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Félix Merino, el primer gran matador vallisoletano al que la mala suerte persiguió hasta la muerteFélix Merino Obanos, acaso fue el primer gran matador de la historia del toreo vallisoletano, mas, es difícil encontrar un caso con tan mala suerte, pues aunque conoció los mayores éxitos, sufrió las peores críticas, padeció inoportunas cogidas y tuvo una muerte inesperada. Incluso el coche fúnebre que traslada su cadáver a Valladolid a punto estuvo de arder.
El diestro Félix Merino nació en Valladolid el 25 de febrero de 1894. Fue una auténtica figura del toreo en su época. Acaso el primer gran matador de la historia taurina vallisoletana. Arrastraba numerosos incondicionales que incluso le seguían cuando toreaba en otras plazas. Sin antecedentes familiares en el mundo del toro, pronto destacó entre los maletillas vallisoletanos y se vistió por primera vez de luces, como novillero, en abril de 1914 en la plaza de toros de Valladolid. Su trayectoria como novillero fue francamente exitosa y destacaba por faenas de infarto: cuando lanceaba se metía entre las patas del toro, se echaba encima de los cuernos y metía sus rodillas en el mismo hocico del astado.
Calificado de valiente, sufrió terribles cogidas que parecían presagiar lo peor, pero en más de una se levantó y arreglándose el traje continuó la faena sin perder la cara al toro en ningún momento. Apuntaba, sin duda, una larga y exitosa carrera.
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Tomó la alternativa el 16 de septiembre de 1917 en Madrid, con José Gómez 'Joselito' como padrino y Juan Belmonte como testigo, y toros de Pérez Tabernero. Aquella primera corrida como matador no fue precisamente gloriosa, pero todo hacía presagiar que alcanzaría un puesto privilegiado entre la torería.
Comenta José María de Cossío que la alternativa fue un tanto forzada por el empresario que llevaba el coso de Madrid y el de Valladolid, pues quería que fuera la gran figura en las corridas que se iban a iniciar en las ferias de septiembre de la capital pucelana, y que fue él –Cossio- el que tuvo que convencer a Joselito para que fuera su padrino, pues consideraba prematura su alternativa. Efectivamente, dos días después de su alternativa torea su primera corrida de toros en Valladolid, acompañado de Rodolfo Gaona, y los dos maestros que le dieron la alternativa en Madrid.
El famoso crítico y escritor taurino José María de Cossío, dijo del diestro que era bueno con el capote, pero que eso no era suficiente para hacerle brillar como matador, así que sus éxitos comenzaron a declinar con temporadas de pocas y deslucidas corridas, lo que hizo que los empresarios fueran olvidándose de su nombre, hasta el punto de que en 1925 solo contabilizó dos corridas y Félix terminó por renunciar a la categoría de matador para volver a registrarse como novillero, en cuya nueva faceta reapareció en Madrid el 27 de mayo de 1926.
Comenzó a tener nuevos contratos, y el 4 de octubre de 1927 fue a torear en a la plaza de Úbeda (Jaén). El primer novillo le tocó en suerte a Merino y tuvo el infortunio de que le corneara en el muslo derecho. Fue una cogida grande, pero limpia. Le curaron en la enfermería y los médicos recomendaron trasladarle a Madrid. Ingresó en el sanatorio de nuestra Señora del Perpetuo Socorro y el médico indicó que tendría una cura rápida. El torero incluso estuvo hablando con sus amigos y envió un mensaje a sus padres para que no se preocuparan, pues su vida no corría peligro. Pero la madrugada del día 8 falleció súbitamente. Contaba 32 años.
La mala suerte de Félix le acompañó hasta más allá de su muerte: el furgón que trasladaba su cadáver desde Madrid a Valladolid comenzó a echar humo a la altura de San Rafael, sin que los ocupantes del vehículo ni quienes acompañaban en otros vehículos se percataran. Fue la Guardia Civil la que advirtió el hecho. Con mantas y otros precarios medios apagaron el fuego entre todos, no sin que algunas personas sufrieran quemaduras y que incluso se sacara la caja del furgón para evitar que ardiera. No obstante, una vez sofocado el fuego, el furgón, mal que bien, pudo seguir su camino hasta llegar a Valladolid.
El traslado del cadáver desde la casa mortuoria (la vivienda de sus padres –Víctor e Isabel-, en calle Santa María) hasta el cementerio del Carmen fue seguido por una multitud, porque además de ser un famoso personaje, su padre era un conocido industrial y la familia tenía numerosas amistades, pues gozaba de una acreditada trayectoria, por sus caritativas acciones: hacían frecuentes aportaciones para el sostenimiento de comedores escolares y del Hospicio Provincial, amén de hacer sus aportaciones para socorrer a víctimas de inundaciones y otras desgracias, que en aquellas épocas se paliaban con las consabidas suscripciones populares.
Enseguida se pensó en hacerle un mausoleo y para ello el 15 de octubre de 1927 se celebró un festival taurino en Valladolid con el fin de recaudar fondos. Es el caso que no debieron alcanzar los dineros para tanto y el asunto quedó en hacer al menos un busto, realizado por el famoso escultor J.M.Oteiza, pero tampoco había suficientes pesetas para ejecutarlo, y el escultor regaló a la familia el modelo en escayola que ya tenía preparado. Así que la tumba familiar donde yacen carece de todo adorno que destaque que ahí estam los restos de un famoso torero.
De su popularidad entre la afición da cuenta el cronista tordesillano José López Garañeda, que en el blog de la Afición Taurina de Valladolid, recogió una coplilla de cuando el año 1915 fue Félix Merino a torear en la plaza de Tordesillas con motivo de las fiestas de la Peña, que compuso el escritor local Manuel Cantalapiedra Bayón: «Con destreza matará ocho toritos todos bravos muy castizos… Al toro vega pondrá con maestría y salero de manera colosal las banderillas de fuego. Merino se ganará gran ovación la oreja y vuelta al ruedo. Será vitoreado con estas frases: «¡Eso es arte y ser torero!». Luego todos los mozos con entusiasmo y cariño le sacaremos en hombros y en fin, que será el delirio».
Jesús Anta trae a El Norte de Castilla el comienzo de «las obras de la segunda sección del ferrocarril del Norte» con la asistencia del Duque de la Victoria que entró en Valladolid por la puerta de El Carmen.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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