 de agosto de 1989, Isabel cierra su carta con estas palabras: «Me alegra mucho cuanto me cuentas de la Biblioteca de la Universidad de Valladolid. Así, teniendo todo centralizado en un sitio, será más fácil investigar sobre tu obra». Efectivamente, en 1991, aquellos fondos pasaron a formar parte de la Biblioteca Reina Sofía.
¿Cuál es la escultura más antigua de Valladolid? Jesús Anta intentará dar respuesta a este interrogante. El título se lo disputan dos figuras mitológicas. La escultura de Neptuno fue un regalo de la Corte en 1835 que se colocó en el paseo Central del Campo Grande. Sin embargo, el Museo de Valladolid guarda en su colección de arte romano una representación de la diosa Isis a tamaño natural, pues tiene 156 centímetros de altura.
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